"Los periódicos de Málaga habían informado de la insurrección en la serranía de Ronda y la ocupación de esa ciudad por los facciosos a finales de julio"

OPINIÓN. Viejos periódicos. Por Julio Fernández-Sanguino
Doctor en Ciencias Económicas y Empresariales

15/07/22. Opinión. Julio Fernández-Sanguino, doctor en Ciencias Económicas y Empresariales, escribe una nueva colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre la restauración del absolutismo borbónico en 1823: “En abril de 1823 los invasores, llamados los cien mil hijos de san Luis, contaron con la ayuda de los voluntarios realistas y la cooperación de los absolutistas para poner fin al periodo...

...constitucional, permaneciendo en España el ejército francés hasta 1828”.

Málaga y Almogía apoyando la lucha por la libertad hace dos siglos

El 7 de julio de 1822 se produjo una revuelta armada de facciosos en el centro de Madrid con vítores al rey absoluto. Intervino la Milicia Nacional y, tras los combates emprendidos por los patriotas en defensa de la libertad, los sediciosos fueron derrotados y disueltos. Los periódicos de esos días resaltaron que las armas de la patria habían triunfado, gritándose: viva la Constitución, viva la nación, viva el rey constitucional y viva la libertad.


El Universal recogía el 18 de julio el apoyo y reconocimiento a la heroica guarnición y Milicia Nacional de Madrid que habían suscrito el día 10 anterior el Ayuntamiento constitucional de Málaga y militares destacados en la ciudad. El día 26 siguiente, el periódico madrileño ponía de manifiesto que, no solo las capitales y principales ciudades celebraron el gran triunfo que acababa de conseguir la libertad contra sus encarnizados enemigos, sino que en lodos los pueblos hubo igualmente reconocimientos a las almas de los dignísimos compañeros de Madrid que habían muerto en defensa de la patria, detallando los actos habidos el día 15 de julio en Almogía promovidos por su Ayuntamiento.

Como antecedente, hay que destacar que la oposición al régimen constitucional del Trienio Liberal, no solo se produjo en los campos político o periodístico, sino que hubo una fuerte campaña armada en su contra desde su inicio en 1820.

En el Repertorio Estadístico para el año de 1823 que editó el riojano Miguel de Burgos se indicaba que las fuerzas de los facciosos que combatían para destruir el sistema constitucional rondaban los cincuenta mil efectivos, integrados en numerosas partidas distribuidas por diversas zonas de la península, destacando las de Cataluña. Su número y dispersión obligó a movilizar unas fuerzas, entre los ejércitos nacionales y las milicias locales, cercanas a los doscientos mil hombres, cifras considerables teniendo en cuenta que la población en España era algo más de once millones por entonces.

Asimismo, en el Repertorio Estadístico se recogía que muchos opinaban que, cuando amenazase de cerca el peligro de la invasión extranjera, se reunirían todos esos combatientes para repelerla, estimulados por el pundonor nacional y el amor a la independencia de la patria. Se razonaba que, si tal cosa sucediese, se podría vaticinar que las fuerzas francesas, junto con algunas otras que se les agregasen, serían ineficaces.

Sin embargo, no fue así y en abril de 1823 los invasores, llamados los cien mil hijos de san Luis, contaron con la ayuda de los voluntarios realistas y la cooperación de los absolutistas para poner fin al periodo constitucional, permaneciendo en España el ejército francés hasta 1828, pero esta vez sin las reticencias de los que se autoproclamaban patriotas mostradas anteriormente contra las tropas napoleónicas.

Málaga tuvo un especial protagonismo en aquellos momentos con noticias recogidas en las publicaciones de la época. El 16 de marzo de 1823 llegó la esposa del general Rafael del Riego, que contaba con un destacado contingente para defender la plaza, que finalmente tuvo que capitular el 4 de septiembre. Con anterioridad, los periódicos de Málaga habían informado de la insurrección en la serranía de Ronda y la ocupación de esa ciudad por los facciosos a finales de julio.

El general Riego fue ahorcado el 7 de noviembre de 1823 con unos vergonzosos prolegómenos que deberían sonrojar a cualquier persona de bien. Con la llegada nuevamente del absolutismo, la represión fue generalizada, con el ajusticiamiento o exilio de ilustres españoles. Como antecedente, cabe señalar que El Espectador publicó una información el 31 de marzo de 1823 de una persona que había visto una lista con los liberales que debían ser asesinados en Málaga cuando las fuerzas del nieto de san Luis cruzasen el “caudaloso Guadalmedina”, suponiendo que no se habían olvidado de ninguna persona que hubiese contribuido al restablecimiento del sistema constitucional, así como que estaban perfectamente informados de la vida y milagros de cada uno, siendo más o menos conocidos los autores de las listas.


Con Fernando VII como rey absoluto nuevamente, la prensa oficialista volvía a informar de los actos de sumisión y vasallaje al Monarca en términos similares a los expresados con anterioridad en 1814. La Gaceta de Madrid de 13 de mayo de 1824 recogía la Exposición que dirigió el 26 de marzo anterior Francisco de Paula Córdoba e Ibarra, oficial de la Secretaría de Estado y del Despacho de Hacienda, quien felicitó a S. M. por la restitución a su soberanía en nombre de la villa de Casarabonela.

En su discurso consideraba que el régimen constitucional del Trienio Liberal fue un feroz sistema engendrado por la rebelión y por el perjurio, así como que preparaba de forma impía la total destrucción de la religión y de las monarquías. Para evitar lo que consideraba como las tan horrorosas desventuras pasadas en un sistema liberal y constitucional, precisaba que sencillas eran las medidas que podrían evitarlas, señalando: colocar exclusivamente en los empleos a hombres que hubiesen dado positivas pruebas de amor al Rey en la pasada, para él, época de opresión; organizar un ejército de jefes y soldados conocidamente leales; escoger magistrados afines, decididos e incorruptibles, y elegir para la instrucción de la juventud profesores y libros eminentemente monárquicos. Tras otras consideraciones similares, finalizaba con la necesaria observancia de la religión y de las leyes, apoyadas en las bases eternas de la moral y la justicia.

Los textos recogidos muestran la esencia de las etapas absolutistas o dictatoriales, así como el proceder de aquellos que, aprovechando la libertad existente en etapas constitucionales, posibilitaron su implantación y la posterior represión, lo que me ha hecho recordar la frase de Cervantes en su inmortal don Quijote en relación con la historia: “émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo porvenir”.

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