Artículo publicado el 16 de julio de 2004 con motivo de la concesión del Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades. Sirva de homenaje a una de las grandes figuras de la cultura y del periodismo en el siglo XX
OPINIÓN. Sin conclusiones. Por Antonio Álvarez de la Rosa
El escritor es un traductor
24/02/20. Opinión. El catedrático de Filología Francesa en la Universidad de La Laguna en Santa Cruz de Tenerife Antonio Álvarez de la Rosa en su colaboración con EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com nos trae un artículo suyo publicado en 2004 sobre Jean Daniel, escritor y periodista francés fallecido recientemente: “En sus libros como en sus largos artículos -escritura diferente, pero siempre con la tensión...
...de quien sabe la importancia de las palabras-, Jean Daniel ofrece una mirada nueva, nada complaciente, pero tampoco enrabietada. Tiene la lucidez del pesimista, pero no abdica de la confianza en el ser humano”.
Jean Daniel: la exigencia moral
Han premiado a un farero del pensamiento, a un hombre lúcido producto de un siglo claroscurecido. Como todos, el siglo XX, estuvo lleno de sombras y de luces, engendró monstruos totalitarios, pero también modelos de exigencia moral. Jean Daniel, recién galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades, es un hijo espiritual de Albert Camus, quizá uno de los escritores que con más clarividencia nos supo orientar tras los terremotos fascistas y la utopía comunista. La luz de ese compromiso moral, la lucha por encumbrar la dignidad humana, la tolerancia solo intolerante con la injusticia, le han conducido, a la altura de sus 84 años, a este Premio (Un nuevo acierto que viene a dar brillo a una lista –ensombrecida solo por Luis María Ansón- en la que ya figuran pensadores y comunicadores de la talla de María Zambrano, Hans Magnus Enzensberger, George Steiner, Julián Marías o Umberto Eco).
Como tengo la costumbre de fechar los libros que compro, sé que, desde hace más de veinte años, sigo la trayectoria de este escritor y periodista. Leo sus editoriales en la revista que él fundó en 1964. Le Nouvel Observateur es un semanario cuyo equivalente, por desgracia, no existe en España. Una mezcla de independencia, seriedad y amenidad, de rigor y desparpajo, una fuente de reflexión en un panorama periodístico caracterizado por el vértigo de la actualidad y la caquexia del pensamiento, cuando no de la manipulación descarada. En sus libros como en sus largos artículos –escritura diferente, pero siempre con la tensión de quien sabe la importancia de las palabras-, Jean Daniel ofrece una mirada nueva, nada complaciente, pero tampoco enrabietada. Tiene la lucidez del pesimista, pero no abdica de la confianza en el ser humano. En eso, como en tantos otros aspectos, se ve la mano de su maestro Camus, la idea que el Premio Nobel de Literatura sintetizó casi al final de La Peste: “en medio de las calamidades, nos damos cuenta de que en los hombres hay más cosas dignas de admiración que de desprecio”.
Además de la alegría que proporciona el que reconozcan los méritos de una persona admirada, es ocasión propicia para darse una vuelta por sus libros y comprobar, al hilo de lo que uno ha dejado subrayado, la vigencia de sus ideas o sus retratos sobre los grandes personajes políticos del mundo (Personas, dicho sea de paso, a las que en su mayoría conoció cuando todavía no eran “grandes”). Muy reveladoras de su talante humano y crítico fueron sus relaciones de admiración con el general de Gaulle. Cuando el Presidente fue víctima de un atentado en 1961, Jean Daniel anota en su diario: “Me doy cuenta de cuánto quiero a ese hombre, a lo que expresa, representa y encarna...”. También es interesante la ancha crónica de su cercanía a François Mitterand, el fallecido presidente de la República francesa, larga historia de encuentros y desencuentros, de desconfianza mutua, recogida en diálogos y reflexiones que informan y nos abren nuevas perspectivas para una mejor comprensión del mundo en que vivimos. En la minúscula antología que me ofrezco a mí mismo, abro uno publicado en español y bastante mal traducido, Viaje al fondo de la nación, un recorrido por los nacionalismos del siglo XX en el corazón de Europa. Empieza con esos años que ya anuncian la Segunda catástrofe mundial, cuando “la nación se convierte en la medida de todas las cosas y puede entonces justificar lo que sea para defenderla, ponerse al servicio de su gloria o extender su poder”. Idea de nación que, para poderse sostener, va abocada ineluctablemente a la guerra, toda una época que ni siquiera le encuentra sentido a la vida después del infierno bélico. Desde el arranque de tantos males europeos hasta lo que Jean Daniel llama la “utopía inevitable”, es decir, la construcción de Europa: “tenemos que convencernos unos a otros de que fuera del camino difícil que conduce a esa Europa supuestamente utópica, el postcomunismo solo puede parir tribalismo y virtualidades bárbaras.”. Esto, por cierto, no lo escribió ayer, al rebufo de la última frustración electoral, sino hace nueve años. Otro de sus libros al que se puede acudir en busca de vitaminas fortalecedoras es Avec le temps (Con el tiempo), una especie de diario que abarca casi todo el último cuarto del siglo pasado. Lo recomiendo a todo el mundo, pero en especial a los que ven el mundo solo a través del último telediario o escuchando los rifirrafes cotidianos en los medios de comunicación: “El mundo se salva gracias a los creadores, no lo olvidemos, no nos encerremos en una visión puramente periodística del universo”. Por haberlo sido siempre, Jean Daniel sigue siendo un soñador dotado de un entusiasmo rebelde, un periodista que reconoce que su oficio “más que ningún otro, es una fábrica de cínicos y de desesperados”. Gracias a este Premio Príncipe de Asturias, es posible que en España se conozca mejor su persona y se traduzcan sus obras. En una época bastante descerebrada como la nuestra, necesitamos inteligencias y voluntades vigilantes, luces que nos enseñen a mirar más allá de las narices, a ver las mareas profundas que corren por debajo de la marejadilla de la actualidad.
Puede leer aquí anteriores entregas de Antonio Álvarez de la Rosa:
- 13/02/20 La política de la mentira
- 30/01/20 Camus está donde siempre
- 16/01/20 Proust: la memoria de la novela