“Este año estuve enseñando a chicos y a chicas de un instituto a transformar algunos pensamientos limitantes que forman parte de nuestro diálogo interno, determinando nuestra vida. Estas afirmaciones son interiorizadas porque nos miramos en el espejo de las palabras de otros y nos creímos todo lo que nos dijeron”
OPINIÓN. Es posible. Por Rosa María Badillo
Historiadora, profesora y escritora. Coordina el proyecto Arco Iris de Madres Narradoras19/09/18. Opinión. La historiadora, profesor y escritora Rosa María Badillo reflexiona en su nueva colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre la importancia de pensar en positivo y olvidar los malos pensamientos que muchas veces limitan las capacidades de las personas. “Creencias como: “Yo no soy capaz”, “pobre de mí”, “la vida no merece la pena”, “el mundo...
...está contra mí”, “no sirvo”, “soy un desgraciado”, entre otras, condicionan y empobrecen nuestra existencia”, indica Badillo. Que expone cómo consigue que estudiantes de Secundaria cambien esos pensamientos negativos por positivos.
El médico de las palabras
ES curioso como la vida nos devuelve lo que damos…
ESTE año estuve enseñando a chicos y a chicas de un instituto a transformar algunos pensamientos limitantes que forman parte de nuestro diálogo interno, determinando nuestra vida. Creencias como: “Yo no soy capaz”, “pobre de mí”, “la vida no merece la pena”, “el mundo está contra mí”, “no sirvo”, “soy un desgraciado”, entre otras, condicionan y empobrecen nuestra existencia.
ESTAS afirmaciones, les indiqué, son interiorizadas porque nos miramos en el espejo de las palabras de otros y nos creímos todo lo que nos dijeron. Para que los jóvenes entendieran muy bien lo que les decía, saqué de una bolsa un espejo viejo y oxidado que les puse delante. Un magnífico símbolo material que me servía para que anclaran todo lo que estaban escuchando.
TAMBIÉN me llevaba unas alpargatas de esparto para recordarles de dónde veníamos: de una sociedad de supervivencia con tremendas carencias. La misma que estaba presente en clase como una sombra en la forma de esos pensamientos. Por eso, había que transformarlos. Porque nos inmovilizaban y nos pesaban como piedras invisibles en las espaldas convirtiéndonos en eternos Sísifos, repitiendo patrones añejos sin saberlo.
LOS jóvenes acogieron la actividad con muchas ganas y fueron transformando estos pensamientos con entusiasmo. Lo hicieron divinamente, prueba de ello fueron sus respuestas: “¡Sí lo intentas, puedes!”, “todo el mundo merece lo mejor de la vida”, “el mundo te hará caer; pero debes levantarte”, “seré positivo para poder cambiar”, “sí sirvo y con el tiempo iré mejorando”, “no me importa lo que piense la gente, me importa lo que yo pienso de mí”, “necesito tiempo para conocerme y saber quién soy”...
LO cierto es que meses después, me topé con una persona que quiso hacerme creer unas ideas nefastas para cortarme las alas y despojarme de mis ganas de vivir. Por poco tiempo me miré en este espejo oxidado, gracias a que recordé el trabajo que habían hecho los muchachos y muchachas del instituto. Cuando llegué a mi hogar me senté en mi butaca y fui leyendo detenidamente los pensamientos que habían elaborado. Como un médico me fueron sanando sus palabras llenas de fuerza, de fe y esperanza en la vida. He de decir que aún las tengo muy presentes.
SÍ, es verdad que las palabras curan. Así que he puesto en mi casa un gran tablón de anuncios para hacer visibles palabras de valoración, de reconocimiento y de gratitud. Están dirigidas a mi marido, a mis hijos y a mí misma. Para que no deambulemos sin palabras, sin pensamientos, sin frases que nos alimenten, que nos nutran y nos motiven para seguir viviendo. En fin, para pasar, en mi propio hogar, del desierto de la supervivencia al jardín de la abundancia.
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