“Lo que aporta a la ciencia política Joly es la descripción de la democracia desvirtuada. No se trata del totalitarismo clásico sino del cesarismo, el tipo de régimen que se apoya en la voluntad popular”

OPINIÓN. El lector vago
Por 
Miguel A. Moreta-Lara y Julia Moreta del Pino

03/02/25. 
Opinión. El escritor Miguel A. Moreta en su colaboración con EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com de esta semana escribe sobre los escritores Maurice Joly y Jean- François Revel: “El modelo político elaborado por Joly difiere “de la verdadera democracia y de la dictadura brutal”. Lo novedoso de este despotismo moderno es que la confiscación del poder es tolerada por...

...los ciudadanos. Ya no se ejerce la violencia directa sobre los ciudadanos, sino que se burla de sus pasiones políticas, se trastoca sus ideas, se manipula la opinión pública”.

Montesquieu entre Joly y Revel

Un escritor político olvidado

Maurice Joly (1829-1878) es un personaje raro, genial polemista, abogado y autor de un tratado de teoría política de grandísimo interés: Dialogue aux enfers entre Machiavel et Montesquieu, que se publicó anónimo por primera vez en Bruselas (1864). Considerado como una auténtica diatriba contra el régimen de Napoleón III y contra el poder absoluto, Joly fue arrestado, tras haber sido identificado como autor del Diálogo, acusado y condenado a prisión durante dos años.

Joly no cejará en su crítica del poder y publicará otro libelo, absolutamente recomendable y de plena actualidad hoy, más de siglo y medio después de haber sido escrito, titulado Recherches sur l’art de parvenir par un contemporain (París, 1868), obra publicada en español como El arte de medrar: Manual del trepador (Barcelona, 2002). También en esta ocasión, como le ocurrió con su escrito anterior, el autor solo encontró silencio y vacío alrededor, el destino de los rebeldes: tuvo enfrente la crítica de los imperiales y el silencio de los republicanos.


Joly fundó el periódico jurídico Le Palais, que acabó en otro fracaso al enfrentarse en duelo con su principal colaborador. Tras ser detenido durante la Comuna de París, fue absuelto en el consejo de guerra de marzo de 1871 por no haber participado en ella, ya que a pesar de confesarse revolucionario y socialista, se declaraba también furibundo anticomunista. Ninguneado y en la miseria, este solitario pensador acabó suicidándose en 1878 (o asesinado, como narra Umberto Eco en su novela El cementerio de Praga).

La edición belga del Diálogo en el infierno entre Maquiavelo y Montesquieu, introducida en Francia de contrabando en 1864, fue interceptada por la policía y destruida, aunque se salvaron algunos ejemplares. Precisamente uno de estos ejemplares fue plagiado por el mendaz redactor de los Protocolos de los sabios de Sión, un panfleto escrito por la policía secreta zarista que exponía los planes de los judíos para apoderarse del mundo, una teoría conspiranoica que ha tenido enorme fortuna en todo el mundo, sobre todo a partir de 1917, cuando los exiliados rusos la transportan a Europa occidental y es traducida a todos los idiomas. Este plagio del libro de Joly fue denunciado en 1921 por Phillip Graves, corresponsal del Times en Estambul. Y así es como se atrae la atención hacia el olvidado polemista francés y se recupera para el mundo contemporáneo este diálogo ficticio entre El Príncipe de Maquiavelo (1513) y El espíritu de las leyes de Montesquieu (1748).

Joly por Revel

Jean-François Revel (1924-2006) fue un librepensador, periodista, académico, gastrónomo, editor y, en definitiva, un heterodoxo politólogo. Autor de una densa nómina de libros no exentos de polémica, cuya sola enumeración ya da cuenta de un pensamiento muy afilado: El conocimiento inútilNi Marx ni JesúsLa tentación totalitaria, La gran mascarada… Este último ensayo comienza con la frase: “La primera de las fuerzas que dirigen el mundo es la mentira”.


La primera edición francesa del Diálogo en el infierno de Joly fue la de la editorial Calmann-Lévy (Paris, 1948), en la colección dirigida por Raymond Aron, con un prólogo anónimo de Henry Rollin. A Revel le debemos también un sugerente prefacio a la reedición de 1968, en el que ya avisa sobre la diferente recepción de la obra de Joly dependiendo de las fechas y de los contextos políticos:
Debemos felicitarnos de que el Diálogo de Maurice Joly fuera redescubierto y exhumado en 1948 y no durante los años sesenta. Hoy, en efecto, este hallazgo pasaría por una invención, teniendo en cuenta los numerosos pasajes del texto que parecen referirse a la república gaullista.

