“El objetivo del rewilding es dar protagonismo a la naturaleza; permitir que la naturaleza se gobierne; y «recuperar las funcionalidades, la salud y la integridad de la biota y de los ecosistemas»”
OPINIÓN. ECOselección BlogSOStenible. Por Pepe Galindo
Profesor de Lenguajes y Sistemas Informáticos de la UMA
11/11/22. Opinión. El profesor de la UMA, Pepe Galindo, comparte en su espacio de colaboración en EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com textos de su web BlogSOStenible. En esta ocasión habla sobre el libro ‘Ética del rewilding’, de Cristian Moyano: “Renaturalizar o recuperar lo salvaje es una de las soluciones a la crisis climática y ambiental. Por eso, han surgido diversas modalidades de rewilding que...
...plantean distintos modelos y distintos conflictos éticos. Es necesario reflexionar sobre todo esto antes de actuar”. SIGUE
Puede ver el artículo en su fuente original pinchando AQUÍ y suscribirse al canal de Telegram de @blogsostenible pinchando AQUÍ.
‘Ética del rewilding’, de Cristian Moyano
Renaturalizar o recuperar lo salvaje es una de las soluciones a la crisis climática y ambiental. Por eso, han surgido diversas modalidades de rewilding que plantean distintos modelos y distintos conflictos éticos. Es necesario reflexionar sobre todo esto antes de actuar. En este libro de Cristian Moyano (Plaza y Valdés, 2022) se explican esas modalidades y se trata de responder a muchas preguntas.
El objetivo del rewilding es dar protagonismo a la naturaleza; permitir que la naturaleza se gobierne; y «recuperar las funcionalidades, la salud y la integridad de la biota y de los ecosistemas». Sin embargo, no es un proceso evidente y hay distintas tendencias. En una, se persigue reducir la interferencia humana en los territorios elegidos para rewilding y dejar que el futuro lo decida la naturaleza, aunque no coincida con el deseable por unos cuantos humanos. En esta metodología, el ser humano puede actuar para incrementar la biodiversidad, pero el objetivo es actuar cada vez menos.
Otra forma de rewilding trata de retornar el territorio a un estado anterior, incluso tratando de reintroducir especies que ya no están presentes o especies similares, con el objetivo bienintencionado de mejorar los procesos naturales. Como respuesta hay quiénes defienden la necesidad de reconocer que la naturaleza es cambiante y que, por tanto, no hay necesidad de volver a un estado anterior, sino de minimizar la intervención humana.
Que el rewilding es urgente lo demuestran multitud de datos. Por ejemplo: los humanos, el ganado y las mascotas formamos el 96% del peso de todos los mamíferos. Solo un 4% lo forman mamíferos salvajes. «La especie humana ha provocado la desaparición del 83% de los mamíferos silvestres (…) y ha destruido la mitad de las plantas». Algunos piden proteger un mínimo del 50% de las tierras y mares del planeta.
Cualquier actuación de rewilding planteará debates concretos que requerirán una reflexión particular, pues según Moyano, no existen normas o principios generales para todos los casos aunque, por supuesto, pueden estudiarse patrones que faciliten la toma de decisiones. Entre los pocos desacuerdos entre ética ambiental y animal encontramos el debate de si debemos ayudar a un animal salvaje herido; o si es ético sacrificar animales para supuestamente preservar el equilibrio de un ecosistema (es el caso, por ejemplo, de especies calificadas como invasoras). Son debates interesantes, pero pequeños ante el grave problema al que nos enfrentamos. Como afirma el autor, «retos como el cambio climático acelerado o la pérdida de biodiversidad y prácticas injustas como la ganadería industrial o la contaminación humana, pueden permitir una reconciliación entre ambos movimientos».
