“Una vez, un pequeño bebé masái, lloraba desconsoladamente al ver que había perdido su sonajero. Había perdido todo, porque un sonajero puede contener todos los secretos del mundo…”
OPINIÓN. Caleidoscopio
Por Laura Martínez Segorbe. Cofundadora de la Asociación Enjipai para mejorar las condiciones de vida de los masai de Mfereji, Tanzania
15/02/19. Opinión. Laura Martínez, en esta nueva colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com, escribe sobre las pequeñas cosas cotidianas que resultan ser las más grandes. Son sus vivencias en ‘su’ aldea de Mfereji, en Tanzania. Martínez describe habitualmente la realidad del pueblo masái. Un pueblo que conoce muy bien gracias a que...
...es cofundadora de la Asociación Enjipai AQUÍ (en su perfil en Facebook, AQUÍ), en la que trabaja desde el año 2012 con el objetivo de mejorar las condiciones de vida de los masái en la aldea de Mfereji, al norte de Tanzania.
El sonajero
LA comunidad es de colores, festiva, luminosa, incluso dotada de algo contagioso para quien se encuentre allí. Es un espacio único en medio de la nada. Vivir allí es jugarse la vida a diario, y por eso ésta tiene tanto valor. El estar es el instante, no es un pretexto. Es la vida misma. Esa vida que puede desflecarse en cualquier momento. Esa vida que se puede ir al garete de golpe. Es ese instante… placer sutil que no se convoca sino que sucede. Allí nunca se espera nada. ¿Esperar a qué? Allí no se sufre inútilmente. Y por eso, son felices. Son los conquistadores de lo inmediato, del instante, de lo cotidiano. Son, los masái.
ALLÍ coexisten la honestidad y la pureza con la mismísima vida, valores tan difíciles de encontrar hoy en día entre tanto estercolero que pisamos, entre tanto estercolero que llevamos a cuestas. Entre nuestros días en los que todos queremos todo y todo es siempre poco. Desde la pureza es inevitable dar un salto a la inocencia y de ésta a la infancia, donde no existe ansiedad. Solo amor, amigos, música y sonrisas. Y siendo bebé… también el sonajero. Ese objeto precioso, que unas manos ajadas por el trabajo han diseñado en exclusiva para un pequeño bebé masái. Ese objeto que está tan en consonancia con la vida, porque en él están las fuerzas invisibles que rigen el universo. Al agitarse transmite el mensaje más potente. El de la música y el amor. Y por eso una vez, un pequeño bebé masái, lloraba desconsoladamente al ver que había perdido su sonajero. Había perdido todo, porque un sonajero puede contener todos los secretos del mundo…
El sonajero
Todo queda callado
y el niño llora que llora
un mar salado de penas
un mar de flores rosas.
El viento enfurecido
por la llanura extensa llega
el niño azabache llora
ante miradas ciegas.
Se perdió el sonajero
bajo la luna de plata
llora el niño moreno
en el pesebre de paja.
Los mosquitos del sueño
zumban zumban a deshora
llora el niño negro
lágrimas de sal gorda.
Entre tibias zarzamoras
el niño llora que llora
las estrellas tintinean
no engañan al niño de sombra.
A donde va el llanto
entre nubes de algodón
entre el canto del grillo
y el susurro del pastor.
La garganta seca, troncha,
de tanto llorar no se sostiene,
el cascabel se perdió
entre gacelas y caireles.
Las acacias orgullosas
sus brazos largos le extienden
¡No llores más niño azabache!
Te haremos un sonajero
de piedras y finos laureles
de amor y plata vieja
de romero y cascabeles!
Enredado en sus muslos,
en sus muslitos de miel
brilla como un lucero
el sonajero cascabel.
Se amansó la fierecilla
en el regazo se consuela.
En la noche. En el olvido.
Donde anidan las estrellas.
PUEDE leer aquí anteriores entregas de Laura Martínez:
-18/01/19 Málaga-Estambul-Nairobi-Arusha
-03/01/19 Los poetas del firmamento y algunos desapegos
-09/11.18 Emwa Sidai. Colores Bonitos
-26/10/18 Una escuela en alguna parte…
-15/10/18 Jurisprudencia
-28/09/18 Lucha de Gigantes
-14/09/18 Caleidoscopio