OPINIÓN. Relatos torpes. Por Dela Uvedoble
Hilvanadora de historias

21/02/20. Opinión. La escritora Dela Uvedoble continúa su colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com con dos relatos acompañados de una imagen cada uno. Esta hilvanadora de historias nos regala todas las semanas dos textos con su imagen correspondiente dentro de la sección Relatos torpes. Hoy nos ofrece ‘Morado y carnal (1932)’ y ‘Carnestolendas (2020)’...

Morado y carnal (1932)


-“Mascaritas, ¿que lleváis en la cestita?”.


Los niños Pera se metían con dos bonitísimas muchachas ataviadas con delantal ceñido y cofia de blonda, rodeados los hermosos ojos por un antifaz.

Los labios risueños no se achantaban, “Esta vacía... ¿no ven ostedes que vamo por mandaos?”.

-“¿Y a como está el conejo?”, pinchaban los guasones.
-“A ese lo llevamos aquí “, dijeron levantándose un poco las faldas, “¡¿no veí loh bigote?!”.

La gente celebró la salida desvergonzada de las mozuelas que tomaron el camino hacia el Casino Perchel. Ellos las siguieron hasta la misma puerta pero desistieron al enguipar los tipos que pululaban dentro, fieros mozos de presta faca.

Aún así se atrevieron a gritarles:
-“¡Niñas, si queréis pollo nos dejamo desplumá!”.

Risotadas y miradas oscuras les subieron los cataplines al pescuezo pero remontaron el ánimo diluyéndose en la jarana que envolvía la ciudad.

El Círculo Mercantil era su hábitat pese a que pensaban sin decirlo que a las criaditas percheleras les sobraba el salero que faltaba a las niñas bien.

Ya las tenían muy vistas a pesar de que cada año sus disfraces opacaban al del anterior en competición sibilina entre ellas mismas, exhibiéndose en el teatro Cervantes durante el Baile de la Prensa.

Decir tiene que en esos días se desataban un poco y el aluvión de gente favorecía el acercamiento. El derrocamiento del corsé permitía que el roce fuera más suculento sin su coraza de por medio. No llegaba la sangre al río porque el entusiasmo se  apagaba con un “no me aprietes más, Vicente, que me arrugas los tules” o el más temido, “mamá vigila” que enfriaba al más bragado.

Los señores, envalentonados con champán, decidieron volver a por las doncellitas. Se pertrecharon para la conquista con sendos pomitos de claveles, guardaron las corbatas, se alborotaron el pelo y dejaron los sombreros en el guardarropa.

Hallaron en su apogeo el casino del barrio, relumbrando las dos castizas rodeadas de babosos.

-“Os conviámo a gaseosa” fue el rompehielos.
-“Se acepta”.
-“Prendeos estos ramilletes para que se chuchurran de envidia, diosas”.
-“¡Valiente con loh pollo, que pico gastan!”.
-“¿Nos habéis reconocido?”.
-“No ha nacío quien se la pegue a lah perchelerah”, sonrieron picaronas.

Marcharon los cuatro perdiéndose entre bullicio y coplillas con retranca.

Juventud y libertad no entienden de clases.


Carnestolendas (2020)


El centro anduvo estos días enfebrecido, virus aparte. Por sus calles se cruzaban los primeros disfraces de carnaval con hombres blandiendo capullos envueltos en celofán y bandadas de forofos venidos por la Copa del Rey, a pesar de beber a morro.

Sin olvidar las turbas de los cruceros. Nunca Málaga fue ciudad más abierta de morro.

Ya no necesitamos un periodo fijo de excentricidades, es menú del día. Demasiados llevan todo el año la máscara puesta, a saber si por perfidia o como escudo.

La iglesia fijó en esta época, coincidiendo con la renovación de la vida, un periodo de desmadre, una válvula que eliminara presión y finiquitara con la imposición de la ceniza agorera para seguir asustándonos.

Anarquía fungible.

Las alumnas de colegios monjiles pensaban que era polvo de sores muertas, lo que daba morbo a la humillante ceremonia. Otras, más prosaicas, las ubicaban en el cenicero del cura. La verdad decepcionaba: son cenizas de las palmas paseadas el último domingo de Ramos.

Pero pecar es estar viva y justifica ferozmente los terrales del infierno, “¡pequemos, pequemos, que ya purgaremos!”. Aquí o más allá.

Jugar a ser cualquier otro revela la necesidad de mudar pellejo como la serpiente para seguir creciendo.

El cangrejo ermitaño, nada más nacer, se protege el abdomen con una concha y la cambia cuando encuentra otra que oculta mejor su debilidad.

Los humanos, cuando la piel nos limita, buscamos cuerpo ajeno que colonizar.

Carnaval, carnaval.


Puede leer aquí anteriores entregas de Dela Uvedoble:

- 14/02/20 ‘Amor memorable (1950)’ y ‘Sexo, autoengaño y Tinder’
- 07/02/20 ‘Medio médium’ y ‘Abierto por obras’
- 31/01/20 ‘Graduación’ y ‘Los miauserables’
- 24/01/20 ‘Pedro Pan’ y ‘Ataduras’
- 17/01/20 ‘La sota de bastos (1905)’ y ‘Todo calculado’
- 10/01/20 ‘Sueño oriental’ y ‘Donde las dan...’
- 20/12/19 ‘Cifras y letras gordas (1985)’ y ‘Buenanoche (Un corralón de Málaga, 1910)’
- 13/12/19 ‘Ojos apropiados’ y ‘Aquellas navidades (1973)’
- 10/12/19 ‘Dientes, dientes’ y ‘Transición (1978)’
- 29/11/19 ‘Purísimo’ y ‘Genio y figura’
- 22/11/19 ‘El mote’ y ‘Templada sabe mejor’