Hay muchas formas de contar las cosas, infinitas de entenderlas

La verdadera y real situación de la sanidad en Málaga

“Hay que comprender
que jugamos, sanitariamente hablando, en la liga de Rumanía, Eslovaquia o Letonia en cuanto a indicadores. Que existen responsables de que esta situación sea y continúe así

La oferta de camas hospitalarias en Málaga es muy inferior a la media andaluza y no digamos a la española o a la europea. Donde la diferencia en camas por habitante se convierte en abismo. Málaga tiene el dudoso honor de ser la última provincia de España en este indicador sanitario (cifras de 2018). Tenemos 15 camas por cada 10.000 habitantes, frente a las 18 de Andalucía y las 20 de España. Sería casi mejor no citar las 43 de Grecia, las 62 de Bélgica, las 65 de Francia o las 83 de Alemania, que juegan en otra división

Podríamos empapelar las paredes de una galería de arte con imágenes más cercanas al tercer mundo que al primero, donde se supone que vivimos, si nos llevásemos una reflex a una urgencia en Málaga estos días y nos diese por vulnerar la intimidad de los enfermos. Imágenes de angustia, de desesperación, de hastío y de resignación, tanto de esos abuelitos, que suelen ser los tristes protagonistas en estas circunstancias, como de sus familiares

OPINIÓN. El ademán espetao. Por 
Jorge Galán
Artista visual y enfermero

22/01/20. 
Opinión. El creador Jorge Galán publica en su colaboración en  EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com una extraordinaria visión real y cercana, de primera línea por su cotidianeidad en el día a día de la sanidad en Málaga, de la infame situación de los hospitales malagueños, de la falta de camas, de los enfermos en los pasillos, del dolor: “El brote anual de gripe que estamos viviendo (nada nuevo) está haciendo...

...agudizarse un problema que se ha vuelto ya persistente y endogámico: la falta de camas hospitalarias en la sanidad pública malagueña. Esta carencia, que tampoco es nueva, sitúa a nuestro municipio en una situación lamentable. Curioso dato en una ciudad que alardea de ser capaz de albergar cientos de miles de turistas con su oferta hotelera, impertinente pero necesaria comparación; para ellos rara vez faltan camas”.

Dar desazón por descanso

Todos conocemos el aforismo "dar gato por liebre" y todos estamos de acuerdo en que su sentido apunta hacia el engaño. Engaño para darle a alguien de mala fe un artículo o servicio de inferior calidad a lo que se había pagado o contratado. El título de este artículo pretende ser análogo a este popular refrán, pero extendiendo su semántica a sensaciones, y no tanto a mercancías.


Existen numerosas formas de que el descanso se convierta en zozobra. A veces puede ser una habitación ruidosa en la noche, puede ser una mala conciencia por algo que se ha hecho indebidamente, puede ser la propia víspera de un acontecimiento relevante, como un examen, una prueba, un viaje o una simple alteración en la rutina. También, a veces, un dolor o una patología pueden convertir una plácida sensación de sosiego en un suplicio.

El descanso aparece de la mano de la seguridad y la confianza, de la certidumbre y la familiaridad, de la tranquilidad y también a veces, de la intimidad. Por el contrario, innumerables circunstancias pueden favorecer la conversión de lo placentero en desagradable, el descanso se esfuma como un azucarillo cuando aparece la duda, la desconfianza, la sospecha, la incomodidad o el temor.


https://youtu.be/GtQHp76Yr84

Estamos describiendo procesos de transformación de sensaciones, sin mencionar, hasta ahora, su mecánica de producción. Esta cuestión pasa a ser bastante más relevante cuando ésto no sucede por naturaleza o por casualidad, sino que existe algún ente (por no llamarlo desgraciado) que se encarga de promocionar que ésto suceda así. Nos falta pues, el sujeto para conjugar el verbo dar, y así completar la aclaración del título.

Me refiero, concretamente, al último ejemplo de los anteriores, la patología o el dolor. Constituyen ya por sí mismos, un elemento de transformación del descanso en desazón, de producción de fragilidad, desasosiego y miedo. La situación se vuelve mucho más compleja cuando el mecanismo que incorporamos para suavizar estos contratiempos, actúa de forma inversa, multiplicando los efectos negativos, en lugar de moderarlos.

Se regala desazón por descanso, como una burla a la dignidad de la persona, cuando ya enfermo, te obligan a soportar horas (en ocasiones días) esperando, postrado en una camilla en las urgencias de un centro hospitalario -además atestadas de gente- antes de ingresarte en una habitación y acomodarte en una cama, tal y como está ocurriendo en los hospitales de nuestra ciudad.

