“El hoy rey emérito Juan Carlos I, prometió a sus tropas y al pueblo saharaui que no los abandonaría. Empezó ya mintiendo. Gracias a los documentos desclasificados de la CÍA en 2017, sabemos que mandó a EEUU a dos colegas para solicitar la ayuda de Henry Kissinger, Secretario de Estado norteamericano, que finalmente intercede ante Hassan II firmándose un acuerdo secreto en el que el monarca español se compromete a entregar el Sáhara a Marruecos, a cambio de asegurarse la corona”
OPINIÓN. Caleidoscopio. Por Laura Martínez
Cofundadora de la Asociación Enjipai para mejorar las condiciones de vida de los masai de la aldea de Mfereji, Tanzania
27/11/20. Opinión. La cooperante internacional Laura Martínez, en esta nueva colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com, escribe sobre el Sáhara Occidental, invadido por el ejército marroquí y lo compara con la comunidad masai de Tanzania. “El pueblo saharaui se encuentra a 6.000 kilómetros de Mfereji, la comunidad masai situada...
...al norte de Tanzania, en la que la asociación Enjipai trabaja desde el año 2012. A la población masai, salvando las diferencias y el contexto histórico y político, también le usurparon sus tierras, a la fuerza. Están olvidados, abandonados a su suerte por los gobiernos y la comunidad internacional, sin tierras y sin libertad”.
Una nota sobre el Sáhara Occidental
El Guerguerat está situado en la zona suroeste del Sáhara Occidental, en la frontera con Mauritania, y a pesar de ser paso de mercancías ilegales, no es uno de los cuatro pasos fronterizos del Muro de la Vergüenza (2.700 kilómetros adornados de minas, radares, alambradas, etc.) que se autorizaron en los acuerdos militares que firmaron ambas partes: Marruecos y el Sáhara Occidental. El acuerdo del Alto al Fuego entró en vigor en 1991, y con posterioridad se firmaron los Acuerdos Militares, en 1997 y 1998.
Esto viene de lejos. Ya en el 2001 Naciones Unidas advirtió a Marruecos de que la construcción de la carretera por la zona del Guerguerat violaba los acuerdos firmados, pero Marruecos hizo caso omiso.
Viene tan de lejos, que hay que remontarse exactamente a mi llegada al mundo, hace casi 45 años, cuando estando ya el dictador Francisco Franco muy enfermo, el hoy rey emérito Juan Carlos I, prometió a sus tropas y al pueblo saharaui que no los abandonaría y que cumpliría con sus compromisos. Empezó ya mintiendo el joven rey interino, que gracias a los documentos desclasificados de la CÍA en el año 2017, sabemos que había mandado a EEUU a dos de sus colegas (Manuel Prado y Colón de Carvajal) para solicitar la ayuda de Henry Kissinger, Secretario de Estado norteamericano, que finalmente intercede ante Hassan II firmándose un acuerdo secreto en el que el monarca español se compromete a entregar el Sáhara a Marruecos, a cambio de asegurarse la corona ante la incertidumbre del momento y que Estados Unidos apoyara su reinado. Todo lo que después ocurrió, ya se sabe. Marcha Verde, cortina de humo. Este acto de “lealtad” es lo que vulgarmente se llama utilizar a un pueblo como moneda de cambio.
Cabe recordar que el Sáhara Occidental no solo es desierto. Es una zona rica en pesca, posee la mina de fosfatos más grande del mundo, petróleo, agricultura, etc. La única realidad es que el Sáhara Occidental sigue siendo la única colonia africana que está ocupada ilegalmente por Marruecos que hace oídos sordos a las resoluciones de Naciones Unidas y abandonada a su suerte por España, que a día de hoy es la administradora del terreno. Un pueblo abandonado a su suerte mientras que a nadie se le cae la cara de vergüenza por ello.
La única respuesta es la de siempre: ambición, poder y explotación de recursos naturales sin escrúpulos. No hay que olvidar que muchas de las multinacionales que tienen sus sedes en Marruecos están allí gracias a que este gobierno hace concesiones en una tierra que no es suya y donde todo vale. Pero todos somos partícipes de esta situación. Algunos datos, como por ejemplo este, es, al menos, llamativo. Más de cien licencias de pesca concedidas a España para faenar en aguas saharauis por un acuerdo firmado entre la Unión Europea y Marruecos en 2006, que le genera al gobierno de Marruecos unos cuantos de millones de euros. Las cementeras son otro asunto, porque además de saquear la arena de la zona están destrozando el medioambiente. También existen en territorio ocupando instalaciones fotovoltaicas.
Y es por estos 45 años de olvido y abandono y por el expolio constante de sus recursos naturales, por lo que nuevamente, en octubre de este año, se inició una marcha pacífica de decenas de civiles saharauis contra las acciones de Marruecos en la zona de Guerguerat (que no es más que otra gotita más a punto de colmar el vaso), contra la ocupación y contra la violación sistemática de los derechos humanos y de sus recursos naturales. Todo esto ocurre bajo la mirada de un mundo callado y unas Naciones Unidas presentes pero ausentes.
La única realidad es que en pleno siglo XXI, el Sáhara Occidental es el único territorio pendiente de descolonización en África y que además, se encuentra ilegalmente ocupado. Ojalá España, que a día de hoy es su administradora, en algún momento y más pronto que tarde, sea parte de la solución, aunque esto suena a quimera. Porque de momento, aquel país o socio que ayuda ya sea militar, social, política o económicamente a Marruecos, está siendo responsable de que el pueblo saharaui no pueda celebrar su referéndum para proclamar su autodeterminación. Porque no olvidemos que, todos los pueblos, tienen derecho a su libre autodeterminación.
El pueblo saharaui se encuentra a 6.000 kilómetros de Mfereji, la comunidad masai situada al norte de Tanzania, en la que la asociación Enjipai trabaja desde el año 2012. A la población masai, salvando las diferencias y el contexto histórico y político, también le usurparon sus tierras, a la fuerza. Están olvidados, abandonados a su suerte por los gobiernos y la comunidad internacional, sin tierras y sin libertad. Tan solo porque quieren vivir de otra manera, a la suya.
Nuestras democracias se basan en pilares podridos y en mentiras constantes y me niego a pensar que otro mundo no es posible, porque los pueblos no son un mapamundi, donde todo está quieto y en silencio. Sueño a menudo, desde mi inocencia, que en la Tierra cabemos todos los pueblos, con sus colores, sonidos y tradiciones, bajo la premisa del respeto.
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