“Las crisis sacan lo mejor y lo peor de nosotros. Nuestras luces y sombras, nuestros ángeles y demonios. Cuando todo pase, que pasará, veremos qué cara ha mostrado cada cual. Y espero que esa cara no se nos olvide nunca”
OPINIÓN. Boquerón en vinagre. Por Francisco Palacios Chaves
Programador informático
26/03/20. Opinión. El programador informático Francisco Palacios continúa con su colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com con un artículo sobre las cosas buenas y malas de las personas que ha sacado a la luz el coronavirus: “Son los mismos que piensan que las costas son su jardín de recreo, su patio trasero, y a los que vienen sin pudor a dejar egoísmo en forma de contagio, poniendo en...
...riesgo al resto de ciudadanos, a los que deben considerar de segunda por ser de provincias. No es de recibo que haya más denuncias por incumplimiento del confinamiento que personas infectadas”.
Lo mejor y lo peor
Dicen que en las situaciones de crisis es cuando sacamos lo mejor de nosotros, nuestro lado brillante, angelical, esa faceta que nos haría merecedores del Nobel de la Paz a cada uno de nosotros.
Gente que se ofrece a ayudar a sus vecinos ancianos, que dan cursos por internet de cualquier cosa, desde punto de cruz hasta twerking. Vecinos que aplauden a los héroes anónimos que están luchando en primera línea contra la plaga del Covid-19, al barrendero que asoma por la esquina de la calle, al policía que hace un mes nos acordábamos de todos sus ancestros y ahora es nuestro Avenger particular. Los hay que se ofrecen voluntarios para ayudar en los hospitales, para coser mascarillas en sus casas sin que hayan hecho un ERTE ni lo promocionen a los cuatro vientos.
Nos acordamos más de los nuestros, de nuestras familias, los amigos. Lo que antes era un simple mensaje ahora se convierte en una larga videollamada. El cargador de tu móvil se convierte en el bien más preciado, muy por encima del papel higiénico. Y aquello de fregar y barrer cuando la pelusa te echa cojones, se transmuta en olor a lejía que tira de espaldas y lavado de manos cada 5 minutos. Valoras lo realmente importante de la vida: una cara amiga entre cañas, un abrazo de un hermano, una caricia, hasta un empujón en el súper.
Pero, como siempre que hay luz, aparecen las sombras más oscuras. Están aquellos que aman la libertad, pero sólo la suya. Egoístas y egocéntricos que no pueden prescindir de su foto de postureo en las redes sociales, enseñando sus equipamientos de runners, bicicleters o, sencillamente, tontopollers. Los que les importa un pimiento la salud de sus padres y abuelos, o la de sus convecinos que aguantan confinados en sus casas, y se pasan la ley por el Arco del Triunfo, ya sean simples paseantes o cargos públicos impúdicos.
Tenemos a aquellos que no les importa la gravedad de una crisis a nivel global, y que usan cualquier método para conseguir rédito político, eximiendo sus culpas y echándosela al primero que pase cerca. Ven el enemigo en el 8M, las mujeres, las feministas, que salieron alegres a la calle a rozarse unas con otras, como kamikazes, los mismos que luego salen al balcón a aplaudir a los profesionales de la sanidad pública, de los cuerpos de seguridad del Estado, sin pensar que, dentro de esos mismos colectivos, muchos son mujeres y muchas de ellas se manifestaron el día de marras. Son las incongruencias del egoísmo.
Son los mismos que piensan que las costas son su jardín de recreo, su patio trasero, y a los que vienen sin pudor a dejar egoísmo en forma de contagio, poniendo en riesgo al resto de ciudadanos, a los que deben considerar de segunda por ser de provincias. No es de recibo que haya más denuncias por incumplimiento del confinamiento que personas infectadas. No es de ser civilizados. No es de ser humanos.
Por no hablar de aquellos que, con una visión de túnel del mundo, piden que los inmigrantes sin papeles paguen la atención sanitaria durante la crisis, o que abran las mercerías, un sector de vital importancia para el mantenimiento de la economía básica del país. A lo mejor es que necesitan mucho hilo para unir el descosido por el que se está rompiendo España. Para esos, no es importante que no se les atienda, y que tengamos un número de infectados sin posibilidad de ser atendidos en nuestras calles; eso implicaría pensar un poco más allá, o, simplemente, pensar. Les importa, básicamente, que su piel es de otro color. Que les estorban. Y que pedir directamente que los dejen morir en la calle iba a sonar demasiado duro. Y sincero.
Las crisis sacan lo mejor y lo peor de nosotros. Nuestras luces y sombras, nuestros ángeles y demonios. Cuando todo pase, que pasará, veremos qué cara ha mostrado cada cual. Y espero que esa cara no se nos olvide nunca.
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