Para estudiar nuestro vínculo con la naturaleza, al principio del libro, Moyano analiza distintas corrientes filosóficas, empezando por la escuela pitagórica (que predicaba la compasión hacia todos los seres vivos y prohibieron el consumo de carne). También analiza las obras de Platón, Ovidio, Aristóteles, Epicuro, Descartes, Spinoza, Kant, utilitaristas como John Stuart Mill o Peter Singer, románticos como Hegel o Schelling, y más recientemente Thoreau, John Muir o Ralph Waldo Emerson. Otros filósofos analizados son, por ejemplo, Adorno, Hans Jonas y Arne Næss. Este último es el fundador de la ecología profunda que mezcla distintas ideas occidentales con filosofías orientales.
Es importante destacar que Moyano valora positivamente la filosofía de las capacidades elaborada por el economista Amartya Sen y la filósofa Martha Nussbaum (especialmente si se aplica de manera no antropocéntrica). Para estos autores, el bienestar es subjetivo y depende del contexto, por lo que no puede medirse con medidas tan simplistas como el PIB. Aplicado al rewilding, no se trataría de «recuperar y gestionar de manera constante y antropogénica un ecosistema, seleccionando paternal y caprichosamente qué funcionalidades son aquellas que se desean reproducir, sino que lo importante es dejar que el ecosistema mismo se autorregenere y se autorregule». Es decir, podemos tener claro qué nos gustaría conseguir, pero el rewilding marca el cómo actuar, imperando «la premisa de que la naturaleza sabe bien (habitualmente mejor que nosotros) lo que hace». Debemos aceptar que los individuos no humanos tienen capacidad de decisión y, aunque sus prioridades no coincidan con las nuestras o aunque no podamos entenderlos, merecen nuestro respeto y aceptación. Además, todos los seres capaces de experimentar la vida tienen un valor intrínseco, más allá del instrumental.
Las plantas, los hongos, los microorganismos o los ecosistemas evolucionan sin capacidades racionales (como la conciencia o la imaginación) y sin algunas capacidades sensitivas (vista, gusto…). Tampoco tienen un sistema nervioso que les permita sentir dolor. Pero todo esto no debería ser un obstáculo para emprender un rewilding.
Rewilding holocénico
Resumiendo, este tipo de rewilding pretende volver a un tiempo cercano, trayendo de vuelta o aumentando el número de especies que en el Holoceno florecían de forma equilibrada en espacios degradados por el humano (en el Antropoceno).
Aquí surge el problema de escoger adecuadamente las especies que se deben fomentar (o salvar). Para esto surge el concepto de «especies clave» que son aquellas que tienen un elevado valor utilitarista. Es decir, son útiles por su forma de influir en el ecosistema. Hay ejemplos bien conocidos, aunque a menudo solo se percibe la importancia de estas especies cuando desaparecen.
El libro explica algunas de las especies clave mejor conocidas. Por ejemplo, el lobo gris desapareció de Yellowstone (EEUU) y la superpoblación de herbívoros condujo a una pérdida sustancial de bosques. Cuando en 1995 se reintrodujo, aumentaron los álamos y mejoró la vegetación y la biodiversidad. Otro ejemplo son las ballenas, que fertilizan el mar con sus heces, mejorando el plancton que es la base de la cadena alimenticia en los océanos. Por su parte, la nutria marina favorece la creación de bosques de algas laminarias, los cuales son fundamentales para multitud de otras especies. Ello se debe a que las nutrias comen erizos, los cuales a su vez devoran las laminarias. En la península Ibérica, el conejo europeo es clave porque es alimento de multitud de otras especies: linces, águilas, zorros, lobos… También se explican en el libro el oso grizzly de Canadá y el castor europeo. Por supuesto, puede haber especies clave invertebradas: la procesionaria del pino, lombrices de tierra, escarabajos peloteros… e incluso hongos. Todos ellos ayudan a devolver nutrientes al suelo, entre otros servicios ecosistémicos.
