Hay muchas formas de contar las cosas, infinitas de entenderlas

La verdadera y real situación de la sanidad en Málaga contada desde dentro

Málaga es la última provincia nacional en ratio cama/habitante con 15 camas por cada 10.000 habitantes. En Francia es de 65

Los sindicatos
denuncian esperas de hasta 58 horas en la urgencia del Clínico para subir a planta. Parece que las cifras de la semana pasada van quedando tristemente superadas

Seguiremos, en la siguiente cita con el seguimiento del brote de gripe y sus consecuencias. Mantendremos los dedos cruzados para que no nos llegue aquí el coronavirus chino

OPINIÓN. El ademán espetao. Por 
Jorge Galán
Artista visual y enfermero


27/01/20. Opinión. El artista visual Jorge Galán, que también trabaja en un hospital de Málaga, nos habla en su colaboración con EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com del colapso de los servicios de urgencias de los hospitales malagueños motivado, entre otros factores, por la falta de camas: “Este déficit produce que, ante cualquier pico mantenido de asistencia (como la gripe), las urgencias se colapsen,...

...ya que no suben los pacientes a las plantas por ausencia de sitio libre (...) Hemos podido ser testigos de nuevas denuncias sindicales esta semana en la prensa local, concretamente de CSIF, la semana pasada fueron SATSE y Sindicato Médico, esta vez denunciaban esperas de hasta 58 horas en la urgencia del Clínico para subir a planta”.

Dar desazón por descanso II

Continuamos con la evolución del brote de gripe. El frío y las últimas lluvias no hacen más que llevar clientes acatarrados a los servicios de urgencias de los hospitales, entradas que no cesan, aparte del resto de urgencias habituales. En esta segunda entrega trataremos otro de los inconvenientes que ocasiona la carencia de camas hospitalarias en la provincia de Málaga, no ya el exceso de horas para subir a planta de pacientes en el área de policlínica, sino la atención en el área de observación de pacientes también en camilla, las denominadas camillas X. Dejaremos para una tercera parte, un factor ubicado en la otra cara de la moneda y que actúa de forma sinérgica para que, en multitud de ocasiones, las urgencias hospitalarias parezcan una calle del centro en la feria de día: el mal uso que se hace hoy en día de ellas por gran parte de población.


En la primera entrega de Dar desazón por descanso hablamos del principal factor causante de toda esta problemática; la carencia en infraestructuras hospitalalarias y de camas en Málaga. Quiero recordar uno de los datos más contundentes sobre ésto: somos la última provincia nacional en ratio cama/habitante con 15 camas por 10.000 habitantes.

Este déficit produce que, ante cualquier pico mantenido de asistencia (como la gripe), las urgencias se colapsen, ya que no suben los pacientes a las plantas por ausencia de sitio libre. Por desgracia, las urgencias no tienen horario comercial, no dejan de entrar enfermos las 24 horas del día. Es una idea muy simple y fácil de entender por cualquiera, tal y como estamos viendo con el paso de Gloria por nuestro país, los embalses abren sus compuertas para evacuar agua ante las previsiones de aumento de caudal de los ríos. Si no evacuaran, nos quedaríamos con unos cuantos pantanos menos, y posteriormente con inundaciones dantescas. Es cierto que los picos de asistencia en las urgencias no son tan nítidamente predecibles como los caudales, pero aquí el mecanismo de evacuación no es tan sencillo como abrir una compuerta, las inundaciones nos mojan el trasero de forma habitual.


https://youtu.be/BE5VmoMYdqc

Hemos podido ser testigos de nuevas denuncias sindicales esta semana en la prensa local, concretamente de CSIF, la semana pasada fueron SATSE y Sindicato Médico, esta vez denunciaban esperas de hasta 58 horas en la urgencia del Clínico para subir a planta. Parece que las cifras de la semana pasada van quedando tristemente superadas. Lo más positivo es que también se hacen eco y enfatizan (por fin) en el nuevo desmentido de la institución, que insiste en que la situación es normal, lo que llamábamos con sarcasmo virus X en el anterior artículo. Al mismo tiempo declaran, con cierta torpeza, que con las altas de hoy habrá camas libres para que los pacientes pasen a planta. Es de primero de psicología, que estás adminitiendo el problema veladamente aunque lo niegues. Parece que, poco a poco, remiten los síntomas de delirio que provoca el virus X en algunos. Sin embargo, aún queda mucho para encarar el problema con la suficiente honestidad y entidad que merece para solucionarlo. También el sindicato se ha referido a la situación de saturación en el área de observación, con hasta 7 camillas añadidas o camillas X. Y por primera vez, han exigido que se abran las plantas cerradas en el Guadalhorce. Ya era hora! Parece que ha surgido algún rayo de luz en todo este asunto, y no viene por Antequera.

