“Cuando la codicia nos atrapa nos produce una tremenda angustia, un hambre de quererlo todo ¡ya!, como si intentáramos cubrir un vacío imposible de llenar. Lo llamo síndrome Dévora. Porque nos convertimos en depredadores, con un deseo de poseer y acumular a toda costa, que nos devora la vida”
OPINIÓN. Es posible. Por Rosa María Badillo
Historiadora y escritora. Coordina el proyecto Arco Iris de Madres Narradoras04/07/18. Opinión. La historiadora, escritora y profesora Rosa María Badillo estrena una nueva columna quincenal bajo el nombre “Es posible” en EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com donde reflexiona sobre asuntos y preocupaciones del presente. Badilllo es la coordinadora del proyecto Arco Iris de Madres Narradoras, nacido en Mijas fruto de un grupo de mujeres que se unieron para acudir a las aulas a contar...
...cuentos a los niños acompañados de actividades para estimular la creatividad. En este primer artículo la historiadora habla sobre la codicia y cómo afecta en los seres humanos en la actualidad. “Estas gafas con las que vemos el mundo nos la ha puesto el sistema capitalista a través de instituciones como la familia y la escuela”, recoge Badillo. Que ofrece algunas de las claves para impedir que la codicia invada a las personas.
Desmontando la trampa de la codicia
“Lo que no es,
nos lleva siempre
a lo que es”.
Wayne W. Dyer (1)
CUENTA el sabio poeta Carlos Jesús Castillejos, de la estirpe maya tolteca, que había un venado azul que no se dejaba atrapar por unos cazadores que lo perseguían sin tregua. El animal, que era mágico, decidió caer en la trampa de aquellos hombres, que ya eran más depredadores que humanos. Cuando el venado azul fue cazado le preguntó a sus captores: “¿Por qué teníais tanto interés en cazarme?”. Los hombres le respondieron con estas preguntas: “Venadito, queremos saber... ¿Por qué no nos florece la vida?, ¿por qué siempre vivimos en la oscuridad?”.
SIN duda, una de las causas de sus males y de nuestros males es la codicia. Estas gafas con las que vemos el mundo nos la ha puesto el sistema capitalista a través de instituciones como la familia y la escuela. El potente efecto de la codicia en nosotros es proporcional a la carencia de una madre nutricia que nos haya enseñado a cuidarnos, y el de un padre que nos haya educado con la sabiduría de los límites.
CUANDO la codicia nos atrapa nos produce una tremenda angustia, un hambre de quererlo todo ¡ya!, como si intentáramos cubrir un vacío imposible de llenar. Yo lo llamo síndrome Dévora. Porque efectivamente nos convertimos en depredadores, con un deseo de poseer y acumular a toda costa, que nos devora la vida. Y éste síndrome aparece a menudo destruyendo la paz de nuestro presente y causándonos ansiedad. Pero, si estamos atentos podemos desmontar esta compulsión para recuperar nuestra armonía. A continuación señalamos algunas estrategias eficaces para liberarnos de la trampa de la codicia:
Decirnos: es suficiente
HACER en un día lo que buenamente podamos hacer y dejar para el siguiente el resto de actividades. Tener el valor de decir: “es suficiente por hoy” abre la puerta a poder decirnos con esta comida es suficiente, con el coche que tengo es suficiente… Hasta llegar a sentir que tenemos suficiente.
Hacer lo que nos corresponde
MUCHAS personas se dejan llevar por un hacer, hacer y hacer compulsivo, acaparando actividades que tendrían que realizar otros. Creen que “pueden con todo”. Esta creencia es tan nefasta que convierte a los demás en inútiles y a ellas las convierte en pasto de la enfermedad. Por eso, es tan importante hacer lo que nos corresponde y dejar que los que nos rodean asuman sus responsabilidades.
Cuidarnos
CUANDO nos entre el impulso de acumular, hay que identificarlo y reconducir nuestra energía a cuidarnos. Es muy simple, sólo tenemos que cambiar el enfoque de nuestra atención hacia aquello que nos va a ayudar a sentirnos bien sin necesidad de poseer.
TERMINAMOS este artículo con una bella cita perteneciente a la obra de teatro Enrique VI, de William Shakespeare, que contiene el mejor antídoto contra la codicia:
“MI corona está en mi corazón, no sobre mi cabeza; no está engalanada con diamantes y piedras de la India. No está hecha para que la admiren. Mi corona se llama contento”.
NOTA (1): Wayne W. Dyer: Nuevos pensamientos para una vida mejor. Editorial Debolsillo Clave.
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- 19/06/18 Guerreras impecables: El arte de hacer posible lo imposible