OPINIÓN. Grandes Éxitos
Por Ramona Ucelay. Escritora


04/10/18. Opinión. La escritora Ramona Ucelay publica en su colaboración semanal para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com un nuevo relato titulado ‘Depilación Jessica’. Ucelay, licenciada en Bellas Artes, se encuentra inmersa en la escritura de su primer libro, Por eso lloraban las niñas...

‘Depilación Jessica’

EN la sala depilatoria huele a hospital. Mientras espero a que nos hagan los pies a mi madre y a mí, oigo a la chica de la clínica que le dice a otra clienta que todavía le quedan tres sesiones pero que le está mirando las ingles y las axilas, y que ahí no hay mucho más que hacer.


— LA oferta es solo para zonas pequeñas.
— Pues no sé, ¿probamos con el ojete?

BERTA se gira desnuda de cintura para abajo. No es algo que le apetezca frente a una desconocida que lleva medio año poniéndole un aparato fálico y luminoso entre las piernas. No se acordaba ni de su nombre, pero en la bata lleva bordado en el bolsillo la palabra Jessica que es el nombre del negocio. Al girarse, el papel que cubre la camilla se le queda pegado al cuerpo por el sudor. La muchacha lo recoloca y con una mano enfundada en un guante de plástico, por supuesto, le aparta el cachete izquierdo. Con la otra le pasa una toallita de bebé para limpiarle el ano en profundidad.


A Berta no le habían hecho algo así desde que era muy pequeña y pensó que esto era lo más parecido a la sensación de estar en un asilo de viejas y que te limpien el culo. De repente la decisión de tener el ano sin pelos le parece una buena idea por hacer un favor a las enfermeras, que algún día le quitarían la caca en un hospital. «La verdad es que tiene que ser muy desagradable limpiarle el culo a alguien y que lo tenga lleno de pelos, sobre todo sin son blancos. ¿Tendré canas en el ano? En el coño ya tengo dos o tres», reflexiona Berta mientras Jessica le limpia el culo. «Espero que esté limpio», piensa de pronto horrorizada.
El aparato está listo y Berta tiene que colaborar separando las nalgas para que la chica pueda acercarlo lo suficiente.

— ¡TUS muertos! No, perdona, quiero decir…, ¡hostia puta, qué dolor!
— ¿Sí? Pues no sé. Bueno es que esta zona es más sensible y como además no son pocos ni cortos, pues por eso te debe doler más.
—Mira Jessica, lo vamos a dejar.
— Espera mujer, que te pongo un poco de aloe y probamos así a ver qué tal. ¿Quieres?
Berta siente como si le pusieran vaselina antes de una penetración pero la verdad es que le alivia bastante. Jessica vuelve a apuntar. Berta grita de dolor, que es similar al de una abeja picándote en el ano, y vuelve a suplicar que pare.
— Estoy sufriendo un trauma.
— Queda muy poquito, tu verás.
Berta se pone en posición de nuevo y aprieta la mandíbula mientras Jessica termina su trabajo.
— ¿Ves como no era para tanto? Pues hasta el mes que viene.

Berta le sonríe a modo de despedida y se seca las lágrimas. Siente que el ano tiene ahora unas dimensiones desproporcionadas y cómo el gel de aloe vera es absorbido por cada pliegue rugoso de la zona. Se viste despacio, como si la hubieran violado o le hubieran dado una paliza. A medida que camina hacia la puerta el dolor se va mitigando.

SE despide también de nosotras, que ya tenemos los pies en agua, con el ano fresco como el rocío de la aurora.

PUEDE
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