“Nos rendimos sin condiciones a ellos y nos provocan la sensación de que siempre las estuvimos esperando. Son como una antesala del paraíso”
OPINIÓN. Piscos y pegoletes. Por Enrique Torres Bernier
Profesor del Departamento de Economía Aplicada de la UMA08/06/23. Opinión. El Doctor en Ciencias Económicas y especialista en turismo y ordenación del territorio, Enrique Torres, escribe en su colaboración en EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre personas especiales: “A lo largo de esta vida, sobre todo a aquellos que nos ha gustado sumergirnos en ella, hemos coincidido con personas especiales, llenas de alegría, que llevan consigo un tropel...
...de aventuras y alegrías que nos trasmiten goce y serenidad al mismo tiempo, y que incorporamos a nuestra piel de inmediato”.
Personas fugaces
Hay gente que con solo abrir la boca,
Llega hasta los límites del alma,
alimenta una flor, inventa sueños,
hace cantar el vino en las tinajas.
Y se queda después como si nada.
Y uno se va de novio con la vida,
desterrando una muerte solitaria,
pues sabe que a la vuelta de la esquina,
hay gente que es así, tan necesaria.
Lima Quintana
A lo largo de esta vida, sobre todo a aquellos que nos ha gustado sumergirnos en ella, hemos coincidido con personas especiales, llenas de alegría, que llevan consigo un tropel de aventuras y alegrías que nos trasmiten goce y serenidad al mismo tiempo, y que incorporamos a nuestra piel de inmediato.
Nos rendimos sin condiciones a ellos y nos provocan la sensación de que siempre las estuvimos esperando. Son como una antesala del paraíso.
Sin embargo, muchas veces, y no siempre por la fatalidad de la muerte, estas personas se exilian de nuestro camino, y lo hacen, además, como si ellas supieran que deben de hacerlo, y nos dejan desamparados para siempre, como lo hacen las madres y los amigos.
Lo más curioso es que, de pronto, un día, reaparecen en nuestros recuerdos por cualquier motivo, y acaricia nuestra alma su presencia perdida, como si viniera volando desde lejos para recordarnos que hay momentos hermosos en la vida cotidiana.
A mí, personalmente, me da miedo que al invocarlos los vuelva a ver, no vaya a ser que resulte mentira todo lo que supuso su presencia y su memoria. Lo que si estoy seguro, es que fueron un punto y aparte, un regalo del destino, lo más parecido a un milagro. Igual que una estrella fugaz, una firma de Dios en el horizonte.
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