"Se detallaban las provincias en las que se había dividido la Monarquía, en la terminología de la época, con mención a Málaga como una de ellas con sus principales poblaciones, citándose a Motril ya que tuvo un territorio mayor al que posteriormente se le asignó"

OPINIÓN. Viejos periódicos. Por Julio Fernández-Sanguino
Doctor en Ciencias Económicas y Empresariales

31/01/22. Opinión. Julio Fernández-Sanguino, doctor en Ciencias Económicas y Empresariales, escribe una nueva colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre la división del territorio español en provincias: “El 27 de enero de 1822 las Cortes aprobaron un Decreto con la división del territorio español en provincias, fijando igualmente los límites de cada una de ellas. El artículo 11 de la Constitución...

...de 1812 había dispuesto que se hiciese una división más conveniente de la existente por entonces”.

Bicentenario de la provincia de Málaga

El 27 de enero de 1822 las Cortes aprobaron un Decreto con la división del territorio español en provincias, fijando igualmente los límites de cada una de ellas. El artículo 11 de la Constitución de 1812 había dispuesto que se hiciese una división más conveniente de la existente por entonces; sin embargo, no se pudo realizar durante la contienda contra las tropas napoleónicas y ni tras la llegada del absolutismo con Fernando VII, pudiéndose abordar en la nueva etapa constitucional del Trienio Liberal.


En aquellos momentos se editó el Repertorio general de noticias políticas, civiles, económicas y estadísticas de Europa, y mas particularmente de España para el año 1822 en el que se detallaban las Provincias en las que se había dividido la Monarquía, en la terminología de la época, con mención a Málaga como una de ellas con sus principales poblaciones, citándose a Motril ya que tuvo un territorio mayor al que posteriormente se le asignó.

Esta obra fue edita por Miguel de Burgos, que era oriundo de Arnedillo (La Rioja) y llegó a Madrid en el periodo en el que se produjo la mayor oleada migratoria riojana que tuvo lugar en el último tercio del siglo XVIII y principios del siguiente, con ejemplos representativos igualmente en Málaga. Llegó a ser un destacado e innovador impresor cuyas ideas liberales le acarrearon problemas durante el absolutismo de Fernando VII, ya que la Inquisición controló sus publicaciones, al igual que a otros editores del momento, y la impresión de algunas obras le costó una multa de 200 ducados y un severo apercibimiento.

Miguel de Burgos pudo desarrollar su actividad libremente en el Trienio Liberal tras normalizarse la vida política en el país y generalizarse nuevamente las publicaciones. En 1822 imprimió igualmente Memoria sobre la fiebre contagiosa padecida en la ciudad de Málaga en el otoño último de José Mendoza. De otras ediciones posteriores se puede citar en la nueva etapa constitucional el canto a Torrijos o Las víctimas de Málaga de Fernando Corradi en 1835.


La división provincial mencionada se suprimió en 1823 con el nuevo periodo absolutista, abordándose nuevamente tras fallecer Fernando VII. Mediante un Real Decreto, que publicó la Gaceta de Madrid el 3 de diciembre de 1833, se dividió el territorio español en 49 provincias organizadas en regiones. La Andalucía, que comprendía los reinos de Córdoba, Granada, Jaén y Sevilla se dividió en ocho provincias. A la de Málaga se la dio la entidad que perdura actualmente, pasando en 1981 a estar configurada dentro de la Comunidad Autónoma que se creó.

Lo expuesto es una muestra simple de los comportamientos retrógrados de los gobiernos absolutistas que no abordaron ni tan siquiera la tan necesaria reforma de un territorio más propio de un estado medieval. Sin embargo, peor maltratada, incluso en la actualidad, fue la anterior reforma del gobierno de José Napoleón, aunque Málaga adquiriese la mayor proyección territorial de su historia. Por el Decreto de 17 de abril de 1810 se dividió a España para su gobierno civil en treinta y ocho prefecturas y se asignó a Málaga la capitalidad de una de ellas con las subprefecturas de Málaga, Antequera y Osuna.

Las dificultades para gobernar este país, con los consiguientes atrasos, siguieron a lo largo del siglo XIX. Se pueden ver desde la instauración de una moneda única, la peseta en 1868 tras la revolución conocida como  “La Gloriosa” que derrocó a Isabel II de Borbón, hasta la supresión de los portazgos, medida que no tendría plena efectividad hasta la Ley de 31 de diciembre de 1881, con la excepción de los que estuviesen arrendados mientras durasen los contratos y de los existentes en Navarra donde se mantuvieron hasta 1918 tras duros debates al considerarse que constituían un obstáculo para el desarrollo económico al dificultar el tránsito de mercancías y encarecer los productos.

Estas medidas, como otras similares, se tuvieron que aprobar por los gobiernos progresistas. Muchos piensan que los atrasos son cosa del pasado, pero no se deben olvidar igualmente las involuciones sufridas en las dos dictaduras del siglo XX y las actuaciones de un partido conservador en el siguiente, pues cuando ha llegado al poder ha impuesto normas retrógradas y cuando está en la oposición amenaza a las Cortes con derogar disposiciones acordes con los nuevos tiempos y con Europa, aunque hayan sido aprobadas democráticamente.

Todo esto me ha hecho recordar los versos de Antonio Machado “españolito que vienes / al mundo te guarde Dios” en un Reyno en el que se da un pasito pa lante y dos pa trás.

Puede leer aquí anteriores artículos de Julio Fernández-Sanguino