“En Mfereji [aldea de Tanzania], la comunidad masái, no celebra la Navidad, porque ellos no son cristianos, aunque saben quién es Jesucristo (¿y a dónde no ha llegado Jesucristo?). Ellos conocen las religiones del mundo, a pesar de que muchos de ellos no saben leer ni escribir”
OPINIÓN. Caleidoscopio
Por Laura Martínez Segorbe. Cofundadora de la Asociación Enjipai para mejorar las condiciones de vida de los masái de Mfereji, Tanzania
21/12/18. Opinión. Laura Martínez, en esta nueva colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com, reflexiona sobre el hecho de ‘La Navidad’ y como recibió una lección de los masáis el año pasado cuando celebró esta fiesta en la aldea de Mfereji, la aldea masái en Tanzania a donde va a trabajar. Les explicó que celebraban con uvas la entrada de un año nuevo...
...“su reacción fue, casi darles un ataque de risa y nos preguntaron: "¿Por qué no lo hacéis todos los días? Deberías celebrar cada día. Celebrar que se acaba un día y empieza otro. Como nosotros." Laura Martínez describe habitualmente la realidad del pueblo masái. Un pueblo que conoce muy bien gracias a que es cofundadora de la Asociación Enjipai AQUÍ (y en su perfil en Facebook, AQUÍ), en la que trabaja desde el año 2012 con el objetivo de mejorar las condiciones de vida de los masái en la aldea de Mfereji, al norte de Tanzania.
La Navidad de cada día
NIÑOS que nacen y crecen en un país diferente al nuestro. En estos días festivos, es muy frecuente oír frases como "pobres, no tienen juguetes...", "pobres, no tienen ni para cenar en Navidad...", "aquí nosotros con tanto y ellos tan poco...". Hundidos, como estamos, en el miserable mundo del consumo... Nadie se pregunta, sin embargo, cómo celebrarán la Navidad en otros países, o si es que la celebran. Sin curiosidad, así nos movemos, y por eso estamos más muertos que vivos. El valor de la diversidad es una maravilla. Y qué difícil es romper con los prejuicios y derribar estereotipos, los que nos impiden movernos libremente y conocernos los unos a los otros, mirándonos a los ojos y compartiendo tradiciones y culturas. ¡Qué difícil es crear un espacio y una convivencia de paz!
LA Navidad, nuestra Navidad, tiene un origen pagano. Para los creyentes, sin embargo, el día 25 de diciembre, celebran en nacimiento de Jesús de Nazaret. Se sabe, que los romanos, lo que celebraban en estas fechas, en concreto entre el 17 y 23 de diciembre, eran las Saturninas, unas fiestas paganas en honor a Saturno, dios de la agricultura y la cosecha. Coincidían estas fechas con el cambio al solsticio de invierno. También celebraban en estas fechas la fiesta del Natalis Solis Invicta, asociada al nacimiento de Apolo. La realidad es que en ningún pasaje de la Biblia se menciona expresamente el día 25 de diciembre como fecha de su nacimiento. Para arreglar esto, muchos Papas han cambiado fechas y dicho cosas, como por ejemplo el Papa actual, que dice que a los cristianos les pareció lógico sustituir la fiesta de cambio de solsticio con las celebraciones del único sol, que no es otro que Jesucristo. Bueno pues si lo dice el Papa, bien dicho está. En Egipto y en Siria, por ejemplo, la fecha del nacimiento de Jesús lo celebran con la Epifanía cristiana, es decir, el día de Reyes. En fin, existe la globalización desde antaño.
LOS Reyes Magos, sin embargo, sí son citados, por ejemplo, en el Evangelio de Mateo. También se citan, en otros evangelios. Melchor, Gaspar y Baltasar son de Persia, India y Arabia. Vamos, que llevamos moviéndonos desde siempre.
ACTUALMENTE y desde hace años, la Navidad no es otra cosa que fiesta, regalos, comida y otras muchas actividades donde el dinero es el único protagonista.
EN Mfereji, la comunidad masái, no celebra la Navidad, porque ellos no son cristianos, aunque saben quién es Jesucristo (¿y a dónde no ha llegado Jesucristo?). Ellos conocen las religiones del mundo, a pesar de que muchos de ellos no saben leer ni escribir. Nosotros, sin embargo, conocemos las religiones principales y sus tradiciones a duras penas. Porque a nosotros, los occidentales, no nos hace falta, ya que creemos estar por encima del bien y del mal y de lo que nos echen. Ellos son más de creer en la naturaleza. Al fin y al cabo, dependemos de ella.
