Algunas resoluciones judiciales, con más re que lo segundo para muchos, han causado chocantes sensaciones, palabra que tiene diversas acepciones y abarca el sentir de muchos”
OPINIÓN. Viejos periódicos. Por Julio Fernández-Sanguino
Doctor en Ciencias Económicas y Empresariales
08/11/21. Opinión. Julio Fernández-Sanguino, doctor en Ciencias Económicas y Empresariales, escribe una nueva colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre una condena en 1886 a “un pobre ciego vendedor de periódicos por haberse permitido una chirigota al vocear uno de ellos”, y que a pesar de “haberse pedido la excarcelación del ciego con todos los requisitos que la ley prescribía, el vendedor...
...de periódicos continuaba detenido, señalando el semanario madrileño que parecía que se iba a entablar contra el juez la correspondiente querella”.
Palos y pedradas
Algunas resoluciones judiciales, con más re que lo segundo para muchos, han causado chocantes sensaciones, palabra que tiene diversas acepciones y abarca el sentir de muchos, que van desde la sorpresa hasta las alucinaciones.
Sin querer entrar en el fondo de la cuestión, solo exponer que El Motín, periódico satírico de Madrid digitalizado en la BNE, publicó el 29-8-1886 una información con el título de “Palos y pedradas” sobre la condena por el juez municipal de Talavera, importante ciudad en la actual Castilla La Mancha, a un pobre ciego vendedor de periódicos por haberse permitido una chirigota al vocear uno de ellos.
El inculpado apeló esa decisión y el día 26 anterior se celebró la vista ante el juez de primera instancia, pudiendo salir seguidamente el ciego a la calle al quedar libre.
Al iniciar su actividad de venta de periódicos apareció el alguacil del juzgado y, con gran asombro de los transeúntes, por mandato verbal del juez, sin más auto motivado, detuvo al ciego como si se le hubiese cogido infraganti en un grave delito y le condujo a la cárcel, donde el alcaide lo admitió sin exigir formalidad alguna.
Hallándose aquel día en la población un destacado abogado y sabiendo varias personas la amistad que le unía con los funcionarios de aquella Audiencia, le rogaron que interviniera en el asunto. Fue a visitar al juez, que al recibirle poco cortésmente le tuvo que precisar que no hablaba con el magistrado, sino con el amigo y compañero. Empezaron a tratar el asunto; mas, al ver el juez que no podía contestar a los argumentos del letrado, se incomodó y acabó por gritar, descomponerse, empuñar el bastón y arrojar a la calle al abogado.
A pesar de haberse pedido la excarcelación del ciego con todos los requisitos que la ley prescribía, el vendedor de periódicos continuaba detenido, señalando el semanario madrileño que parecía que se iba a entablar contra el juez la correspondiente querella.
El articulista finalizaba la reseña de este suceso que pasó hace siglo y medio, pero que puede ser pertinente su recuerdo, señalando: Cuando oigo hablar de jueces así, pienso en la candidez que Salmerón revelaba al pedir que fueran inamovibles los de su clase.
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