Podría darse el caso de tener que elegir entre favorecer una especie clave o una especie en peligro de extinción. Por desgracia, en muchos ecosistemas suelen coincidir. Otro dilema ético podría darse si para introducir o favorecer algunas especies fuera necesario algún sufrimiento individual, por ejemplo como la separación de manadas, reducir competidores tróficos de las especies a proteger, o favorecer ciertos animales que sirvan de alimento (caso de los conejos para el lince ibérico).
En el fondo, es una instrumentalización de los animales, porque no se busca su bienestar individual, sino recuperar ciertos ecosistemas. Y además, a veces sale mal porque no se tienen en cuenta todos los factores. Por ejemplo, la reintroducción de osos en los Pirineos ha tropezado con los cazadores, y la reintroducción de buitres falla allí donde se alimenten de ganado con diclofenaco, un fármaco antiinflamatorio. De hecho, se ha demostrado que el ganado está tan medicado que hasta sus excrementos son tóxicos para recicladores, como los escarabajos peloteros.
Aunque los conceptos de especie invasora y plaga son imposibles de definir de forma matemática, lo que es evidente es que no toda especie exótica o alóctona es invasora. Como explica el autor, «una misma especie ocasiona diferentes efectos según el entorno y el momento en el que habitan». A veces, se tiene una visión muy corta. Por ejemplo, el elefante vivió en Europa hace algunos milenios. ¿Sería una especie exótica si se introdujera hoy? También hay quién considera plagas a algunas especies autóctonas que molestan a algunos humanos. Por ejemplo, a veces el jabalí se considera plaga porque se introduce en núcleos urbanos, sin tener en cuenta que la causa son los cambios ambientales realizados por los humanos, básicamente eliminar sus especies depredadoras (como el lobo) y la expansión de las ciudades sin límite. Sobre este tema, recomendamos el documental Somos plaga.
Cristian Moyano estudia también los dilemas éticos de si permitir las hibridaciones y de si ayudar a un animal salvaje que esté sufriendo. Con respecto al segundo dilema, podría cometerse el error de sentirnos superiores, salvadores, y con la falsa convicción de que sabemos mejor que la naturaleza lo que hay que hacer. Por otra parte, deberíamos pensar si estamos preparados para ver mortalidades masivas de animales salvajes, sin que intervengamos. En todo caso, debemos reconocer que ayudar a un animal salvaje podría causar indirectamente un sufrimiento mayor o limitar las oportunidades de sus descendientes o de otras especies. Para ayudar a esta decisión, Moyano propone pensar en tres condicionalidades: quiénes se beneficiarán de ese sufrimiento; cómo se ha ocasionado el problema; y cómo nos llega a nosotros. Por último, el autor también añade que «si se llevan a cabo constantes intervenciones sobre la naturaleza podría perderse ese significado que es propio del rewilding de dejar que la naturaleza siga su curso y se autogestione».
Rewilding pleistocénico
El objetivo de este tipo de rewilding es volver a un tiempo geológico muy antiguo y recuperar la megafauna extinta que dominaba la biosfera hasta hace unos doce mil años: mamuts, tigres dientes de sable, mastodontes, etc. Esto plantea serios problemas técnicos y éticos. Por una parte, no está claro si algunas de esas especies desaparecieron principalmente por causas climáticas o por la caza, lo cual influiría en la decisión sobre qué especies revivir. Por otra parte, aún no existen tecnologías de ingeniería genética que permitan reconstruir especies extintas, aunque hay avances significativos (como el CRISPR). Por eso, a veces se plantea utilizar especies similares de la actualidad. Esta última opción (rewilding pleistocénico débil) plantea casi los mismos debates éticos. Por ejemplo, muchas personas no querrán vivir cerca de animales que consideran peligrosos. También se argumenta que ello supone una fuerte instrumentalización de los animales. Es evidente que se contradice la propia esencia del rewilding, porque supondría ejercer una tarea muy compleja de reintroducción de especies y de su control. Es especialmente grave en el caso de utilizar ingeniería genética, porque son tecnologías muy costosas en dinero y energía; y generan un tecno-optimismo que es —al menos en gran parte— culpable de la crisis ambiental. El libro también debate otros aspectos, tales como la posibilidad de que los nuevos animales contraigan y propaguen enfermedades.
