“España sigue ostentando el vergonzoso record de ser el país de Europa con más muertos en fosas comunes, en su inmensa mayoría víctimas de la represión franquista”

OPINIÓN. Contra viento y marea. Por Eduardo Zorrilla
Concejal Portavoz del Grupo Municipal Adelante Málaga


23/09/20. 
Opinión. Eduardo Zorrilla, concejal de Adelante Málaga en el Ayuntamiento de la capital de la Costa del Sol, dedica su columna en EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com a reflexionar sobre la Ley de Memoria Democrática: “la futura Ley abre un camino de justicia y reparación moral para las personas que dieron su vida o su libertad luchando por la Democracia contra la sublevación...

...golpista, apoyada por Hitler y Mussolini, y contra la posterior represión de la dictadura franquista”.

“Cerrar las heridas de la Guerra Civil”. Una historia familiar, como tantas otras

La semana pasada, el gobierno de coalición de PSOE y Unidas Podemos aprobó el Anteproyecto de Ley de Memoria Democrática que viene a acabar con una gran asignatura pendiente en nuestro país, superando aspectos del franquismo aún presentes e incompatibles con un sistema democrático.


Ya era hora de que las familias de las víctimas del franquismo puedan exhumar los restos de sus familiares con fondos públicos. Sobre todo, cuando España sigue ostentando el vergonzoso record de ser el país de Europa con más muertos en fosas comunes, en su inmensa mayoría víctimas de la represión franquista.

Pero además, la futura Ley abre un camino de justicia y reparación moral para las personas que dieron su vida o su libertad luchando por la Democracia contra la sublevación golpista, apoyada por Hitler y Mussolini, y contra la posterior represión de la dictadura franquista. La anulación de sus injustas condenas, dictadas por tribunales ilegítimos y en procedimientos sin las mínimas garantías, es una exigencia moral y de justicia democrática.

Contra el anuncio del Anteproyecto de Ley no han tardado en alzarse voces airadas de la derecha política y de los residuos del franquismo sociológico aún presentes en nuestro país. En su mayoría argumentan que esta Ley pretende imponer una “versión única” de nuestra Historia y que discrimina a unas víctimas frente a otras, dignificando únicamente a las personas represaliadas por el bando franquista.

El argumento no sólo es falso sino que, además, es todo lo contrario.

“Versión única” es la que los vencedores en la contienda impusieron y que ha imperado en nuestro país durante décadas de dictadura totalitaria. Incluso después de esta, desde la transición hasta nuestros días, no se ha podido condenar el franquismo ni exhumar los restos del dictador del Valle de los Caídos, primero por la amenaza de golpe de estado militar y después por la resistencia de la derecha y el temor de parte de la izquierda a “remover el pasado”. En esto también España ha sido una “anomalía” dentro de Europa, donde hace muchos años que los países que sufrieron el nazi-fascismo (Alemania, Italia, Francia, etc.) lo condenaron y eliminaron sus vestigios.

Es cierto que ambos bandos cometieron crímenes en la guerra, aunque el bando franquista cometió muchos más y siguió cometiéndolos cuarenta años después de terminar la contienda. Pero es cierto también que las víctimas del bando sublevado hace tiempo fueron reconocidas como tales por el Estado, honradas, dignificadas y en muchos casos pensionadas. Mientras, las víctimas del bando republicano, no han sido aún dignificadas. Muchas de ellas enterradas y sin identificadas en fosas comunes, otras muchas murieron después de haber sufrido largas penas de cárcel que siguen sin anularse deshonrando su memoria.

Ejemplos de ello se dan en miles de familias españolas. Mi propia familia, como otras tantas en nuestro país, tiene ejemplos de cada una de las “dos Españas”.

Mi abuelo materno, Indalecio Díaz Domenech, fue condenado en febrero de 1937 por un consejo de guerra del ejército franquista, en procedimiento sumarísimo de urgencia, a la pena de 12 años y un día de reclusión por "auxilio a la rebelión militar".

Su delito: haber "convivido con los rojos vistiendo de miliciano y llevando la estrella solitaria hasta que fue detenido a la entrada de nuestro Ejército libertador". Era un joven trabajador de 17 años que militaba en la UGT y en el momento de su detención llevaba una estrella roja en el mono azul que vestía. Pasó nueve años en la prisión de Vitoria donde enfermó de tuberculosis, enfermedad que le provocó la muerte pocos años después de su excarcelación. Ni que decir tiene que mi madre y mi tío, huérfanos, no tuvieron la más mínima ayuda del Estado, al contrario, sufrieron una infancia dura y llena de necesidades y con el “estigma familiar” de ser huérfanos de un rojo. Su condena sigue sin anular, manchando injustamente su memoria.

Por el otro lado, mi abuelo paterno, Esteban Zorrilla Del Cid, militar destinado en Larache en el momento del golpe de estado, al término de la contienda, siendo capitán de Intendencia en Málaga, y afiliado a Falange Española de las JONS, disfrutó de un reconocimiento, estatus y nivel de vida muy distinto al de mi abuelo materno. Falleció de enfermedad en 1950, y mi padre y sus hermanos tuvieron la cobertura de estudios y pensión que el Estado otorgaba a los huérfanos del Ejército.

Es hora de acabar ya con las “dos Españas” y de cerrar las heridas de la guerra. Pero estas heridas no se cerrarán hasta que no se haga justicia dignificando la memoria de las víctimas del bando republicano y desenterrando a aquellas que siguen sin identificar las fosas comunes.

Quien hoy pueda oponerse a que se desentierre y se identifique a una víctima de la guerra, sea del bando que sea, no tiene conmigo diferencias políticas, tiene diferencias éticas, morales y humanas.

No es cuestión de ideologías, es cuestión de Justicia y Humanidad.

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