“Ya no existe la hostelería de antes”, dice. Claro que no, afortunadamente. Porque la de antes era eso: abuso, horas extra sin pagar, contratos basura (si había), gritos y jornadas eternas”

OPINIÓN. Boquerón en vinagre. Por Francisco Palacios Chaves
Programador informático


05/06/25. Opinión. El programador informático Francisco Palacios escribe en su colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre las declaraciones de un hostelero malagueño: “¡Qué tiempos aquellos! Cuando uno podía meter 16 horitas detrás de la barra, sin contrato, sin seguridad social, con propinas en negro y una sonrisa en la cara... del jefe...

...Porque tú, camarero en prácticas perpetuas, no tenías ni fuerzas para sonreír. Te dolía todo, pero oye, eso te hacía profesional”.

16 horas, vocación y otras leyendas medievales

¡Qué tiempos aquellos! Cuando uno podía meter 16 horitas detrás de la barra, sin contrato, sin seguridad social, con propinas en negro y una sonrisa en la cara... del jefe. Porque tú, camarero en prácticas perpetuas, no tenías ni fuerzas para sonreír. Te dolía todo, pero oye, eso te hacía profesional. Al menos según el hostelero malagueño que ha saltado esta semana a la fama por, básicamente, quejarse de no poder explotar a gusto.


Este señor, que probablemente cree que el Código Laboral es un spin off de Juego de Tronos, asegura con pena que antes te dolía todo pero eras profesional”. Antes. Cuando currar 16 horas diarias era símbolo de compromiso. Cuando se te caían los pies al llegar a casa pero te sentías realizado. Claro que sí, campeón. Y si sangrabas por la nariz de agotamiento, era por pasión.

Dice que ahora ya no encuentra personal como los de antes. Lógico. Los de antes están con la espalda destrozada, la salud mental por los suelos y cobrando una pensión miserable si tuvieron suerte de cotizar algo. Y los de ahora, qué raro, pretenden tener vida. Quieren librar, quieren dormir, quieren incluso, ¡cuidado!, que les paguen lo que corresponde. ¡Malditos milennials!


El hostelero llora porque ya no hay chavales que aguanten jornadas de sol a sol por el salario mínimo. “Ya no existe la hostelería de antes”, dice. Claro que no, afortunadamente. Porque la de antes era eso: abuso, horas extra sin pagar, contratos basura (si había), gritos y jornadas eternas. Lo que hay ahora es gente que ha dicho basta”, que no quiere dejarse la salud para que otro se forre.

Y en lugar de reflexionar, este hombre suelta su nostalgia rancia como si echara de menos cuando los niños trabajaban en las fábricas. Pero no está solo. En los comentarios, algunos lo secundan, con esa épica del sufrimiento tan española: Yo también curré 16 horas al día durante años”. Pues lo siento mucho. No debería haber pasado. Que tú hayas sido explotado no convierte la explotación en una tradición respetable. Solo demuestra que llevamos demasiado tiempo normalizando lo que debería escandalizar.

Y no, no eres más profesional por aguantar jornadas inhumanas. Ser profesional es hacer bien tu trabajo en tus 8 horas, ser puntual, tratar bien a la clientela y que tu jefe te trate bien a ti. No hace falta martirizarse ni lamerle las botas a nadie para demostrar que vales. Basta ya de glorificar la miseria.

Porque detrás de esa vocación” que algunos invocan como si fuera un conjuro mágico, lo que hay muchas veces es pura necesidad. Gente que se deja explotar porque no le queda otra. Y tipos como este hostelero que echan de menos esos tiempos porque entonces nadie se atrevía a protestar. Ahora se protesta. Ahora se exige. Y claro, eso molesta.

Así que un consejo: si no encuentras personal, no mires a TikTok ni a la generación Z como culpables. Mira tu oferta. ¿Pagas bien? ¿Das de alta? ¿Cumples con los horarios? ¿Respetas los descansos? ¿No? Entonces, ¿qué demonios quieres? Normal que nadie quiera subirse a tu galera para remar mientras haces esquí acuático.

Querido hostelero: la solución no es importar mano de obra como quien encarga camareros por AliExpress. La solución es sencilla pero poco exótica: paga bien, contrata legal, y deja de soñar con esclavos voluntarios. Y a los demás: que no os líen. Currar no tiene por qué doler. Si tu jefe te dice que sufrir es parte del oficio, pregúntale si también le duele a él contar billetes. Spoiler: no.

Puede leer aquí anteriores artículos de Francisco Palacios