“El ruido es uno de los elementos ambientales que más inciden en la salud pública. Sus efectos perjudiciales sobre cada uno de nosotros son tan innegables como habitualmente ignorados por nuestras autoridades”
OPINIÓN. Ciudad sostenible. Por Juan Alcover Robles
Economista, técnico de Desarrollo Sostenible de la Junta de Andalucía
04/03/19. Opinión. El economista Juan Alcover, en su colaboración quincenal con la revista EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com, escribe sobre el ruido. Una realidad polémica en el Centro de Málaga. “El auge turístico ha propiciado el impulso de la hostelería (bares, restaurantes y discotecas), que si bien es un sector generador de empleo y riqueza, su excesiva proliferación y falta de control, provoca uno de...
...los problemas más importantes a los que se enfrenta nuestro modelo de ciudad, por supuesto con la inestimable colaboración del sector del transporte, y me refiero al ruido”, apunta Alcover.
¿Somos tolerantes ante el exceso de ruido? ¿Vivimos cómodos entre las voces, la música o el sonido de los coches?
EL núcleo de nuestra ciudad, el centro histórico, ha sido objeto de cuantiosas inversiones en los últimos años (alrededor de 200 millones de euros en los últimos 25) cuyo fin ha sido convertirlo en un referente turístico cultural. Y bien es cierto que la expansión de los museos es una realidad que ha dotado a Málaga de un prestigio que atrae a una determinada tipología de turista, en busca de un valor añadido al uso de su tiempo libre (en futuros artículos me pronunciaré sobre el “lado oscuro” de la política museística implementada).
SIN embargo, este auge turístico ha propiciado el impulso de la hostelería (bares, restaurantes y discotecas), que si bien es un sector generador de empleo y riqueza, su excesiva proliferación y falta de control, provoca uno de los problemas más importantes a los que se enfrenta nuestro modelo de ciudad, por supuesto con la inestimable colaboración del sector del transporte, y me refiero al ruido.
EL ruido es uno de los elementos ambientales que más inciden en la salud pública. Sus efectos perjudiciales sobre cada uno de nosotros son tan innegables como habitualmente ignorados por nuestras autoridades.
LA Organización Mundial de la Salud establece que en lugares exteriores no deben superarse los 55 decibelios durante el día, bajando a 50 durante la noche. En nuestra ciudad, es prácticamente inaudito bajar los 60 decibelios en cualquier lugar, sobrepasando los 100 a nivel de calzada.
DICHO esto, cabe preguntarse cuál ha sido el papel de nuestra administración local en todo este asunto, y si se ha tomado en serio este acuciante problema. La respuesta es clara: ha habido un claro desinterés de nuestro gobierno municipal, en parte por desconocimiento de la importancia de la cuestión, y en parte por falta de valentía para afrontar las soluciones oportunas.
SI uno echa un vistazo a la web del ayuntamiento en materia de ruido (AQUÍ), se observa como las últimas campañas de sensibilización ciudadana datan del año 2014, absolutamente insuficientes para lograr esa concienciación tan necesaria para cambiar determinados hábitos que fomentan el ruido.
LA norma local que rige la contaminación acústica en nuestra ciudad es la Ordenanza para la Prevención y Control del Ruido, aprobada en 2009 tras años de insistencia por parte del gobierno autonómico cuyas iniciativas en esta materia iban muy por delante de los gobiernos municipales. Sin embargo, esta norma por sí misma no es suficiente para controlar el ruido, hacen falta medios y voluntad.
EN la actualidad, el Ayuntamiento de Málaga ha tenido a bien decretar como Zona Acústicamente Saturada (ZAS) determinadas calles del Centro y El Romeral, si bien aún no está en vigor. Esto supone reconocer que existe un problema de ruido en dichas zonas y plantear una serie de medidas para paliarlo, tales como prohibir la apertura de nuevos locales de hostelería (moratoria) o establecer determinados horarios de cierre de bares y restaurantes.
SIN embargo, uno de los inconvenientes radica en que esta declaración de saturación acústica no se ajusta completamente a la normativa autonómica, formada por el Reglamento de Protección contra la Contaminación Acústica y la Ley de Gestión Integrada de la Calidad Ambiental (GICA). Y esto no es situación baladí, pues hablamos de normativa de rango superior y que por tanto hay que atenderla adecuadamente.
SI a este desajuste de la norma local-autonómica, le añadimos la falta del consenso con las partes interesadas, ciudadanía-sector hostelero, nos encontramos con una situación que no satisface a nadie.
AÑOS de ausencia normativa y falta de control en su aplicación cuando se dispone de ella, deficiente imposición de sanciones o ausencia de medios para la medición de los ruidos (sonómetros), lo que ha supuesto una sensación de impunidad desde el sector hostelero, no pueden solucionarse con un procedimiento que no encaja adecuadamente con la normativa autonómica y que no dispone del acuerdo necesario entre las partes afectadas.
EL Ayuntamiento tiene que dialogar, reunirse tantas veces como sean necesarias, y tratar de atender las peticiones, por un lado de la ciudadanía cuyo derecho al descanso es absolutamente incuestionable, estando por encima de cualquier otro interés, y por otro lado de la hostelería, sector clave como generador de empleo y riqueza. Nuestra autoridad local tiene que tomar decisiones, algunas de ellas imprescindibles, tales como establecer un horario más restrictivo para las terrazas (2 de la mañana se antoja excesivamente tarde), mayor control en la ocupación de las mismas, dotar de herramientas a la policía local (medidores de ruido, sonómetros) o limitar la apertura de nuevos negocios hosteleros.
LA solución está en encontrar el punto de equilibrio que satisfaga a ambas partes, siempre a través de diálogo y el acuerdo.
TERMINO con una reflexión: el ruido se define como un “sonido no deseado”, ¿realmente no lo deseamos?
PUEDE leer aquí anteriores entregas de Juan Alcover Robles:
-18.02.19. A vueltas con los pozos
-04.03.19. ¿Somos tolerantes ante el exceso de ruido? ¿Vivimos cómodos entre las voces, la música o el sonido de los coches?