El repique de las campanas despertó a la ciudad de Málaga durante la madrugada del día 26 de abril de 1922. La Aduana estaba ardiendo y las setenta personas que vivían en la buhardilla intentaban salvar sus vidas

OPINIÓN. 
Málaga y sus historias. Por Ramón Triviño
Periodista

02/12/20. 
Opinión. El periodista Ramón Triviño, en su colaboración habitual con EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com, en la que recopila curiosidades de la historia de Málaga, escribe un texto sobre el incendio en el edificio de la Aduana: “La planta de la buhardilla se encontraba dividida en numerosas habitaciones separadas por tabiques, en algunos casos incluso de lona. Sus moradores también improvisaban cocinas...

...sin la suficiente salida de humos y muchas de las conexiones de electricidad eran ilegales”.

La tragedia de la Aduana

El repique de las campanas despertó a la ciudad de Málaga durante la madrugada del día 26 de abril de 1922. La Aduana estaba ardiendo y las setenta personas que vivían en la buhardilla intentaban salvar sus vidas.


Veintiocho de ellas murieron quemadas, asfixiadas o por haber saltado al vacío en un último intento de sobrevivir.

El incendio, cuyo origen se desconoce, comenzó a la una de la madrugada y se propagó rápidamente por la zona alta, donde residían las familias del personal subalterno. Los techos y suelos eran de madera, y los tabiques de algunas viviendas de lienzo de retorta encolada, lo que facilitó el avance imparable del fuego.

El periodista Sánchez Taboadela detalló en "El Cronista" las dantescas escenas vividas esa madrugada, en la que familias completas perdieron la vida. Según sus crónicas muchos vecinos se echaron a la calle para ayudar con los pocos medios que tenían a su alcance a sofocar las llamas o auxiliar a las víctimas.

Así quedó La Aduana tras el incendio

El edificio albergaba además de las dependencias de la Hacienda Pública, oficinas de la Diputación Provincial, del Gobierno Civil y la Comandancia de Carabineros. Por lo que el edificio albergaba numerosas dependencias administrativas cuando se desencadenó el incendio.

Su buhardilla estaba destinada a las familias de los funcionarios que trabajaban en el edificio. Como los porteros, los carabineros o los empleados públicos de menor rango, mientras que en  la zona noble residían altos cargos, como el gobernador civil o el delegado de Hacienda.

Estas viviendas de la zona noble tenían condiciones de habitabilidad, pero no así las ubicadas en la zona de la buhardilla que no estaban sujetas a las ordenanzas municipales, por lo que muchos achacaron a esa situación la rápida propagación de las llamas.

La planta de la buhardilla se encontraba dividida en numerosas habitaciones separadas por tabiques, en algunos casos incluso de lona. Sus moradores también improvisaban cocinas sin la suficiente salida de humos y muchas de las conexiones de electricidad eran ilegales.

La actuación de los bomberos encargados de sofocar las llamas fue criticada por su tardanza en acudir al lugar de los hechos y por su escasez de medios.


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