“A través de la poesía esta vez les hago mi pequeño homenaje. Entre ellas, como no, están las niñas y mujeres masái, que son el ejemplo de la mujer africana, esa mujer que se arremanga ante las peores situaciones, esas mujeres cuya belleza se llama dignidad, esas mujeres que no dejan de ser solidarias y les dedican su tiempo y su amor al que tienen al lado, paso lo que pase. También se arremangó mi abuela. Y mi madre”
OPINIÓN. Caleidoscopio
Por Laura Martínez Segorbe. Cofundadora de la Asociación Enjipai para mejorar las condiciones de vida de los masai de Mfereji, Tanzania01/03/19. Opinión. Laura Martínez, en esta nueva colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com, ahora que se acerca el 8 de marzo, el Día de la Mujer, escribe: “Me gustaría, ya que algunas no pueden (unas porque ya no están y otras porque no saben siquiera que este día existe) dar voz a través de la poesía a algunas de las mujeres importantes que he tenido...
...la inmensa suerte de tener en mi vida, desde las que muelen manualmente maíz al despuntar al sol hasta que habitan en mi ADN. Todas con un eje común: han sido desde que nacieron el motor de todos aquellos a los que han tenido a su alrededor”. Martínez suele referirse en sus escritos a sus vivencias en ‘su’ aldea de Mfereji, en Tanzania. Describe habitualmente la realidad del pueblo masái. Un pueblo que conoce muy bien gracias a que es coofundadora de la Asociación Enjipai AQUÍ (en su perfil en Facebook, AQUÍ), en la que trabaja desde el año 2012 con el objetivo de mejorar las condiciones de vida de los masái, en la referida aldea de Mfereji, al norte de Tanzania.
La mujer es un árbol de magnolias
AHORA que se acerca el 8 de marzo y las mujeres saldremos una vez más a la calle porque podemos y porque ya no hay nada ni nadie que nos pare, me gustaría, ya que algunas no pueden (unas porque ya no están y otras porque no saben siquiera que este día existe) dar voz a través de la poesía a algunas de las mujeres importantes que he tenido la inmensa suerte de tener en mi vida, desde las que muelen manualmente maíz al despuntar al sol hasta que habitan en mi ADN. Todas con un eje común: han sido desde que nacieron el motor de todos aquellos a los que han tenido a su alrededor.
ES a través de la poesía esta vez, que les hago mi pequeño homenaje. Entre ellas, como no, están las niñas y mujeres masái, que son el ejemplo de la mujer africana, esa mujer que se arremanga ante las peores situaciones, esas mujeres cuya belleza se llama dignidad, esas mujeres que no dejan de ser solidarias y les dedican su tiempo y su amor al que tienen al lado, paso lo que pase. También se arremangó mi abuela. Y mi madre.
AHORA que se acerca el 8 de marzo y las mujeres, saldremos una vez más a la calle, para celebrar derechos conquistados: el permiso de lactancia (aunque comparado con otros países España va algo retrasado), el derecho al voto (las elecciones de 1933 hicieron historia para las mujeres), el derecho al divorcio (reconocido por primera vez en la Constitución de 1931), el acceso a la universidad, la legalización de la píldora (1978), la legalización del aborto (aún en su primer estadio), etc. Y también para seguir luchando por otros que faltan aún. Por todas y cada una de nosotras: trabajadoras fuera y dentro de casa, refugiadas, creadoras, profesoras, médicos, las que son madres y las que no, etc. El éxito de las mujeres es de todos. Mientras haya niñas y mujeres que sufren consecuencias graves sociales y familiares por el simple hecho de tener la menstruación, no pararemos. Desde mi punto de vista, se trata de un genocidio sin respuesta política, ni nacional ni internacional.
AHORA que se acerca el 8 de marzo, nos volveremos a manifestar pacíficamente, como nos han enseñado nuestros mayores, porque la mujer es un árbol de magnolias rodeado por juguetonas mariposas y no puede tener una sombra ceñida a la garganta.
Vida
Para mi abuela Teresa
Con seis años mi abuela
ya trabaja sirviendo
en un pueblo de la campiña cordobesa.
No iba a la escuela.
Nunca aprendió a leer ni escribir.
Con seis años tenía un corazón pequeño,
acorde a su edad.
Luego llegó la guerra
con sus plagas de miseria y muerte
dejando el dolor en su pecho
para siempre amurallado.
La muerte se paseaba esos días
con su faldón negro por los huertos.
Así, entre fieras, vivía mi abuela,
con su corazón pequeño,
y se hizo mujer.
Y se casó.
Y tuvo hijos.
Y así, aprendió a vivir.
Aprendió a vivir de la costumbre.
Y luego, sus ojos fueron calma,
sus palabras de silencio como una luz estelar,
su cabello helechos silvestres de plata,
su andar de peso, de puente romano.
Y ahora que no está,
desde el cielo de escarabajos turquesa
da brillo incluso a la muerte.
Y yo, casi puedo ver el mundo
a través de sus ojos,
y llorarlo también,
casi por ósmosis.
Hay una niña que cada día escucha el susurrar de las acacias...
Para Nashiraki
Allí donde parece que no hay duendes ni hadas
y el viento acecha sin tregua,
hay una niña negra azabache
tan finita como el alambre
con una sonrisa de luna plata
con una mirada de ébano y sueños.
Una niña que es el mañana
una niña que es un cerezo en flor
ansiosa por descubrir la vida
como si fuese una zahorí
por los caminos desiertos de la sabana
por los senderos azules sin mar.
Allí, donde la infancia
se revuelve con el viento y con la tierra
hay una niña que es una gacela llena de ternura.
Hay una niña que cada día escucha el susurrar de las acacias...
Otoño
Para Cuchi y María
Tú que eres la otoñal melancolía,
el soñar de los árboles,
el agua que lava la yedra.
Océano de conciencia pura,
de arena y sal,
de piedritas de colores,
de flores en la mar.
Alas de plata vieja,
de amor inmenso,
de brillos polares,
de luz infinita,
de piel trigueña y tostada.
De estrellas.
Tú, que naces mariposa
y abres tus alas.
Y nosotros, desde aquí
yacemos en la quietud del otoño
y sentimos bajo el batir de tus alas
tu alegría campestre
que nos acaricia el alma.
Infancia
Para mi madre
Un lejano patio de infancia
dibuja una niña morena
que juega alocada y feliz
entre adoquines y dovelas.
Juega a volar por el cielo
con su vestido de tul canela
envuelta en inocencia de azahar
lanza besos a las estrellas.
Se cree pajarillo la niña
encandilada por las flores
por las brisa, por los cantos
pajarillo de mil colores.
Ya anocheció en la plazuela
sus trenzas ya se doraron
En las barandas duermen jazmines
romero y rojos geranios.
PUEDE leer aquí anteriores entregas de Laura Martínez:
-01/03/19 La mujer es un árbol de magnolias
-18/01/19 Málaga-Estambul-Nairobi-Arusha
-03/01/19 Los poetas del firmamento y algunos desapegos
-09/11.18 Emwa Sidai. Colores Bonitos
-26/10/18 Una escuela en alguna parte…
-15/10/18 Jurisprudencia
-28/09/18 Lucha de Gigantes
-14/09/18 Caleidoscopio