“Me pregunto qué se puede hacer para que reflexionen los que abandonan a sus mascotas sin que parezca que los estamos juzgando. Poco o nada, supongo”
OPINIÓN. ECOselección BlogSOStenible. Por Pepe Galindo
Profesor de Lenguajes y Sistemas Informáticos de la UMA16/09/22. Opinión. El profesor de la UMA, Pepe Galindo, comparte en su espacio de colaboración en EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com textos de su web BlogSOStenible. En esta ocasión un artículo sobre las mascotas: “Ojalá todas las mascotas abandonadas encuentren un hogar mejor que el anterior. Ojalá los que realmente no puedan ocuparse de esa mascota intenten mantener el contacto con su nuevo hogar y...
...paguen, con creces, todos los costos que ocasionen. Eso sería ser responsables. Y me da igual que me digan que estoy juzgando”.
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Las mascotas se abandonan porque se consideran objetos (casi siempre)
Me acaban de pedir que busque un acogimiento para un mastín de dos años, muy cariñoso, ideal para niños. La persona que me lo dice me informa de que la dueña «se va de viaje muy largo y no puede llevárselo».
Entonces, pienso: «otro perro abandonado en verano». Luego, intentando evitar el desastre, contesto:
—Lo primero que le diría es que haga un esfuerzo por quedárselo. El perro va a sufrir mucho y en esta época los refugios están saturados, porque mucha gente abandona a sus mascotas.
Y tras eso, añado que si la separación es inevitable, puede contactar con un par de refugios (de los que le mando el contacto). Por si no hubiera problema económico, agrego:
—Estaría bien que se encargara económicamente del mantenimiento, pagando al refugio lo que sea pertinente. Por supuesto, suponiendo que tengan espacio para él, pues es fácil que directamente no tengan sitio para un nuevo inquilino.
—No puede llevárselo —me contesta de forma tajante.
A mí, que dudo tanto del verbo «poder» como de las palabras «nunca» y «siempre», se me desliza un comentario sutil:
—¿Qué haría si fuera su hijo?
—Es como su hijo —me contesta—. Pero no puede.
Nótese en el efecto difuminador de la palabra «como». Nunca sabremos el sentimiento real de cada dueño hacia sus mascotas. Sin embargo, es bastante obvio que a muchas mascotas se las ama hasta que empiezan a estorbar. En no pocos casos, no se las trata como uno más de la familia, sino como un objeto que resulta útil (acompaña, defiende, juega…) y cuando los inconvenientes superan las ventajas, lo que menos importa es el sentimiento del animal. A veces, lo importante es cumplir la ley, y la ley permite deshacerse fácilmente del animal. Si las mascotas fueran como hijos, la ley no sería tan permisiva.
En aquel momento, pensé que mi pregunta anterior podría haber sido molesta —aunque no fuera mi intención—, y entonces terminé la conversación aclarando:
—No pretendo juzgar, sino intentar que busque alternativas al abandono.
La respuesta me dejó pensativo y me impulsó a escribir todo esto:
—Has juzgado aun sin querer.
Por una parte, yo sentí que era yo el juzgado, y fui condenado por supuestamente juzgar. Pero más allá de esa intrascendencia, me pregunto qué se puede hacer para que reflexionen los que abandonan a sus mascotas sin que parezca que los estamos juzgando. Poco o nada, supongo. Me crean o no, yo no pretendí juzgar a una persona de la que desconozco todas sus motivaciones para abandonar a su mastín. Sin duda, puede haber razones más que suficientes. Sé que puede haberlas; tanto como sé que rara vez las hay.
Ojalá todas las mascotas abandonadas encuentren un hogar mejor que el anterior. Ojalá los que realmente no puedan ocuparse de esa mascota intenten mantener el contacto con su nuevo hogar y paguen, con creces, todos los costos que ocasionen. Eso sería ser responsables. Y me da igual que me digan que estoy juzgando.
Antes de terminar, permitidme una reflexión. Los animales que acogemos en nuestras casas son como niños pequeños. Ellos no han escogido dónde vivir y dependen de sus dueños para su bienestar. Tenemos que educar para una tenencia responsable de mascotas y evitar tener animales para nuestro disfrute. No se trata del enorme impacto ambiental de las mascotas, sino de algo más simple: no son como objetos.
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