OPINIÓN. Relatos torpes Por Dela Uvedoble
Hilvanadora de historias

31/01/20. Opinión. La escritora Dela Uvedoble continúa su colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com con dos relatos acompañados de una imagen cada uno. Esta hilvanadora de historias nos regala todas las semanas dos textos con su imagen correspondiente dentro de la sección Relatos torpes. Hoy nos ofrece ‘Graduación y ‘Los miauserables’...

Graduación


Su hija iba a ser la primera de la familia en ser universitaria. Estaba orgullosa de su tesón e inteligencia y de haber podido ayudarla a conseguirlo.


Ese día escogió vestido, zapatos, abanico morado y un bolso de corcho. Guiños que su hija entendería.

Sentada entre la exultante concurrencia se abanicaba para bajar las calores propias de la época y de la jodía menopausia.

En el escenario, tras las bandas que debían entregar, se acomodaban la plana de profesores y acólitos de la universidad.

Como es preceptivo cada uno soltó su discurso.

Empezó un catedrático de tal manera:

-“No puedo creer que las preciosas jovencitas que veo aquí vestidas tan elegantemente sean las zarrapastrosas que durante tres años no se han quitado el vaquero roto y las deportivas”.

La primera en la frente, ignorando además la mitad masculina del curso.

-“Quisiera que repitierais la carrera para veros de nuevo así, arregladitas”.


El aleteo violeta del abanico quedó en suspenso. La madre no podía creer lo que oía. A su alrededor nadie se inmutaba sino que asentía. Le dieron ganas de gritar “¡Machista!”, pero su marido le pegó un puntapié.

Pasó a hablar otra honorable recalcando lo bonitas que estaban todas. “Así, con tan buen aspecto os será más fácil encajar en el nicho laboral”.

Mamá explotaba. Papá temía que tronara.

-“La niña debe estar que trina”.
-“¡Calla y no metas la pata!”

El bochorno que le subió desde el vientre no tenía parentesco con sus hormonas.

Hablaron los alumnos usando los vocablos como seguramente no habían aprendido a hacerlo allí.

Puesta su hija ante el atril supo que recogería las perlitas derramadas y haría un collar.

Y no se equivocó:
-“...Pues será nuestra capacidad y la forma de usarla, estando al día en la profesión que hemos escogido sin estancarnos en los conocimientos aquí recibidos, lo que hará posible ingresar en el mercado laboral y permanecer en él. La apariencia nos precede aunque la mejor carta de presentación serán los modos. Y los hechos el ancla”.

El párrafo eclipsó su palabra de honor rojo. Hermosa y fuerte aunque se cubriera con un saco.

Alma mater quedó en madrastra.


Los miauserables


Malviven en las calles gatos transparentes como el cristal. Ignorados se refugian de la lluvia en un derribo o bajo los coches, a veces en su engranaje, buscando calor y hallando la muerte.

Esqueléticos, enfermos, costrosos... conformando una Corte de los Milagros desperdigada y paria.

Cuando era niña una tarde volviendo del colegio vi como una vecina fregaba el portal. Me extrañó su diligencia pues era poco hacendosa, entonces caí en que era sangre lo que recogía. En un rincón una pulpa informe yacía cubierta de serrín.

-“¿Ca pasao?”, pregunté.
-“Ná, -dijo nerviosa- un borracho cá vomitao” y me tapó la vista con su cuerpo.

Mucho después supe que lo que estaba haciendo era ocultar que su padre había matado a un gato a patadas, ayudado con el chuzo de colgar las jaulas. Ese psicópata además pegaba y vejaba a su familia que incomprensiblemente le seguía venerando. 

Terminó asfixiado por un cáncer de pulmón liberando al mundo de un ser que sólo dio quebranto al prójimo.

En todo maltratador veo su cara, cebarse con un animal siempre es preludio de avasallar a un humano.

Esta maldad apenas se compensa con buena gente que carga con la responsabilidad de cuidar a los compañeros de planeta. Las instituciones suelen entorpecer su labor más que ayudarlas, ofrecen como “solución definitiva” la creación de perreras donde eliminar a los que “sobran” como tiempo atrás se hizo con personas de “otras razas”.

Hasta se permiten ridiculizar a quienes defienden el mundo animal, tal vez desconociendo que nosotros somos una especie más y que el día que desaparezcan las que “estorban” firmaremos nuestro ocaso.

Boquearemos todos como mi maldito vecino.

Puede leer aquí anteriores entregas de Dela Uvedoble:
- 24/01/20 ‘Pedro Pan’ y ‘Ataduras’
- 17/01/20 ‘La sota de bastos (1905)’ y ‘Todo calculado’
- 10/01/20 ‘Sueño oriental’ y ‘Donde las dan...’
- 20/12/19 ‘Cifras y letras gordas (1985)’ y ‘Buenanoche (Un corralón de Málaga, 1910)’
- 13/12/19 ‘Ojos apropiados’ y ‘Aquellas navidades (1973)’
- 10/12/19 ‘Dientes, dientes’ y ‘Transición (1978)’
- 29/11/19 ‘Purísimo’ y ‘Genio y figura’
- 22/11/19 ‘El mote’ y ‘Templada sabe mejor’