El lector de 1948 solo vería en el Diálogo una sátira de un caso único (Napoleón III), pero el de 1968 no podía dejar de pensar en una vinculación de Maquiavelo con el Charles de Gaulle de la V República, atribuyéndole un alcance general de teoría política al régimen retratado por el Maquiavelo de Joly. El mismo riesgo corremos con la lectura del texto en este primer cuartol de siglo XXI. Como ha visto Revel, “expone y desarrolla la idea de un despotismo moderno, no comprendido en ninguna de esas categorías dentro de las cuales la historia del siglo XX nos ha enseñado a distribuir los diversos tipos de regímenes posibles”.

El modelo político elaborado por Joly difiere “de la verdadera democracia y de la dictadura brutal”. Lo novedoso de este despotismo moderno es que la confiscación del poder es tolerada por los ciudadanos. Ya no se ejerce la violencia directa sobre los ciudadanos, sino que se burla de sus pasiones políticas, se trastoca sus ideas, se manipula la opinión pública:
Fingirse progresista platónico en el exterior, mientras en el país explota el terror a la anarquía, el miedo al desorden, cada vez que un movimiento reivindicativo traduce alguna aspiración de cambio [...]


Un aspecto ineludible de la lectura de Revel es la reflexión sobre el fascismo y las dictaduras históricas, que contrapone a esta nueva forma de dictablanda y para la que el pensador crea la palabra democradura:
Pretender que un detentador del poder no es un dictador porque no se asemeja a Hitler equivale a decir que la única forma de robo es el asalto, o que la única forma de violencia es el asesinato. Lo que caracteriza a la dictadura es la confusión y concentración de poderes, el triunfo de la arbitrariedad sobre el respeto a las instituciones […]. Más aún, la confiscación del poder, cuando se realiza en tiempo de paz y prosperidad, no puede asemejarse, ni por su intensidad ni su estilo, a una dictadura, instaurada a continuación de una guerra civil, en un país económicamente atrasado y sin tradiciones de libertad.

Para Revel, Maquiavelo es avant la lettre un teórico de los medios de comunicación. El príncipe (el líder o el señor presidente, que decimos hoy) debe ser impenetrable en su verdadero pensamiento. “De este modo -comenta- la versatilidad del jefe, al amparo de su mutismo, parece profundidad, y su oportunismo enigmático, sabiduría; se olvidan los mediocres resultados de su accionar por medio de palabras pomposas, pues se termina por no distinguir una cosa de otra”. ¿No parece que se refiriera a algún líder de la democracia española? Quizá a más de uno…

Esta visión profética es culminante en el tema de la prensa: al despotismo moderno no le conviene eliminar la libertad de prensa sino canalizarla, guiarla y manipularla, llegando el Estado a convertirse en periodista. Si Revel se refiere a la radiotelevisión, ahora podemos afirmar que este tejemaneje se ha elevado al paroxismo con los nuevos gadgets de las redes internáuticas.

Una consecuencia de esto es que uno de los pilares del despotismo moderno es la subinformación: así, cuanto más desinformada está la ciudadanía, menos percibe que está desinformada. Una vez desinformado, el pueblo apoyará el desquiciamiento de las instituciones liberales en el arte de transformar una república en un régimen autoritario y Revel, siguiendo a Joly, menciona, entre otros, estos procedimientos: destrucción de partidos políticos y de fuerzas colectivas, hurtar al parlamento la iniciativa legislativa, politizar el papel económico y financiero del Estado a través de las grandes instituciones de crédito, utilizar los controles fiscales para satisfacer venganzas partidarias e intimidar a los adversarios, hacer y deshacer constituciones sometiéndolas en bloque al referéndum sin tolerar que se las discuta en detalle, exhumar viejas leyes represivas sobre la conservación del orden para aplicarlas en general fuera del contexto que les dio nacimiento, crear jurisdicciones excepcionales, cercenar la independencia de la magistratura, fabricar diputados incondicionales, bloquear la ley financiera por el procedimiento de la depresupuestación, promover una civilización policial, impedir la aplicación del habeas corpus…


En definitiva -concluye-, lo que aporta a la ciencia política Joly es la descripción de la democracia desvirtuada. No se trata del totalitarismo clásico sino del cesarismo, el tipo de régimen que se apoya en la voluntad popular. El prefacio de Revel acaba con esta frase que Joly pone en boca de Montesquieu: “Unos años de anarquía son a veces menos funestos que varios años de silencioso despotismo”.

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