“A quienes han de impartir justicia debemos pedirles que se quiten la bufanda, que escondan sus preferencias bajo toneladas de imparcialidad y que tomen sus decisiones basados únicamente en lo que dicta la ley”

OPINIÓN. Boquerón en vinagre. Por Francisco Palacios Chaves
Programador informático


28/11/24. Opinión. El programador informático Francisco Palacios escribe en su colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre la parcialidad de algunos jueces: “Todos estos detallitos sin importancia, estas fruslerías carentes de interés, son los que nos hacen sentir vergüenza ajena ante algunos autos, dictámenes y sentencias que no tienen pies ni cabeza, sonrojantes...

...para cualquiera con un mínimo sentido de la Humanidad, la Justicia y la empatía con el ser humano”.

Justicia Tuerta

Nunca me he planteado estudiar Derecho, aunque tampoco lo he hecho torcido. Me parece un tema de una extrema seriedad, y quien decide que sus pasos han de ir encaminados en esa dirección, ha de ser una persona íntegra, con un sentido innato de la justicia, inamovible en sus convicciones y con un arsenal de valores dignos de estar a la altura de esa profesión.


Evidentemente, cualquier persona tiene unos sesgos ideológicos, que vienen marcados por tu día a día, por tu pasado, por tu educación, el ambiente en el que te has movido y por todos los sucesos que han labrado tu personalidad desde pequeño. Pero a quienes han de impartir justicia debemos pedirles que se quiten la bufanda, que escondan sus preferencias bajo toneladas de imparcialidad y que tomen sus decisiones basados únicamente en lo que dicta la ley. Porque no entiendo otra manera de hacer Justicia sin prostituirla. Es lo mínimo que le debemos exigir a cualquier persona que deba juzgar, ya sea un árbitro de hockey sobre patines, un profesor a la hora de evaluar, o un juez.

Por eso me sorprenden determinadas actitudes, sentencias, declaraciones o maneras de actuar en su trabajo de algún que otro juez. Si fuesen de mi vecino el pescadero, de un delantero centro de Regional Preferente o como se llame ahora, o de un impresentable de esos que se pega todo el día llamando a taxis, pues no me extrañaría ni me importaría. Pero, cuando emanan de esas personas, de las que ponemos en sus manos la balanza de la Justicia, en las que confiamos que van a interpretar la Ley de forma ecuánime y justa, pues llega a poner los pelos de punta.


Pelos de punta como los que provoca una de sus señorías, con sus declaraciones sobre Irene Montero, reprochándola que “dé lecciones sobre consentimiento desde su cajero de Mercadona”. O cuando cuestiona la legitimidad del Gobierno porque los partidos que lo conforman “han perdido las elecciones”.

Entre otras cosas, habría que recordarle a su señoría que Irene Montero es, entre otras cosas, licenciada en Psicología, posee un Master en Psicologia de la Educación con 9 matrículas de honor, y una nota  de 9.5 en su tesis. Fue becada por Harvard y trabajó de cajera para pagarse los estudios. Aunque todo esto debería de importar, más o menos, un pimiento. Porque ser cajera de un supermercado no es una profesión denigrante, sino un trabajo como cualquier otro, tan respetable como, por ejemplo, la judicatura, y en el que, con toda probabilidad, se aprende a no ser un clasista ni un prejuicioso.

Llamar cuatro gatos a los votantes de un determinado partido tampoco parece una forma de expresarse adecuada a una persona que tiene que tratar por igual  a todos los españoles, sea cual sea el partido al que votan. Porque mañana puede suceder que tenga entre sus manos un caso que tenga que ver con ese partido en concreto, y expresarse de esa forma no parece lo más adecuado para hacernos pensar que va a actuar sin mirar matrículas.

De lo que sí puedo estar seguro es que, se sea cajera de supermercado, mayorista no limpio pescado, concejal de pueblo o ministro, todos sabemos que un gobierno refrendado en el Parlamento, con el voto mayoritario de sus señorías, tiene toda la legitimidad que le otorgan los representantes del pueblo, elegidos en las urnas. Ese discurso del “ganador de las elecciones”, además de estar más errado que un reloj parado, está ya muy manoseado; tanto, que ha perdido el color y tiene ese aspecto de billete de bus que ha aguantado en el bolsillo del pantalón tres o cuatro lavados.

Todos estos detallitos sin importancia, estas fruslerías carentes de interés, son los que nos hacen sentir vergüenza ajena ante algunos autos, dictámenes y sentencias que no tienen pies ni cabeza, sonrojantes para cualquiera con un mínimo sentido de la Humanidad, la Justicia y la empatía con el ser humano.

Se vuelve a demostrar que las personas, como las latas, hacen más ruido cuando están vacías que llenas.

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