Rewilding pasivo
Es quizás el rewilding más auténtico. Propone permitir que la naturaleza siga su curso desde el principio, sin acciones directas por parte del ser humano. Moyano clasifica este tipo en dos clases, voluntario e involuntario, y cita varios ejemplos. Entre los casos de rewilding involuntario destaca el área de exclusión de Chernóbil (Ucrania), tras el accidente nuclear. También hay regiones en las que el declive del pastoreo o la emigración ha conllevado el abandono de tierras. La llamada España vaciada es, de hecho, una oportunidad para devolver espacio a la naturaleza, pues, como decía Marta Tafalla, la España vaciada está llena de biodiversidad. En este sentido, la PAC de la UE puede influir mucho, tanto positiva como negativamente.
¿Qué ventajas puede tener el rewilding? Según Moyano, normalmente mejora la cobertura vegetal, lo cual reduce la erosión y favorece la conservación del suelo. También aumenta la calidad del agua, reduce el riesgo de inundaciones y se incrementa el secuestro de carbono. La agricultura, y sobre todo la ganadería, son grandes fuentes de emisiones de CO2, por lo que reducir estas actividades es positivo para la acción climática y, además, suele aumentar la biodiversidad (al menos en algunos taxones). A veces, se alega como inconveniente que los bosques no gestionados son más difíciles de apagar en caso de incendio forestal. No obstante, hay que tener en cuenta que más del 90% de los incendios son provocados por el ser humano, por lo que sacar al humano de ciertos territorios reduce enormemente el riesgo de incendio.
El autor cuenta en el libro el caso de un área dejada para rewilding pasivo en Escocia, que ha generado deforestación por culpa de una superpoblación de ciervos rojos, debida a la ausencia de sus depredadores naturales. Moyano lo deja muy claro: «difícilmente podrá entenderse como rewilding pasivo una gestión que pase por cazar ciervos» y se muestra más partidario de métodos menos invasivos, como las técnicas contraconceptivas o vallados que mantengan a los herbívoros fuera de ciertos territorios. La caza es algo totalmente opuesto a la filosofía del rewilding.
Por otra parte, Moyano insiste que ante la duda es mejor abstenerse de actuar, y que «un rewilding pasivo no siempre conduce a buenos resultados para los ecosistemas». Obviamente, se refiere a corto plazo, porque… ¿quién puede saber el resultado a muy largo plazo?
Rewilding urbano y salud
El rewilding también debe dirigirse hacia regiones urbanizadas y hacia especies menos salvajes, como los llamados animales liminales (animales no domesticados, pero tampoco plenamente salvajes, como algunos jabalíes). Como ya se ha dicho, se debe examinar cada caso de forma individual, porque según el autor puede haber situaciones en las que haya que mantener a ciertos animales alejados de las ciudades, pero de manera general no hay argumentos para hacerlo. Un ejemplo que plantea vivos debates es el caso de las colonias de gatos asalvajados. En este caso, las posturas extremas son descartadas totalmente: ni se deben matar los gatos, ni se deben dejar sin control. Por eso, los grupos animalistas defienden el método CER (Captura, Esterilización y Retorno). También se proponen soluciones para evitar la pérdida en biodiversidad que provocan los gatos, tales como prohibir la venta de cachorros, multar a los propietarios de gatos no esterilizados que salgan de casa sin correa, y también —para reducir las capturas de estos felinos—, ponerles un cascabel (o collares especiales).