EL año pasado, María y yo pasamos allí la Noche Vieja, y para sentirnos como en casa, llevábamos unas uvas de gominola y un vino de la Rioja que encontramos en la ciudad, para celebrar allí la entrada del Año Nuevo. María consiguió, milagrosamente, sintonizar en el móvil una emisora de radio, de Veléz Málaga (parece broma pero no lo es). En plena sabana africana, sintonizamos Radio Vélez. Mientras daban las doce, les explicamos a los masái en qué consistía esa celebración. Les explicamos que nos reunimos para cenar, con familia y/o amigos y cuando el reloj marca las doce, nos tomamos doce uvas y brindamos para despedir el año que se va y dar la bienvenida al año que entra. Les explicábamos que se reflexiona (aunque sabemos que no todo el mundo lo hace) sobre todo lo que ha acontecido durante el año, en qué podemos mejorar, en redimir pecados... y todo ese rollo nuestro. Pues su reacción fue, casi que darles un ataque de risa y nos preguntaron: "¿Por qué no lo hacéis todos los días? Deberías celebrar cada día. Celebrar que se acaba un día y empieza otro. Como nosotros." Aquí cada año nos lo repetimos: hay que celebrar que estamos vivos, que tenemos salud. Y nunca lo llevamos a cabo, bien porque no sabemos bien porque no queremos. Es más fácil quedarnos en la lástima y en el reproche.
EN fin, que creo que nunca me he sentido mas ridícula que ese año tomando las uvas en plena sabana africana y escuchando Radio Vélez. Y nunca me sentí tan bien. Es realmente gracioso cuando le explicas a alguien de otra cultura una tradición que uno cree tan suya, y a ese alguien lo que le provoca es risa. ¡Qué raros sois los "muzungu" (blancos)! ¡Y cómo nos gustáis!
A mí, personalmente, la Navidad, como fiesta pagana o como fiesta religiosa, ni me gusta ni me deja de gustar. Durante años, me ha arrastrado una tradición que desconocía. Y ahora que la conozco y no la reconozco, porque entre el pesebre tan cristiano, el árbol de Navidad de origen druida, San Nicolás o Papá Noel de origen nórdico y el pavo para cenar, ya no sabe uno ni lo que se está celebrando, y que los masái me han enseñado el valor real del día y me han hecho observar con mis propios ojos, desde fuera, el oropel absurdo del mundo occidental (como en ¡Qué bello es vivir! de Frank Capra, donde se observa a alguien la posibilidad de mirar su vida desde fuera), sé que solo me gustaba la Navidad porque mi abuela Teresa hacía lebrillos y lebrillos de roscos. Y el olor. El olor a azúcar y canela. Y su olor. El olor a ella. Por lo demás, cenaré con mi madre, como ceno muchos días durante el año. Me reiré con ella, como me río durante muchos días del año. Discutiré, seguramente, con ella, como discutimos durante muchos días del año. Y me tomaré una cerveza con ella, como la mayoría de días del año. Consistirá en una cena, sin sal, eso sí, porque ella tiene la tensión alta, y sin carne ni pescado, porque yo soy vegetariana. En fin, pensaréis, vaya porquería de cena. Pues no. Yo estoy deseando que llegue, para celebrar con ella la fiesta más bonita del mundo: que somos mujeres, que estamos vivas, que hemos nacido en la parte buena del mundo y que nos queremos, y mucho. Como cada día.
PARA celebrar un nacimiento en la comunidad masái y no el nacimiento de Jesucristo, sin hospitales, sin asistencia médica, sin agua, sin higiene, pero con la compañía de toda la comunidad, nació un día Pendó, en un pesebre, eso sí:
A la hora del alba
una mujer de piernas finas
como varitas de avellano
y de mirada antigua
poblada de cataratas secas
abre el cofre de ébano
que alberga en su vientre.
Sobre la tierra ocre brilla
la ternura azul de las gacelas,
el amor de azúcar de las jirafas
y un baobab susurra
leyendas de antaño...
El universo conspira y
todo está preparado
para dar la bienvenida
al niño de azabache.
Acurrucada junto a su dolor
se abre como un abanico de colores
la mujer de piernas finas
como varitas de avellano
y de mirada antigua
poblada de cataratas secas
que acuna en su pecho
al niño de azabache.
Y los tambores suenan celebrando la vida.
PUEDE leer aquí anteriores entregas de Laura Martínez.
-09/11.18 Emwa Sidai. Colores Bonitos
-26/10/18 Una escuela en alguna parte…
-15/10/18 Jurisprudencia
-28/09/18 Lucha de Gigantes
-14/09/18 Caleidoscopio