Por otra parte SATSE publica en medios digitales que lo peor está aún por llegar. Ha denunciado la aparición de problemas de saturación y colapso en los servicios de urgencias de centros hospitalarios de 11 comunidades autónomas (incluída obviamente la nuestra) por la falta de suficientes recursos humanos y materiales para atender a la creciente demanda asistencial motivada por la gripe. Una situación que se repite cada año. Los problemas de saturación se están ya produciendo, pese a que la tasa global de incidencia de gripe esta semana es de 105,9 casos por 100.000 habitantes. Se produce un incremento significativo respecto a la semana pasada, pero no estamos aún en rojo, lo que complicará aún más la situación. A nivel nacional, se señala un nivel de intensidad de actividad gripal bajo, pero sin embargo un nivel de difusión extenso y una evolución creciente.

La saturación que se produce en las urgencias hace que, poco a poco, se ubiquen pacientes en camillas ante la ausencia de camas. Por un lado, pacientes estables quedan en el área de policlínica, junto a las patologías convencionales, en espera de su ingreso en planta. Pero según las condiciones de salud del paciente, si está inestable o reviste mayor entidad o gravedad, se produce otra consecuencia asociada a esta falta de camas: las camillas X, pacientes que por su estado comprometido, pasan -pero sin abandonar la camilla- a un área de observación ya completa en ocupación, donde se precisan cuidados y tratamientos de forma intensiva.

En el pabellón antiguo del Regional, por sus condiciones de espacio, se puede ubicar un cuarto paciente encamado en las habitaciones de tres camas (a los pies de los otros, justo debajo de la TV). En cierta medida, son algunos huecos más, que momentáneamente pueden aliviar las urgencias de espacio. Digamos que el problema no se arregla, pero se reparte. En el Clínico, por sus condiciones arquitectónicas, ésto es imposible, por lo que el colapso redunda siempre en las urgencias.

Cuando las observaciones de urgencias se colapsan con ocupación plena y la presión asistencial continúa, los pacientes se acoplan en camillas X. Tenemos especial aberración por ellas. Es como si a un policía le pones más distritos que vigilar, a un camarero, más mesas que atender, a un juez, más expedientes que resolver o a un jardinero, más parques que podar, de los que habitualmente puede laborar con una exigible profesionalidad. Pero la diferencia es que en este caso, no son árboles ni expedientes, el objeto de trabajo son personas enfermas que sufren y que se quejan,  tanto de su incómoda estancia en la camilla como de la demora que pueda existir en solucionarles los problemas que traen por el exceso de trabajo.

En ocasiones, entramos en la observación preguntando si hay camillas X a los que terminan su turno, buscando un consuelo momentáneo que nos anime a seguir afrontando la jornada con normalidad, con serenidad y con humor, con la tranquilidad que cualquier trabajo se merece. Deseamos inocentemente que nuestros propios compañeros no nos auguren otra jornada insufrible antes de empezar; porque se te borra la sonrisa (al que la trae de casa) en un santiamén.

Las camillas X se colocan en un pequeño espacio casi ocupando el pasillo que comunica toda la observación de urgencias, junto a las camas más próximas a éste. A veces, en un gesto de frustración no digerida o un intento inane de protesta, las separamos de la última cama un poco más, para poder abordarlas por ambos lados sin que la cortina de separación de la última cama nos esté lamiendo la cara continuamente, ésto, que parece tan nimio, es incompatible con el paso del resto de camas por el pasillo central de la observación. Comienza entonces una guerra surrealista y absurda entre nosotros, que separamos la camilla cada vez que vamos a abordarla, y los celadores, que cuando van a pasar con otra cama, la vuelven a pegar porque les estorba.

