“Es agotador ver como cada año que pasa, el 4 de diciembre se va convirtiendo en una fecha más del calendario, un día muerto entre el Black Friday y las cenas de empresa, entre Halloween y la Navidad. Un día más, como otro cualquiera. Cuando no debiera serlo. Cuando no lo es”

OPINIÓN. Boquerón en vinagre
. Por Francisco Palacios Chaves
Programador informático


05/12/19. Opinión. El programador informático Francisco Palacios continúa con su colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com con un artículo donde habla sobre el 4 de diciembre, aniversario de las manifestaciones que reclamaban la autonomía de Andalucía “Simplemente me gustaría que cada 4 de diciembre, durante un minuto, recordáramos a los que lo dieron todo por nosotros, a los que...

...se les rinde homenaje con una placa para luego volverlo a asesinar ocultando la verdad. Sólo pido un minuto para pensar en lo que somos, en lo que nos hemos ganado y en lo que nos queda por ganar”.

Otro 4D

Estoy cansado, muy cansado. Es agotador ver como cada año que pasa, el 4 de diciembre se va convirtiendo en una fecha más del calendario, un día muerto entre el Black Friday y las cenas de empresa, entre Halloween y la Navidad. Un día más, como otro cualquiera. Cuando no debiera serlo. Cuando no lo es.


Debería ser un día de recuerdo, de orgullo para todos los andaluces. En esa fecha, las calles atronaban con un grito unánime, una sola voz de un pueblo que se miraba al espejo y sabía lo que quería ser, que se enfrentó contra los que no querían que lo fuese. En ese día deberíamos recordar a quien dio su vida por una bandera, un símbolo que nos representa a todos, sean cuales sean nuestras convicciones políticas, una señal de lo que fuimos, de lo que seguimos siendo y de lo que deseamos llegar a ser. Una bandera que no esconde las miserias de corruptos y mangantes, de prevaricadores y estafadores, de patriotas de boquilla y suizos de corazón. Muy al contrario, es la bandera de los que pasan hambre, de los más desfavorecidos, de los niños que abandonan el colegio porque no hay más futuro para ellos que el servilismo, de la defensa ante la desigualdad. Una bandera que muchos se ponen una vez al año en la solapa para mancillarla con sus manos sucias de whisky y puticlubs.

Me agotan los listos de pacotilla que afirman que el nacionalismo separa, que siembra fronteras y murallas, esos mismos listos que ansían levantar muros más altos, como si el hambre entendiera de alambradas. Me hastían los que usan Andalucía como trinchera contra otros pueblos del Estado, como si fuésemos la última línea de defensa, como si el andaluz fuera la reserva espiritual del españolismo más cañí. Y no caemos en la cuenta de que, sin Andalucía, España no sería España. No hay España sin Andalucía. Porque todas sus señas de identidad, una tras otra, fueron robadas sin pudor. Todo lo que llamamos español es, en realidad, andaluz. Porque la canción española no es la muñeira, ni el caballo español es el asturcón, ni la flamenca es del Valle de Arán. Y cuando te roban lo que te identifica, poco más te queda. Eso sí, tu acento no vale, es de gente baja, inculta, paleta.

Sí, soy nacionalista, tanto o más que tú, españolista que me mirarás con desdén. Mi nacionalismo no es excluyente, pero no me toquéis más las pelotas, que el Alcázar no empieza en Despeñaperros. Si pudiera, si estuviera en mi mano, os mandaría de vuelta cada céntimo de limosna vestida de subvención que dejáis caer para acallar voces y comprar conciencias. No quiero vuestra caridad farisea. Yo sí muerdo la mano que dice que nos da de comer, porque en realidad nos envenena.

Mi nacionalismo no se acaba en la alabanza de montes y olivares, de Lorca o Picasso. No es sólo el folklore, la cultura, el clima. Sus raíces están en cada civilización que pisó estas tierras, sus motivos están en cada uno de los parámetros que nos colocan a la cola de Europa, sus porqués descansan bajo los pies de los que ningunean a Caparrós y Blas Infante. Soy andalucista porque aquí nací, porque me duele, porque me siento diferente. No mejor, pero tampoco peor. Sencillamente, diferente. Soy andalucista porque nadie me reconquistó, me invadió. Nadie me salvó, me colonizó y me quitó mi identidad.


No pido que nadie sea andalucista. Simplemente me gustaría que cada 4 de diciembre, durante un minuto, recordáramos a los que lo dieron todo por nosotros, a los que se les rinde homenaje con una placa para luego volverlo a asesinar ocultando la verdad. Sólo pido un minuto para pensar en lo que somos, en lo que nos hemos ganado y en lo que nos queda por ganar.

Por cierto, Sr. Moreno Bonilla: si lo desea, puede crear la Medalla Manuel Clavero Arévalo, cuñado de la Andalucía moderna. Porque padre no hay más que uno. Y se llama Blas Infante.

Viva Andalucía Libre.

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