“Después de largas temporadas de colaboración en los medios de comunicación locales, hay que tomar algunas distancias con los hechos cercanos, para que no oculten del todo, con su manto de subjetividad ineludible, la plomiza realidad que viene”

OPINIÓN. Mascarón de proa
Por Carlos Hernández Pezzi. Arquitecto


31/05/19. Opinión. El arquitecto Carlos Hernández Pezzi, en este artículo para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com, anuncia un paréntesis en sus colaboraciones con los medios de comunicación, incluida esta revista, por la sana necesidad de reflexionar y pensar en todo lo que ha ocurrido últimamente en la sociedad civil malagueña y española en general. Actitud que extiende y recomienda a todos los agentes...

...implicados en su devenir político, económico, mediático, cultural,...

DESDE EL OBSERVADOR damos las gracias más cordiales y efusivas a este colaborador desinteresado que nunca pide absolutamente nada. Solo da. Algo habitual en su actitud con la vida cotidiana. Esperamos que vuelva pronto porque es difícil prescindir de una de las pocas personas lúcidas que quedan en esta ciudad fenicia y a menudo trasnochada llamada Málaga, a la que ha hecho mejor con sus aportaciones vitales de todo tipo. Carlos Hernández Pezzi colabora con este medio, con desacuerdos incluidos, desde su fundación en 1987, hace ya de esto casi 32 años. No hay mucho más que decir. Ya se le echa de menos. Gracias, Carlos.

Desenlaces

AUNQUE la crítica no está de moda, los hechos aportan su periódica cuota de realidad y bañan las ficciones de los relatos con una cura de humildad. Después de un período electoral que ha abarcado un lustro largo, con una etapa de convulsiones sin precedentes, se imponen medidas de salud mental para los que opinamos con mayor o menor fortuna en el espacio público de los medios. Una costumbre que no se asienta en los partidos y los líderes políticos, ya que estos siguen sin hacer balance de sus equivocaciones flagrantes, que suelen quedar sin escrutinio, por mucho que las urnas digan lo contrario a lo que sus programas ofrecían, o que sus promesas se agosten antes  de florecer.

LA
provincia y la ciudad de Málaga, junto con la comunidad andaluza, han organizado sus gobiernos, o están a punto de hacerlo para los próximos años, con un duro perfil conservador, por decirlo con suavidad. La responsabilidad es, entre otras, de la gestión de las izquierdas que se han presentado fragmentadas y poco o nada avenidas, con resultados más que lamentables en las principales ciudades. El conjunto de pactos previstos van a configurar algunas mayorías más que discutibles, de quienes sólo se atienen al principio de gobernar a cualquier precio, bajo cualquier premisa, sometidos a cualquiera de las condiciones impuestas por la aritmética de las derechas extremas, maquilladas o no.

LLEGA
un momento en que la pausa para reflexión no solo es deseable, sino obligada. Hay que tomar aliento; sintetizar los errores de percepción, de liderazgo o de empatía. Los fallos han sido tan graves en el último año, que no se disimulan con las agri-dulces o agri-amargas victorias en otras lides electorales. La ausencia de autocrítica en los jefes de las siglas, coaliciones, mareas, confluencias y convergencias resulta tanto más sintomática, porque de eso alardeaban como seña de identidad, hasta que llegó el calendario de elecciones. Ni los partidos, ni los cargos públicos, ni los líderes de movimientos multitudinarios han dado explicaciones convincentes; ni ahora se las vamos a servir los demás en bandeja. Según Pepa Bueno AQUÍ: "Ni Casado ni Iglesias han dimitido tras el descalabro de sus partidos, y el resto de la retórica regeneracionista es hoy papel mojado". Esta vez, las bases electorales han estado muy por encima de los líderes y de sus errores, (- como hablar de las donaciones de Amancio Ortega en plena campaña, ...centrándola en las cloacas del Estado y los ansiados ministerios -), en lugar de en los programas de los candidatos locales. Es reiterativo, por ejemplo, insistir en que uno de los pecados clásicos de la cúpula de Podemos ha sido no considerar vitales los ayuntamientos y las elecciones municipales. Ahora los "ayuntamientos del cambio" hay que buscarlos con lupa y el "pueblo" como categoría de la hegemonía "política" es una entelequia. Hay mucha gente  cabreada y, a la vez, mucha gente conforme, a la que le gusta quejarse fuera de las urnas, pero lo menos posible dentro de ellas. El PSOE da una de cal y otra de arena a los suyos, con despropósitos consentidos, como menoscabar las primarias, la ecología o las otras izquierdas. La abstención, especialmente la de las izquierdas, es una lacra de la sociedad del precariado, que se ha llenado por igual de indignación por la situación y de desdén hacia los procedimientos democráticos de unos y otros.

ASÍ
se cansan muchos. El caso de Málaga capital, donde la participación electoral en las elecciones municipales en el 26M de 2019, se sitúa en el 55,13% y la abstención en el 44,87%, motiva a reflexionar sobre lo que la mayoría de la población quiere o vota y sobre la utilidad de interpretarlo, para que sus representaciones elegidas acaben si hace falta en manos de la extrema derecha. Más que de otra cosa los porcentajes hablan de conformismo.  Conformismo e indignación son actitudes que tienen mucho que ver, a la vista de los datos de participación en Andalucía AQUÍ, comunidad en la que a finales de 2018 solo votó el 58,65%, casi cuatro puntos menos que en 2015. Hemos pasado de aquello del "no nos representan" al "estado abstencionista", lo que permite hacer elucubraciones sin otro fundamento que el del perezoso descrédito del sistema democrático.

DE
la emoción de participar en las campañas no excusan estos datos, que ya eran y son conocidos y repetidos en muchos lugares de la UE, pero la adicción a la política "amateur" tiene un límite. La higiene democrática se sostiene en unos márgenes que no se pueden saltar sin perder la distante elegancia de la actitud hacia los maravillosos atributos de la condición humana, tan intrigantes como  misteriosos. Por mi parte, creo que las pausas son de las mejores ocasiones para ejercer el pensamiento en silencio, dejando descansar la acción de la palabra escrita. Tal vez eso ayude para que sean otros quiénes se pronuncien sobre los grandes y pequeños asuntos que el nuevo período a buen seguro nos traerá. Quizá sean esas nuevas voces más afortunadas en sus diagnósticos o en sus pronósticos, si es que los hay.


DESPUÉS de largas temporadas de colaboración en los medios de comunicación locales, hay que tomar algunas distancias con los hechos cercanos, para que no oculten del todo, con su manto de subjetividad ineludible, la plomiza realidad que viene. Es saludable desear que lleguen otros tiempos, que se supere la falta de ímpetu ciudadano de los actuales. Tiempos protagonizados por mujeres, en los que se pueda respirar mejor y no en función de la ficción de las narraciones que nos hacen vivir en esta etapa de falsedades y medias verdades, a menudo escamoteadas de cualquier atisbo de visión autocrítica por las políticas patriarcales de los políticos y de los ciudadanos que las soportan.

MI agradecimiento a la revista EL OBSERVADOR por haberme ofrecido esta columna a la que he acudido puntualmente, tratando de provocar a la reflexión de mis conciudadanos entre los que me siento uno más, con sus padecimientos y alegrías. Hasta pronto.

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