“Rosario compartió conmigo sus miedos. La mayoría originados por lo que veía en los telediarios. Le dije que la profusión de malas noticias que propagan los medios de comunicación es para mantener asustadas e inmovilizadas a las personas”

OPINIÓN. Es posible. Por Rosa María Badillo
Historiadora y escritora. Coordina el proyecto Arco Iris de Madres Narradoras

03/10/18. Opinión. La historiadora y escritora Rosa María Badillo reflexiona en su nueva colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre la importancia de decidir que queremos hacer con nuestra vida. Saber que los mejor que se puede hacer es construir nuestro propio paraíso. A la protagonista del relato, le recomienda, “Precisamente, cuidar exquisitamente a sus flores y crear...

...esa belleza era el servicio más bonito que le podía brindar a la vida. En primer lugar porque esa labor la alimentaba a ella y después alimentaba a todos los seres que pasaban por allí. Con suma convicción le comuniqué que ella era la creadora de su vida y que podía crear un infierno o un paraíso”.

Creando nuestra vida

EL otro día pasaba por delante de una tienda y me llamó la atención un cartel publicitario donde la protagonista era una flor. Me quedé muy sorprendida porque quién había creado aquel cartel había logrado convertir a la flor más tosca y fea del campo, en la flor más bella. Con mucha sutileza había destacado los matices violetas y rosados de sus pétalos. Luego, envolvió a toda la planta en una luz dorada, que contenía delicadas pinceladas de ocres y naranjas ¡No me lo podía creer! ¿Cómo había podido darle ese resplandor a lo más insignificante? Me decía a mí misma: “¡Que me gustaría tener esa mirada para ver en todo su profunda belleza y de esa manera ir creando mi vida!


ENTONCES recordé a los toltecas que miles de años atrás, ya afirmaban que tenemos el poder de crear nuestra propia vida. De hecho, tolteca significa artista. Los herederos de esta cultura ancestral, entre otros: el poeta Carlos Jesús Castillejos, la chamana Mariví de Teresa o el médico Miguel Ruíz, nos invitan precisamente a tener la valentía de crear nuestra vida. Y con esta determinación me levanté por la mañana. Hice caso a mi intuición y eché en el bolso el poemario que había escrito: Hija del Instante. Y me dije: “Hoy, se lo regalo a Rosario”. Lo fotocopié con ilusión y después de ir al mercado, pasé por su casa.

ALLÍ estaba la madre y joven abuela arreglando las flores de su balcón. Me puse a conversar con ella y enseguida brotó su sensibilidad. Me habló de cómo lloraba por los olivos cuando pasaban sed en tiempo de sequía. Me estuvo contando que era capaz de hacer brotar cualquier ramita tronchada y de sus remedios para resucitar a las macetas. Me habló también de su dolor por el planeta y como los seres humanos nos estábamos convirtiendo en islas. Cada uno con su dolor adentro, incapaces de compartir y de comunicarnos. Fue en ese momento cuando le regalé el poemario. En la escalera, rodeada de sus macetas, leyó la dedicatoria que le puse: “Con todo mi cariño para Rosario, por su balcón de flores que me alegra el alma cuando paso”. Después, le recité una poesía y ambas creamos un espacio de libertad donde la conversación se volvió más honda.


ROSARIO compartió conmigo sus miedos. La mayoría originados por lo que veía en los telediarios. Le dije que la profusión de malas noticias que propagan los medios de comunicación es para mantener asustadas e inmovilizadas a las personas. Porque hay muchísimas noticias buenas que no se dan y que nos abrirían el corazón. Luego, me transmitió su preocupación por los desmanes que comete la gente. Entonces le hablé de que este planeta es una escuela donde hay seres humanos con diferentes niveles de consciencia y que estamos aquí para evolucionar.

SEGUIMOS dialogando y en un momento dado le dije  que lo mejor que podía hacer por el mundo era construir su paraíso. Precisamente, cuidar exquisitamente a sus flores y crear esa belleza era el servicio más bonito que le podía brindar a la vida. En primer lugar porque esa labor la alimentaba a ella y después alimentaba a todos los seres que pasaban por allí. Con suma convicción le comuniqué que ella era la creadora de su vida  y que podía crear un infierno o un paraíso. Eso dependía de las elecciones y las acciones que realizara.

POR último, cuando ya me iba, me prometió criarme una maceta para regalármela. Pero, la tenía que sembrar, así que hasta el próximo año no la podría recoger. Yo estaba tan agradecida por este detalle que le recomendé algo que yo estaba practicando. Le dije que escuchara a todo el mundo; pero que se quedara siempre con lo mejor ¿Y qué era lo mejor? Aquello que la hiciera crecer. De esta manera tendría energía para seguir adelante y crear su propia vida.

ME fui de allí muy satisfecha. Totalmente consciente de que había creado aquel encuentro que tanto me había enriquecido. Me sentía feliz, así que continué mi camino tarareando la maravillosa canción: Sagrado Femenino, de la cantautora Loli Cósmica:

“SOMOS medicina, mujeres medicina,
cantando y danzando,
despertando en esta vida...”.

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- 19/09/18 El médico de las palabras
- 18/07/18 Proyecto Arco iris de Madres Narradoras
- 04/07/18 Desmontando la trampa de la codicia

- 19/06/18 Guerreras impecables: El arte de hacer posible lo imposible