La prisa viene con pies de plomo, nos ha atrapado y sin reposo no podemos avanzar. Conocer la realidad en la que vivimos pasa primero por indagar en el propio yo y eso requiere tiempo, lentitud, pausa”

O
PINIÓN. Caleidoscopio. Por Laura Martínez Segorbe
Cofundadora de la Asociación Enjipai para mejorar las condiciones de vida de los masái de la aldea de Mfereji, Tanzania

08/03/22. Opinión. La cooperante internacional Laura Martínez, en esta nueva colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com escribe sobre como encontró “dentro de mi a otras muchas mujeres, a unas las conozco y a otras no, pero todas me acompañan. Son hermosas islas que forman un archipiélago. Todas ellas fuertes como las rocas se agrietaron...

...en algún momento de su vida, pero yo creo que fue para que por alguna grieta se colara un hilo de luz que les diera calor, un hilo que ha llegado hasta mi”. Además comparte su poema ‘Casa de la Luna’.

Silencio para sentir

Para decir yo soy mujer y defender mi soberanía, es necesario el reposo. Es muy necesario indagar en uno mismo antes de hablar, porque no se pueden sostener ideas dignas en una plaza pública, sin antes ser capaz de sostenerlas en la propia intimidad. De ahí la importancia de las palabras, de qué decimos y cómo lo decimos. De ahí la importancia de la poesía, que no es más que la intimidad de una persona y la toma de tierra con la realidad en la que vive. La prisa viene con pies de plomo, nos ha atrapado y sin reposo no podemos avanzar. Conocer la realidad en la que vivimos pasa primero por indagar en el propio yo y eso requiere tiempo, lentitud, pausa.



Sin embargo, vivimos en tiempos digitales, volátiles, tan inconsistentes que lo más normal es que los corazones se desestabilicen porque viven tan deprisa que han perdido el rumbo, que han perdido el tiempo. La tierra que pisamos no es tierra firme, es la tierra de Google y ya no podemos ver qué forma tienen las nubes en el cielo, porque está tan lleno de datos y números que no vemos con claridad. La firmeza de los corazones se ha esfumado. No cesamos ni un momento y el corazón anda perdido. También se ha quedado miope el pobre y aunque late, no adquiere experiencia.

Así que indagando en mi misma, encontré algunas cosas importantes, pero no se lo contéis a nadie, porque a mi en realidad me lo contó el río en secreto. Encontré dentro de mi a otras muchas mujeres, a unas las conozco y a otras no, pero todas me acompañan. Son hermosas islas que forman un archipiélago. Todas ellas fuertes como las rocas se agrietaron en algún momento de su vida, pero yo creo que fue para que por alguna grieta se colara un hilo de luz que les diera calor, un hilo que ha llegado hasta mi.


A todas ellas las siento en mi, pero para ello mi corazón ha precisado de un tiempo, su tiempo, mi tiempo. Un tiempo hermoso que es silencio y reposo. Silencio para sentir. Oigo sus pasos, siento sus intensos mundos y hacia todas ellas siento una deuda enorme.

Y para ellas, este poema.

Casa de la Luna

No soy más que el compendio
de todas las mujeres de mi familia,
de todas las mujeres de mi sangre.

Años atrás la vida y la música
brotó en medio de repúblicas,
monarquías, guerras,
dictaduras y nuevas monarquías.

Por línea materna encuentro,
a lo lejos, a Teresa,
que fue madre soltera
y que tuvo dos hijas:
Manuela y Teresa.
Y ésta fue soltera que no madre,
aunque cuidó a muchos.
Manuela, que tuvo otra Teresa,
mi abuela, que tuvo a una hija,
mi madre, que me tuvo a mi.

Por línea paterna… poco o nada sé.
De mi bisabuela tan solo su nombre,
pero tuvo a Alejandra, mi abuela,
que se cayó a un pozo siendo joven
y se enfrió y se murió joven la pobre.
Fue ella la que engendró a mi padre.

Dos líneas resonantes en una misma sangre.
Soy yo una fotografía de todas ellas,
altivas, orgullosas, frágiles, enfermizas,
fuertes, valientes.

Soy yo, mujer,
casa de pueblo con el solano azotando,
casa de la judería, con los geranios bailando,
soy ribera de río, orilla del mar.

Todo para llegar a mi. Todas ellas en mi.
Yo, que con mi trenza bien amarrada
brindo por cada una de ellas
porque el aroma de la sangre
no se puede ocultar.
Todas nosotras, mujeres de mi familia,
todas somos casa de la luna.

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