El brote anual de gripe que estamos viviendo (nada nuevo) está haciendo agudizarse un problema que se ha vuelto ya persistente y endogámico: la falta de camas hospitalarias en la sanidad pública malagueña. Esta carencia, que tampoco es nueva, sitúa a nuestro municipio en una situación lamentable. Curioso dato en una ciudad que alardea de ser capaz de albergar cientos de miles de turistas con su oferta hotelera, impertinente pero necesaria comparación; para ellos rara vez faltan camas.

Una camilla no es cómoda. Como todos sabemos, su función es meramente de traslado. No está pensada para una estancia prolongada. Cualquiera que haya tenido la desgracia de disfrutar de una camilla de hospital unas cuantas horas, sabrá con certeza que esa fina colchoneta acaba en un rato moliéndote los huesos de la espalda y la cintura. Terminas no sabiendo de qué postura ponerte. Si a ésto le sumamos el dolor o las molestias propias de las patologías, el ruido y el calor por el hacinamiento de enfermos y familiares, el aire viciado que se respira, la falta de espacio o la respuesta insuficiente de equipos de sanitarios desbordados de trabajo, acabamos convirtiendo una sala de policlínica de urgencias en una mazmorra medieval de tortura, tanto física como psicológica.

Hemos conocido estos días, por las denuncias publicadas de varios sindicatos, demoras en las urgencias de hasta 47 horas para ser encamado, casos concretos de enfermos oncológicos de 23 horas de espera en policlínica (rodeados de enfermos de gripe), innumerables situaciones incómodas, riesgos innecesarios, circunstancias surrealistas, aislamientos respiratorios a base de mamparas -como pequeñas camas balinesas traídas de los mundos de Dalí-, y un sinfín de dificultades en la atención en semejantes condiciones con la consiguiente pérdida de seguridad en las actuaciones de los propios profesionales sanitarios. A menudo, parecemos camareros de un chiringuito abarrotado en verano, sorteando a la gente a nuestro paso, pero en vez de poner cañas servimos analgésicos y antibióticos. Un largo etcétera de imprevistos suceden en estas situaciones de saturación, que ni siquiera son o serán nunca publicados en ningún medio gráfico y que sólo testigos de este averno nos lo llevamos a casa grabado en la retina, muchas veces en el corazón.


Podríamos empapelar las paredes de una galería de arte con imágenes más cercanas al tercer mundo que al primero, donde se supone que vivimos, si nos llevásemos una reflex a una urgencia en Málaga estos días y nos diese por vulnerar la intimidad de los enfermos. Imágenes de angustia, de desesperación, de hastío y de resignación, tanto de esos abuelitos, que suelen ser los tristes protagonistas en estas circunstancias, como de sus familiares.

La oferta de camas hospitalarias en Málaga es muy inferior a la media andaluza y no digamos a la española o a la europea. Donde la diferencia en camas por habitante se convierte en abismo. Málaga tiene el dudoso honor de ser la última provincia de España en este indicador sanitario (cifras de 2018). Tenemos 15 camas por cada 10.000 habitantes, frente a las 18 de Andalucía y las 20 de España. Sería casi mejor no citar las 43 de Grecia, las 62 de Bélgica, las 65 de Francia o las 83 de Alemania, que juegan en otra división.

La crisis y los recortes sirvieron, entre otras muchas cosas, para ésto, para reducir camas, personal y recursos en la sanidad pública malagueña, ya históricamente escasos, y aún seguimos en esta situación lastimosa, que no sirve, en esta ocasión, para transformar el descanso en desazón de ningún político al uso, ni de los de antes ni de los de ahora...

Hemos perdido desde 2012 casi 400 camas. Aproximadamente las mismas que nos harían falta para alcanzar la media andaluza, o lo que es lo mismo; un hospital como el Clínico. Para llegar a la media nacional nos harían falta unas 800 camas, o un hospital como el Regional Carlos Haya. Mientras tanto, seguiremos esperando pacientemente que recientes infraestructuras como el Valle del Guadalhorce de Cártama, publicitado a bombo y platillo en su día, siga con las camas de hospitalización acumulando polvo en plantas cerradas.

Pero hay más datos que concurren para acrecentar el problema en el mismo sentido: Málaga es la provincia con mayor crecimiento de población de Andalucía, ha crecido hasta los 1.660.944 habitantes en los últimos años (datos de INE 2019), mientras que las camas han descendido. Es decir, hay muchos más residentes en la Costa del Sol con menos camas a su disposición. A veces se nos llena la boca cuando aludimos a la calidad de vida que disfrutamos al vivir en Málaga, en tales condiciones, sería mucho más justo adosar alguna frase adverbial temporal como: mientras estés sano...

