“En vez de decidirnos –o, al menos, asegurarnos de la bondad del emprendimiento–, titubeamos o nos acobardamos, pensando, en el mejor de los casos salvaguardar nuestro acomodado estilo de vida”
OPINIÓN. Cuarta cultura. Por Ramón Burgos
Periodista
10/03/25. Opinión. El periodista Ramón Burgos escribe en su colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre acontecimientos que marcan nuestras vidas: “Sostengo que nuestras indecisiones, a las que me refería más arriba, tienen mucho que ver con sus vaciles, con sus guasas o tomaduras de pelo, mientras, en lucha fratricida, se empecinan en vender humo, trocando la autenticidad por promesas vanas de un paraíso inexistente”...
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No dudéis –al menos yo no lo hago– que determinados acontecimientos marcan puntos de inflexión en nuestras vidas; en nuestros quehaceres profesionales y personales... Y, sin lugar a dudas, muchos de ellos tienen su origen y posterior desarrollo en nuestras propias acciones.
En vez de decidirnos –o, al menos, asegurarnos de la bondad del emprendimiento–, titubeamos o nos acobardamos, pensando, en el mejor de los casos salvaguardar nuestro acomodado estilo de vida.
Esas formas de bamboleo, por desgracia, han alcanzado a una buena parte de los hombres y mujeres de nuestro tiempo, más preocupados por sus temporales, banales y fútiles conquistas que por el desarrollo común.
Y, con esta reflexión, no sólo me refiero al peligro que, con lo dicho, corren nuestras creencias –sean cuales fueren–, sino también a las contingencias en las que nos estamos imbuyendo, o nos están adoctrinando, contrarias en todo caso, a la verdad (recordad que la “obediencia debida no es causa que sirva para eximir de responsabilidad a aquel que transgrede la ley cumpliendo la orden de un superior” (TS)).
¿Que a qué viene esta “monserga”? Pues es bien sencillo a que soy de los que opino –y así lo mantengo– que hay que respetar el ordenamiento jurídico, pero no los “caprichos” de aquellos que, ostentando un determinado poder legislativo, o ejecutivo, nos intentan realquilar una existencia tiránica, cuya única estructura está basada en la deshonestidad de la ambición sin límites.
Así, sin hesitar, sostengo que nuestras indecisiones, a las que me refería más arriba, tienen mucho que ver con sus vaciles, con sus guasas o tomaduras de pelo, mientras, en lucha fratricida, se empecinan en vender humo, trocando la autenticidad por promesas vanas de un paraíso inexistente.
A vosotros, los que os pitorreáis de los demás, os recuerdo que en “este país llamado España” ya hemos sufrido demasiados desengaños y frustraciones para que unos “tontos de capirote”, esgrimiendo su cargo, vengan a atentar contra nuestro espíritu.
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