“No hay mayor derecho que el de decidir sobre tu propia vida, tan importante o más que la libertad de expresión. Sin embargo, como diría un concejal de Vox, la libertad de pensamiento es sólo para esa especie de flores”
OPINIÓN. Boquerón en vinagre. Por Francisco Palacios Chaves
Programador informático
13/02/20. Opinión. El programador informático Francisco Palacios continúa con su colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com con un artículo sobre el debate en el Congreso sobre la eutanasia: “Se nos dice desde la derecha centrada, menos mal, que el nuevo gobierno quiere aprobar esta normativa porque quiere ahorrar costes en enfermos que resultan muy caros al final de su vida...
...Hay algo de cierto en el pseudo razonamiento del PP: el gobierno quiere ahorrar, pero no en fondos, sino en sufrimientos del enfermo y su familia, en agonías estériles, en pesar y lágrimas”.
Liberticidas
Existe un hecho político que es una máxima con todas las posibilidades de elevarse a axioma científico: la izquierda promulga leyes que amplían los derechos y libertades, y la derecha, a pesar de negarse siempre en redondo, las usa tantas veces como les sea necesario.
En este país, en cada una de las ocasiones en las que se promulgó una ley que ampliaba el catálogo de libertades individuales de sus ciudadanos, la derecha no ha tenido ningún pudor en oponerse. Ya lo hizo con la ley del divorcio, con la ley de matrimonio entre personas del mismo sexo o la ley del aborto. Y curiosamente, lo que la derecha consideraba pernicioso, maligno o nefasto para el resto de los españoles, no lo ha sido para ellos mismos. No son pocos los casos de políticos populares que se han divorciado, o que se han casado con sus parejas del mismo sexo, incluso apareciendo sin sonrojo encabezando manifestaciones en las que se abanderaba la “familia tradicional” mientras preparaban la lista de boda.
En todo esto ocurre como siempre con la derecha española de toda la vida. Por un lado están los derechos de la gente normal, las clases trabajadoras a las que se les recorta todo lo recortable, a los que se les quitan recursos para la sanidad, la educación, se les intenta denegar el derecho al aborto, a casarse con quien se les antoje. Y por el otro están ellos, que no necesitan de lo público, porque se pueden permitir un colegio de pago, una sanidad privada, un viajecito al extranjero. En el fondo, ellos no están en contra de esas libertades. De lo que reniegan es de que todos tengamos los mismos derechos que ellos. Que se empieza mezclando hijos de obreros con herederos de familias de rancio abolengo en la universidad y se termina poniéndole curry a un serranito. Que en la mezcla está el demonio.
Ahora se debate en el Congreso la ley de eutanasia, una norma que permitirá que las personas que no pueden valerse por si mismas y en situación médica irreversible, puedan optar por una muerte digna. Una opción, no una obligación. Un derecho, no un mandato. Porque si alguien, por motivos filosóficos, morales o religiosos, elige alargar su sufrimiento hasta el último suspiro, es su opción. Pero nadie puede obligar a otro a pasar por ese mismo calvario que tú consideras poco más que un honor o un sacrificio necesario.
Lo peor de este caso, lo que produce náuseas es el argumento usado para negarse a este derecho. Se nos dice desde la derecha centrada, menos mal, que el nuevo gobierno quiere aprobar esta normativa porque quiere ahorrar costes en enfermos que resultan muy caros al final de su vida. Hay algo de cierto en el pseudo razonamiento del PP: el gobierno quiere ahorrar, pero no en fondos, sino en sufrimientos del enfermo y su familia, en agonías estériles, en pesar y lágrimas.
No hay mayor derecho que el de decidir sobre tu propia vida, tan importante o más que la libertad de expresión. Sin embargo, como diría un concejal de Vox, la libertad de pensamiento es sólo para esa especie de flores. Evidentemente.
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