“Malmira a todo el que critique o ponga el dedo sobre las llagas abiertas de esta ciudad. Esos, para él, no son malagueños, porque el malagueño de verdad no puede decir más que cosas buenas de Málaga”
OPINIÓN. Boquerón en vinagre. Por Francisco Palacios Chaves
Programador informático
17/10/19. Opinión. El programador Francisco Palacios comienza su nueva colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com con un artículo donde habla de ‘El malaguita’, “Su principal característica es ese afán inmovilista, conservador del ADN boquerón, habitante de un mundo en el que no hay nada mejor que lo suyo y que nadie se lo toque”...
El malaguita
Tras muchos años de estudio, de poner la oreja en cafeterías y bares y leer comentarios en redes sociales, he llegado a la conclusión de que, en esta nuestra ciudad, existe una especie que, lejos de extinguirse, lleva camino de fagocitar al resto. Se trata del malaguita.
Este espécimen no entiende de clases sociales, de barrios o distritos postales. Es un ser transversal, que puebla nuestras calles y barrios y que se mimetiza con el resto. Su carácter diferencial no es el habla, o el uso de palabras y giros propios de la ciudad, como podríamos pensar.
Su principal característica es ese afán inmovilista, conservador del ADN boquerón, habitante de un mundo en el que no hay nada mejor que lo suyo y que nadie se lo toque. Un frasco de vaselina para el poder, una lija del 15 para el crítico. Protestón de barra de bar, polemista de caña fresquita y tapa, no acude a ninguna manifestación porque no sirven para nada, ni jamás se rebela contra el poder. Eso sí, dale un punto de apoyo donde poner el codo junto a una Victoria y ríete tú de la matanza de Texas.
El malaguita se pasa el lema del escudo de la ciudad por la entrepierna. Lo de muy hospitalaria y tal sólo cuenta para el que está en el taco. Pone cara de asco cada vez que oye hablar de pateras y negros, que vienen a quitarle el trabajo que no tiene, la casa que malpaga y a imponerle sus tradiciones. Porque que nadie se le ocurra quitarle sus papas asás, sus pitufos con un mitad doble, su showarma ni sus churros en Casa Wuang, el chino de la esquina.
Si se habla de Semana Santa, el malaguita, en su variante peñista, protesta por los cambios de recorrido, por las flores de cera, por las bullas, porque las sillas no dejan ver, como si no hubiera más calles. Como su Cautivo no hay nada en el mundo, a pesar de que no tenga ni pajolera idea de dónde está su capilla. Pulsista acérrimo, aunque nunca haya llevado un trono, y ferviente admirador de Calle Carretería y de la Tribuna de los Pobres, aun cuando nunca pase por allí, para él, todo lo que tenga más de 10 años de antigüedad es tradición, y eso no se toca.
En su modalidad de feriante, ésta es la mejor del mundo, aunque no haya visitado otras, ni falta que le hace. El malaguita habla de oídas, y adopta como verdades universales todo lo que encaje con su pensamiento. Es el cuñadismo elevado a la enésima potencia. Él no ve suciedad, ni gente descamisada. Él no ve borracheras descontroladas ni menores al borde del coma etílico por los escalones. Él es como el juez discrepante del juicio de la manada, sólo ve diversión a raudales. Porque eso es lo que cuenta.
Esta es la causa de que malmire a todo el que critique o ponga el dedo sobre las llagas abiertas de esta ciudad. Esos, para él, no son malagueños, porque el malagueño de verdad no puede decir más que cosas buenas de Málaga. El resto son unos destructores, sevillano el que no bote, advenedizos que sólo ven lo malo. ¿Que tiran un edificio histórico para levantar un hotel? No pasa nada. Porque Calle Larios está hecha un zarcillo, y lo que importa es eso, los fuegos en la Feria, los pascueros en Navidad y el toldo en verano. ¿Qué no hay industria más allá de la terracita? Ni falta que nos hace, si esto es el Paraíso en la Tierra, y no van a parar de venir los guiris, aunque seamos incapaces de absorber su impacto en las infraestructuras.
Ahora, en campaña, el malaguita será la estrella. Candidatos que os presentáis: dejaos de promesas vanas, de grandes proyectos, de enormes maquetas. Con que le digas que van a echar al jeque del Málaga, ya tienes su voto seguro. Lo demás está de más. Como si quieren llevar el metro al Monte Coronado antes que al PTA. Se la suda. Total, él no lo usa.