Un caso exitoso es la renaturalización del río Manzanares en Madrid. Y siguiendo su ejemplo se ha propuesto hacer lo mismo en otros ríos, como el Guadalmedina en Málaga. Los ríos sirven de corredores ecológicos y los beneficios de renaturalizarlos en las ciudades no solo afectan localmente.
Cristian Moyano no es ajeno a algunos problemas que pueden darse cuando se renaturaliza un territorio urbano. Uno de ellos es la gentrificación verde, por la que los precios de alquiler y venta de un barrio suben al mejorar su calidad de vida. Entonces, las personas más vulnerables pasan apuros o se tienen que ir a otras zonas, normalmente menos saludables. Por otra parte, el rewilding urbano puede generar (en parte del vecindario) sensación de abandono y de menor seguridad.
No obstante, se ha demostrado que los espacios verdes mejoran la salud humana. Por ejemplo, la exposición a zonas verdes urbanas aumenta la diversidad microbiana de la piel y la nariz, mientras que la reducción de la exposición a la microbiota parece ser causa de diversas enfermedades. Al fin y al cabo, el ser humano no podría vivir sin esos microorganismos, y por eso, Lynn Margulis acuñó el término de holobionte para designar un ser hospedador y sus microorganismos asociados. Se ha estudiado que limpiar mucho los hogares aumenta las alergias, especialmente en niños.
También hay datos que muestran que la ausencia de zonas verdes y la contaminación causan enfermedades como cáncer, diabetes, enfermedades cardiovasculares, estrés, depresión, etc. Richard Louv hablaba del trastorno por déficit de naturaleza. Para que los beneficios sean mayores, las zonas verdes no deben ser al estilo de jardines franceses bien cuidados y gestionados. La naturaleza no es tan ordenada y gestiona de forma mucho más eficiente.
Moyano es consciente de los graves daños ambientales que producen las ciudades y por eso no solo propone un rewilding urbano donde sea posible, sino que propone una reducción del consumo energético y un decrecimiento. También critica las vías de comunicación por su alto impacto ambiental, por sus atropellos de fauna y por fragmentar ecosistemas. Por eso, propone pasos para fauna allí donde deban conectarse poblaciones no humanas; y que sean costeadas por la propia industria del transporte.
Influencia en la alimentación, el turismo o la salud
A veces se argumenta en contra del rewilding con argumentos sesgados. Por ejemplo, se dice que renaturalizar campos de cultivo reduciría la producción de alimentos, y Moyano contraargumenta alegando que es un punto de vista netamente antropocéntrico y, además, explica por qué «rewilding o alimentación es, al menos hoy por hoy y a escala global un falso dilema». Un ejemplo claro es cómo se están dedicando cultivos alimenticios para producir biocombustibles (que propiamente deberían llamarse agrocombustibles). A nivel mundial no hay falta de alimentos pues, como decían Nebel y Wrigth, «la causa fundamental del hambre es la pobreza», porque «los alimentos (…) fluyen en la dirección de la demanda, no de las necesidades nutricionales». Por tanto, lo que hay es una mala gestión alimentaria. Moyano, por ejemplo, se queja de lo poco que se aprovechan algunos vegetales que crecen espontáneamente y que tienen beneficios nutricionales (como las plantas multifuncionales).
Podría usarse el rewilding como excusa o compensación para devastar otros lugares, pero Moyano es muy tajante: «¿Cómo vamos a tener la decencia moral de argumentar que actuamos éticamente al dejar más espacios salvajes si para ello tenemos que devastar otros espacios?». Por tanto, no puede usarse el rewilding como contraprestación por una macrogranja, por ejemplo. Entre otros argumentos, el autor sostiene que «la producción de alimentos debería ser local y sin que se exporten los impactos a terceros países» (caso de la soja para el ganado que deforesta Sudamérica, por ejemplo). Aunque la carne viaje muchos kilómetros, el país productor es el que se queda la contaminación (como es el caso del estiércol de las macrogranjas). Es preciso, como también decía Georgescu-Roegen, transitar hacia una produción de alimentos «de un modo más armónico» (permacultura…) y sin usar caras tecnologías (carne cultivada en laboratorio, cultivos hidropónicos…).
