“González Parrilla hace más que escribe: vivir, transmitir y hacer cercanos los muchos Marruecos que ha conocido y aquilatado en años de estudio, placer y comprensión del país, sus gentes, sus músicas, sus culturas y su historia”

OPINIÓN. El lector vago. Por Miguel A. Moreta-Lara
Escritor a veces


24/06/24. 
Opinión. El escritor Miguel A. Moreta en su colaboración con EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com de esta semana escribe sobre el libro ‘Al sur de Tánger’, de Gonzalo Fernández Parrilla: “Se trata de un libro destilado en la parsimonia de ires y venires, del paladeo de muchos tés, del medineo por muchas urbes, del gusto en la conversa, en el decir y la escucha compartidos. Hay pocas...

...cosas importantes que hayan podido escapar al ojo avizor, a la alquitara de los cuadernos de un autor entregado al sabroso oficio del dulce mirar”.

Al sur del Sur (El viaje de un sabio marroquista)

El arabista Gonzalo Fernández Parrilla dedica Al sur de Tánger a un ramillete de intelectuales y periodistas marroquíes y esta dedicatoria es toda una declaración de principios: en términos musicales, es la obertura de una pieza mucho más profunda, de un cordial y largo afecto al país vecino, empezando por esos escritores que sufrieron cárcel -y hoy podemos afirmarlo sin fisuras- por un delito de amor al propio país, mientras -como también ocurría en otras tierras más al norte- los patriotas de boca y monedero prosperaban a la sombra de un poder ubicuo y travestido.

El subtítulo del libro (Un viaje a las culturas de Marruecos) y su publicación en una editorial muy connotada por el fenómeno del viaje dan también pistas para lo que González Parrilla hace más que escribe: vivir, transmitir y hacer cercanos los muchos Marruecos que ha conocido y aquilatado en años de estudio, placer y comprensión del país, sus gentes, sus músicas, sus culturas y su historia. Este es un libro transparente, en el mejor sentido, porque es resultado de un conocer a través de un enamorado acercarse al otro, que es espejo de uno mismo, como apunta más de una vez el narrador. Sintomático de la comprometida intimidad del autor con lo que narra es el comienzo y el final de este viaje (que a veces me ha evocado Las enseñanzas de don Juan. Una forma yaqui de conocimiento de Carlos Castaneda): me refiero a esos delfines y a ese vómito en el arranque y cierre del relato, un relato y un viaje (una rihla) que se configuran como la purga del corazón del autor.


Se trata de un libro destilado en la parsimonia de ires y venires, del paladeo de muchos tés, del medineo por muchas urbes, del gusto en la conversa, en el decir y la escucha compartidos. Hay pocas cosas importantes que hayan podido escapar al ojo avizor, a la alquitara de los cuadernos de un autor entregado al sabroso oficio del dulce mirar. El capítulo titulado “De Bertuchi a Bertolucci” es una muestra perfecta de los muchos temas que es capaz de envolver, de resumir en apenas cuatro páginas, entre ellas el del desierto como decorado, ese metadesierto fantasmático, universo poblado de imágenes procedentes del cine, la fotografía, la pintura y la literatura orientalistas, para pasto de colonizadores y turistas, una construcción al servicio de la ideología imperialista europea (y española), como ya criticó Edward Saïd. Es un tema recurrente a lo largo de muchos capítulos el de la alteridad, la visión marroquista, el pasado andalusí y colonial, el miedo “que te vuelve de cristal” o te enloquece como a aquel licenciado Vidriera… La selva de los tópicos que corre por las venas del exotismo que infecta la cultura hispánica no es de la época de Bertuchi ni la inaugura la película de Bertolucci, sino que es de casi siempre. La poética del desierto, el alma encantada, el Sáhara misterioso, la fascinación erótica, la maravilla del oasis, el miedo al moro, el morbo de África, el cansancio de Occidente, los mitos del refugio simbólico, de la resistencia del modo de vida arcaico ante la civilización y el progreso, del retorno a los orígenes…, toda esta pegajosa construcción ideológica infesta una maraña de productos icónicos, literarios y cinematográficos: el Marruecos de Marlene Dietrich, la Casablanca de Bogart, el Tánger -vivido, revivido, reconstruido- de tantísimos escritores, etc.

Muchas de las anotaciones de Fernández Parrilla iluminan caminos y asuntos ya recorridos (apenas los vislumbran la exigua bibliografía) por otros viajeros de la cultura, entre ciclistas y conspicuos académicos del marroquismo contemporáneo. Pero lo que aporta el autor es un apretado vademécum de temas que el lector avisado puede recorrer y profundizar por su cuenta: cada capítulo es una semilla, un faro, una matrioshka.

A propósito del capítulo más largo (siete páginas) titulado “El pan desnudo. Historia de un libro y de una traducción”, donde vierte algunos comentarios acerca de las carencias de las traducciones del famoso libro de Mohamed Chukri, se me vino a la mente el siempre incómodo Rafael Chirbes, quien había contribuido a la sobriedad marroquista con su pimpante novelita Mimoun (1988); en una anotación de sus Diarios (tomo III), escribe el valenciano sobre Paul Bowles, el recluso de Tánger, la biografía escrita por Mohamed Chukri:

El estilo, el punto de vista desde el que se construye esta biografía, me parecen más bien los de un universitario al que se le ha encargado este trabajo que Chukri firmaría a cambio de algunos francos, o dírhams o dólares que le permitieran subsistir y beber. En cualquier caso, un timo que no enaltece a la editorial Cabaret Voltaire, ni al prologuista, Juan Goytisolo, tan exigente para lo que le conviene denostar.

Chirbes cree que se trata de un falso libro y de un supuesto autor, porque “no encuentro ahí ni su estilo, ni su visión, ni su vino agrio”. No llega tan lejos Fernández Parrilla, pero sí que, refiriéndose a las dos traducciones de las que disponemos en español (la del llorado Djbilou y la reciente de Rajae Boumediane), afirma:

A ambas traducciones les falta la fuerza de su verbo simple y descarnado, la sintaxis recortada, les falta el estilo. Se ha traducido el contenido, pero no su voz. Una voz desolada y poética, que denuncia, conmociona y emociona al mismo tiempo. Siempre me he preguntado cómo Goytisolo (…) no dijo nunca nada de varias traducciones mejorables que ha prologado, entre ellas El pan desnudo.

La producción literaria marroquí escrita en español, uno de los asuntos que ocupa al hispanismo marroquí, le sugiere a Fernández Parrilla esta atinada apreciación: “Un escaso corpus de textos literarios contrasta con un importante, incluso desmesurado, corpus crítico y antológico”, aunque a continuación menciona las muy exitosas obras de autores recientes como Najat El Hachmi, Leila Karrouch o Mohamed El Morabet. En cualquier caso, es imposible indicar en esta breve reseña las muchas puertas que abre el medio centenar de pequeños capítulos de este libro.

Al sur de Tánger es un libro aparentemente chiquito (quizá debido al tamaño de la letra) pero sabio, porque ha sabido transmitir, frente al aluvión de imágenes estereotipadas, una fotografía muy real del Marruecos presente, con una información absolutamente actualizada y una selección preciosa de las culturas de nuestros vecinos, exponiendo un panorama de conjunto inapreciable. Lo ha sabido hacer, además, huyendo de la sequedad, con el gusto y el sabor de una escritura sencilla y elegante. No hay pintoresquismo ni color local, ni arqueología académica, sino un itinerario emocional. El público lector se lo ha agradecido agotando ya varias ediciones, para regocijo y envidia de entendidos y prendados de Marruecos.

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