OPINIÓN. Relatos torpes. Por Dela Uvedoble
Hilvanadora de historias

17/04/20. Opinión. La escritora Dela Uvedoble continúa su colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com con dos relatos acompañados de una imagen cada uno. Esta hilvanadora de historias nos regala todas las semanas dos textos con su imagen correspondiente dentro de la sección Relatos torpes. Hoy nos ofrece ‘Antoñito busca novia (1949)’ y ‘Tita Concha (1960)’...

Antoñito busca novia (1949)


“No es cosa baladí la elección de esposa. Debe ser discreta, afable. Risueña sin aspavientos. Casera pero dispuesta a cumplir con mis compromisos hecha un pincel.

Que no sea callejera. Ya le pondré criada que venga alguna mañana y haga los mandaos, que es bueno que ella se quede bregando en la casa y mirando por mi hacienda.

Limpia de cuerpo y alma. Generosa sin mano rota. Piadosa sin besar pilas.

Por supuesto bonita, que menda tiene que verla todos los días. Fina pero fuerte, una mala salud merma bolsa y alegría.

Que quiera a Mamá como yo mismo porque será la autora de mis días quien le dé el visto bueno, faltaría más.

-“Sánche, ere tú mu xigente, que casamiento y mortaja… der sielo bajan”, dicen mis compañeros de oficina.

Muchachas bonitas las hay a cientos, ahora, que no desmerezcan a mi lado es otra cosa.

Que uno no puede ir por ahí del brazo del primer bombón que se rinda ante un “que ojazos me gasta usté”. Porque luego pasa lo que pasa. Y si no es pasa, son higos.

En los bailes me presento con todo mi empaque y educación.

-“Buenas tardes señorita, me llamo Antonio Sánchez, funcionario con buen sueldo, soltero por mi fortuna. Vivo con mi madre en un principal de nuestra propiedad, con tres balcones y un cierro a dos calles, ¿quiere usted bailar conmigo?”.

Si acepta de primeras malo. Demasiado ligera me parece. Si dice que no, me molesta el poco aprecio y la dejo ir por siesa.

Mamá me presenta a las hijas de sus amigas de misa de ocho. Todas pías, con bigote y rodilleras del mucho rezar. Yo le digo “Mamá, ¿no ve usted que no cuadran con mi apostura?”

Y así me veo a mis cuarenta y nueve abriles, solterito y como el casto José.

Quizá, si las mujeres no fueran tan, como diría yo… tan mujeres, encontraría mi media naranja.

Mamá el otro día me dijo “Antoñito hijo, tal vez lo que debas buscar sea tu medio limón”.

El Señor no ha querido que conservara sus luces, pobrecita mía”.


Tita Concha (1960)


Nadie la vio jamás de trapillo, siempre correcta de la cabeza a los pies. Prueba de ello da una anécdota familiar que cuenta como al ponerse de parto una de sus sobrinas estando solas las dos, no arrancaron al hospital hasta que no calzó sus mitones y el sombrero, por más que la parturienta diera alaridos de fiera.

“Lo primero es lo primero” dicen que dijo, “no voy a salir a la calle echando faltas”.

A caballo entre dos provincias desde que enviudara siempre viajaba con dos baúles, tres maletas y dos bolsos. Lo indispensable para pasar un mes.

Tenía un lustroso abrigo de astracán negro que la hacía más gruesa aún de lo que era. Escalofrío da pensar la de nonatos corderos que llevaba encima. En invierno usaba manguito aún en plenos años cincuenta.

Está claro que la trajeron al mundo equivocándose de época.

Tuvo un solo hijo. Niño de sus ojos, educado exquisitamente en los mejores colegios.

Tirando a rojo le salió a pesar de las ínfulas aristocráticas de su madre. Pensaba libremente, pedía pan y libros para el pueblo.

Murió, según le dijeron, de tifus, encerrado en una cárcel miserable.

Dejó novia que le lloró como viuda y que al cabo se rehizo.

Convirtió su habitación en un oratorio lleno de santos, altares, flores de plexiglás y puntillas, justo lo que él combatió pero así aliviaba su alma. Culpable se sentía de haber criado al niño tan suelto.

Ya muy mayor, casi ciega por la diabetes e impedida se fue a vivir con un hermano y su familia. Amontonados quedaron los santos y los recuerdos en un húmedo cuartillo de la casa.

Murió poco después y los sobrinos se repartieron como buitres los despojos.

La buena vajilla, las colchas adamascadas, alguna alhaja.

Nadie quiso los papeles del muerto.

Años después una sobrina preparando boda encontró su diario. Lo leyeron encontrándolo tan subversivo que decidieron esconderlo, les daba cosa quemarlo.

El noviote cuando se enteró, sin ojearlo siquiera, montó en ira y los tachó de imprudentes. En un bidón que tenían por allí los albañiles le prendió fuego.

Quizá destruyera  a otro Hernández o un Lorca.

Eso nunca lo sabremos.

Puede leer aquí anteriores entregas de Dela Uvedoble:
- 03/04/20 ‘Ardiente fe’ y ‘Aprovechando’
- 27/03/20 ‘Raro domingo’ y ‘Hilo’
- 20/03/20 ‘El tiro por la culata’ y ‘Amantes de papel’
- 13/03/20 ‘Simple future’ y ‘De negros y fetiches’
- 06/03/20 ‘Primera y última (1950)’ y ‘Error de embalaje’
- 02/03/20 ‘Blas Infante’ y ‘Amo’
- 21/02/20 ‘Morado y carnal (1932)’ y ‘Carnestolendas (2020)’
- 14/02/20 ‘Amor memorable (1950)’ y ‘Sexo, autoengaño y Tinder’
- 07/02/20 ‘Medio médium’ y ‘Abierto por obras’
- 31/01/20 ‘Graduación’ y ‘Los miauserables’
- 24/01/20 ‘Pedro Pan’ y ‘Ataduras’
- 17/01/20 ‘La sota de bastos (1905)’ y ‘Todo calculado’
- 10/01/20 ‘Sueño oriental’ y ‘Donde las dan...’
- 20/12/19 ‘Cifras y letras gordas (1985)’ y ‘Buenanoche (Un corralón de Málaga, 1910)’
- 13/12/19 ‘Ojos apropiados’ y ‘Aquellas navidades (1973)’
- 10/12/19 ‘Dientes, dientes’ y ‘Transición (1978)’
- 29/11/19 ‘Purísimo’ y ‘Genio y figura’
- 22/11/19 ‘El mote’ y ‘Templada sabe mejor’