El principal problema de esta situación de las camillas X, aparte del mayor número de enfermos que se tienen que atender y la sobrecarga de trabajo consiguiente, no es tanto de aglomeración y de espacio, como ocurre en la zona de policlínica, sino de pérdida de condiciones de seguridad en la atención de estos pacientes en camilla, no olvidemos que estos enfermos necesitan una mayor cantidad de cuidados por su condición inestable al entrar a observación.

Esta pérdida de seguridad engloba muchos aspectos. El principal es que una cama articulada y mecanizada de hospital está preparada para la atención intensiva; se puede modificar la postura del paciente a voluntad y rápidamente, por ejemplo; un paciente respiratorio es fundamental que permanezca incorporado (tumbado se agrava su asfixia), uno edematoso es preciso que tenga los pies más elevados, o en el caso de un vómito inesperado en uno con náuseas, se puede voltear para que no se atragante, por citar algunos casos. También, una cama trae accesorios para la colocación del material necesario para su tratamiento, tienen portasueros incorporados, monitores adosados, colgadores para las bolsas de orina o sondas nasogástricas, y lo más importante; se puede retirar y liberar tanto el cabecero como los pies, para atender con comodidad y prestanza una parada cardiorespiratoria o realizar una intubación en casos más graves.

En una cama se puede modificar la altura, importante en la realización de técnicas como la venopunción, la extracción de sangre, la colocación de una sonda y en general, cualquier técnica invasiva. También para un cambio de sábanas o de pañal, incorporarla para comer o beber, etc. Un sinfín de circunstancias propias de la atención hospitalaria y en este caso, también intensiva. Es obvio que una camilla adolece de todo ésto y compromete y condiciona la realización de los cuidados de forma importante. Su función básica es el traslado.

Podemos seguir citando inconvenientes de la atención en una camilla; existe mayor riesgo de precipitación al suelo, incapacidad de movimientos del paciente y de cambios posturales, imposibilidad de incorporación del cabecero, falta de espacio para colocar utensilios, no existen colgadores de bolsas de orina (que se enganchan en una pestañita de la barandilla, para que no cuelgue y traccione del pene). No olvidemos que en una urgencia también entran pacientes intoxicados, con bajo nivel de conciencia o simplemente, escasa disposición a colaborar con el personal por innumerables razones (intoxicaciones etílicas, de drogas, autolisis, brotes psiquiátricos, etc.) Si sumamos ésto a la estancia en camilla, tenemos un perfecto cóctel explosivo para cualquier imprevisto o suceso desafortunado.

En cuanto a la administración del tratamiento médico, normalmente se intenta hacer con la misma diligencia que el resto, pero con este largo etcétera de contratiempos en cuanto a seguridad, comodidad, accesibilidad, riesgos y prestaciones.

Los problemas de colapsos también se repiten en verano, con las sustituciones de personal y el cierre de camas. Detrás de estas situaciones, dramáticas para profesionales y pacientes, se esconde falta de planificación, déficit crónico de enfermeras y un criterio economicista de la asistencia sanitaria.

En la observación de urgencias, con frecuencia existe un síndrome (aparte de los patológicos) denominado síndrome de las camas calientes. El motivo es obvio, cuando un enfermo sube a la planta y queda su cama libre, la presión asistencial por ocuparla  obliga a correr para limpiar el aparataje, los cables de monitorización, la cama y demás utensilios, pues en cuestión de pocos minutos los médicos de guardia quieren que se ocupe por otro paciente, que lleva tropecientas horas esperando en policlínica más malo que un cuchillo de plástico. Realmente hay ocasiones que no da tiempo a que el colchón se enfríe. Se hace lo más rápido posible y otro nuevo al box.

Seguiremos, en la siguiente cita con el seguimiento del brote de gripe y sus consecuencias. Mantendremos los dedos cruzados para que no nos llegue aquí el coronavirus chino. Mejor no imaginar lo que pueden suponer ambas epidemias simultáneamente, aquí es más que dudoso que podamos construir un hospital en 10 días, como anuncian los chinos, en Málaga andamos a un ritmo de uno cada 30 años...

Puede leer aquí anteriores entregas de Jorge Galán:
- 22/01/20 Dar desazón por descanso
- 08/01/20 ¿Bailar pegados es bailar?