Pero no queda aquí, podemos seguir añadiendo perlitas hasta caer en la depresión; la penúltima provincia en ratio enfermero-habitante del país, con 328 por 100.000 habitantes (sólo nos supera Granada con 325) frente a los 546 de media nacional o 711 de media europea (más del doble). Podemos seguir; la provincia de Andalucía que más empleo público sanitario ha destruído, provincia con mayor ratio de agresiones por sanitario, segunda comunidad con mayor ratio paciente por médico en atención primaria, etc, etc, etc... estamos los últimos en casi todo y sin exagerar, cosa que nos gusta por aquí.

Debe existir, aparte del virus de la gripe, otro brote macabro de un virus X aún pendiente de estudio, que se propaga selectivamente por los cargos directivos y gerencias de los citados hospitales y del S.A.S. Que afecta a la memoria y al raciocinio con una virulencia endiablada, pues en estos días no dejamos de escuchar (pese a tan aplastantes y evidentes datos) que la situación es normal, que todo funciona estupendamente y que las situaciones de saturación de las urgencias son siempre puntuales, habitualmente puntuales.

Esta nueva y desconocida mutación afecta rápidamente al habla y al discurso de estos directivos, incorporando una indolente y negacionista visión de las deficiencias para solucionar los problemas de salud, que pasa por tratar cualquier certidumbre (denunciada hasta el hastío por unos sindicatos delirantes que se inventan un mundo paralelo) de una forma indiferente y basada en el desmentido, más propia de políticos que de gestores. Sigamos disfrutando de la era de la posverdad en nuestro sistema sanitario (o más bien de la posmentira). Hemos encontrado, no sin esfuerzo en Almargen, en casa de Frasquita, una prima suya que recuerda haber oído una vez que nuestro servicio de salud reconocía una situación de saturación o de colapso en los hospitales, pero ya no recuerda -nos comenta- si fue en la década de los 70 o los 80, antes de que nos tranfiriesen las competencias sanitarias.

Alguna otra cepa de este nuevo brote mutante también ataca periodistas, debe haber encontrado algún mecanismo de contagio entre los despachos de sendos ámbitos laborales, a través de alguna cloaca que los comunica, ya que misteriosamente, se han sumado a la propagación de las ideas negacionistas de los primeros, dando cabida en sus gacetas semejantes alucinaciones sin pestañear, y priorizando, como de costumbre, la incorporación de alguna máquina nueva muy cara y muy bonita, frente a la esperpéntica situación que se vive en nuestra sanidad pública. Allá cada cual con su idea de periodismo.

Hemos podido también comprobar cómo se puede solucionar un problema estructural de semejante calibre con una mínima respuesta, apenas 12 camas más en el Civil, 30 en el Materno, 3 médicos, 5 enfermeros, 5 celadores, 3 limpiadores y 7 auxiliares contratados en el Clínico, dando un ejemplo de gestión eficaz donde los haya; ni MacGyver en su buena época de creatividad arreglaba tanto con tan poco.

Esperemos que los científicos encuentren pronto una curación adecuada para estas nuevas mutaciones del virus X, que sea algo más efectiva que los antivirales que nos vendió nuestro amigo Rumsfeld para la gripe A en cantidades industriales (para eso sí que hay pasta) tras el circo que se montó en México hace unos años. De tal forma que se reduzcan y desaparezcan los síntomas neurológicos y psicológicos en los dirigentes afectados, ayudándonos a todos a ver la realidad tal como es, despojándola de mentiras e incertidumbres.

Tal vez entonces comprenderemos que jugamos, sanitariamente hablando, en la liga de Rumanía, Eslovaquia o Letonia en cuanto a indicadores. Que existen responsables de que esta situación sea y continúe así. Que la experiencia de calidad del usuario o paciente en el ámbito de la salud depende de muchos más factores que el meramente económico o coste-efectivo. Que las instituciones nunca pueden contribuir a acrecentar los efectos negativos de las patologías. Que lo económico no desplace a lo humano como centro del sistema de salud. Que abandonemos ya aforismos que no hacen honor a la realidad, como que tenemos una sanidad pública fantástica-chachi-piruli, porque no es así (a los datos me remito) y nos dediquemos a defenderla de verdad, porque si aún sigue siendo eficiente, es gracias a miles de profesionales que se dejan la piel cada día en su trabajo, a pesar de sus tercermundistas condiciones laborales. Y en definitiva, que no se puede dar gato por liebre, ni se puede dar desazón por descanso, cuando uno acude a solucionar sus problemas de salud a un centro sanitario y en lugar de encamarte, te encamillan.

Puede leer aquí anteriores entregas de Jorge Galán:
- 08/01/20 ¿Bailar pegados es bailar?