“Es importante destacar que el ámbito cultural en general, a menudo pasado por alto en España, ha recibido una atención especial en los presupuestos de diversas administraciones en los últimos años”

OPINIÓN. 
Piscos y pegoletes
. Por Enrique Torres Bernier
Profesor del Departamento de Economía Aplicada de la UMA


16/11/23. 
Opinión. El Doctor en Ciencias Económicas y especialista en turismo y ordenación del territorio, Enrique Torres, escribe en su colaboración en EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre la cultura: “Mi propuesta en este caso sería fomentar un mayor conocimiento y, por lo tanto, control de estas actividades, especialmente aquellas que dependan de las administraciones...

...públicas o requieran su intervención, y su relación con el turismo. Esto no implica que debamos dejar de disfrutar de esta multitud de manifestaciones culturales”.

De la cultura como consumo a la cultura como formación

Hace unos días leí en la prensa local de Canarias, lugar donde ahora resido, que durante el año pasado se organizaron y celebraron más de 365 actos culturales. Esto equivale a uno diario, o incluso más si consideramos que muchos tienen una duración de varias jornadas, lo cual me sorprendió y me llevó a reflexionar sobre algunos puntos que compartiré con el lector.


En primer lugar, me pregunto qué se considera como actos culturales. Deben incluirse bajo esta denominación conciertos, festivales, exposiciones temporales, entre otros, que estén abiertos al público, ya sean gratuitos o no, sin importar su naturaleza, y no deberían incluirse aquellos dirigidos a comunidades cerradas o eventos espontáneos. Además, estos actos deben ser debidamente publicitados.

Tanto la iniciativa como la organización y financiación pueden ser públicas (a cargo de cualquiera de los niveles de la administración) o privadas, aunque a menudo son de carácter mixto y pueden tener o no fines lucrativos.

Es importante destacar que el ámbito cultural en general, a menudo pasado por alto en España, ha recibido una atención especial en los presupuestos de diversas administraciones en los últimos años. Además, muchas empresas han encontrado en la participación e incluso la organización de estos actos una oportunidad para el respaldo publicitario y la construcción de su reputación corporativa, y en algunos casos, simplemente como un negocio.

Sería de interés conocer el nivel de asistencia y participación de la población local en estos actos y su impacto, especialmente en relación con el turismo.


Evaluar su calidad es más complicado, así como determinar si están dirigidos exclusivamente a la diversión del público en general o tienen un propósito educativo o se dirigen a un público selecto y especializado. Obviamente, la celebración del Festival WOMAN es diferente de la fiesta de la cerveza o la ruta de la tapa de un barrio.

La pandemia, así como la creciente presencia de la cultura en las redes sociales, también ha impulsado la oferta de actividades culturales virtuales. A esto se suma el impulso de la enseñanza a través de programas académicos relacionados con el ámbito de la cultura y el espectáculo. En estos casos, podría decirse que la oferta crea su propia demanda.

En muchos casos, esta intensa actividad cultural, que no siempre se justifica por sus efectos sociales, ha dado lugar a prácticas de tráfico de influencias y acuerdos al margen de la ley, o, peor aún, comportamientos éticamente cuestionables.

Mi propuesta en este caso sería fomentar un mayor conocimiento y, por lo tanto, control de estas actividades, especialmente aquellas que dependan de las administraciones públicas o requieran su intervención, y su relación con el turismo. Esto no implica que debamos dejar de disfrutar de esta multitud de manifestaciones culturales. Al menos en mi caso, estoy muy contento de haber asistido en dos meses a una excelente obra de teatro en el Galdós y al concierto de Touquiño en el Auditorio Alfredo Kraus, y no digamos nada de asistir todos los sábados a las actuaciones de grupos folklóricos canarios en la Plaza de España.

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