Otros temas analizados son:
- El ecoturismo y cómo los que más contaminan (personas de clase alta o viajando en avión, por ejemplo) son a veces los más interesados en disfrutar de la naturaleza.
- Problemas de convivencia entre depredadores salvajes y ganadería (como el caso del lobo en España).
- Cómo los espacios salvajes o renaturalizados ayudan a prevenir pandemias zoonóticas. El libro expone distintos ejemplos de cómo la fauna salvaje ayuda a que no se propaguen enfermedades (como el coronavirus de la COVID-19).
Rewilding interno
«El rewilding no es un proceso exclusivamente biológico, sino también cultural», porque «la cultura incide sobre el trato a los animales» y al entorno. El autor señala que hay familias que tienen conejos, pájaros o peces casi como miembros de su familia, pero no por ello dejan de comer carne de conejo, de ave o pescado. Todo se debe a un condicionamiento cultural. Hay poblaciones indígenas que cazan para sobrevivir y, a la vez, se lamentan por el animal que han dado muerte.
Por eso, el autor explica que antes de aplicar el rewilding a un territorio concreto, se debe estudiar qué significados y símbolos proyecta en la gente de la zona y de las inmediaciones. «No se puede prohibir que se sienta pánico o aversión ante una cierta especie y obligar a sentir simpatía o compasión. No obstante, lo que sí puede hacerse es educar en unos nuevos valores que impliquen progresivamente una mirada diferente hacia lo salvaje«. Para ello, el autor explica varios factores en los que se debería incidir, tales como el decrecimiento (en lo que también incidió Marta Tafalla), humildad, solidaridad («ser solidarios más allá de nuestra propia especie») o esperanza, para confiar en que la situación puede mejorar y que podremos «colapsar mejor».
En definitiva, el autor sostiene la necesidad de «ecoalfabetizar«, proceso que podría ir más allá de una buena educación ambiental, para llegar a sentir la naturaleza, vivirla internamente. Para ello, algunos se han ido a contactar con la naturaleza un día o varios (al estilo de las estrellas verdes publicadas en los Relatos Ecoanimalistas). Moyano critica los zoológicos como herramientas de investigación, conservación o educación (como también defendió Laurel Braitman). Para conocer la naturaleza real no sirve encerrarla; y por eso hay que ir a verla en vivo a sitios cercanos. Los viajes largos —especialmente en avión— provocan demasiado impacto ambiental, contribuyen a la crisis climática y eso afecta también a las especies y ecosistemas que queremos conservar y admirar. Por eso, el autor critica el turismo sin conciencia. Y sugiere herramientas como documentales y películas, libros, charlas, fotografías… o la idea de ZOOXXI para disfrutar de la naturaleza sin encerrar animales.
Rewilding, ¿cómo y para qué?
Se puede colaborar con el rewilding de muchas formas: económicamente, divulgando y proponiendo proyectos… y también modificando nuestros hábitos cotidianos que vayan en contra de la filosofía de renaturalizar. El autor comenta que, acciones cotidianas favorecen o entorpecen la conservación de la naturaleza. Y subraya acciones como reducir el consumo de carne (o ser veganos totalmente), evitar los pesticidas, comprar productos locales, respetar las plantas ruderales, proveer de comederos y bebederos para la fauna urbana, crear huertos y bosques urbanos, etc. En definitiva, acciones como las de la Cadena Verde son sencillas de hacer, a la vez que mejoran y facilitan cualquier acción ecológica. Como dice Moyano, hay insectos que viven muy poco tiempo, por lo que permitirles vivir como vecinos (en nuestro balcón o jardín, por ejemplo) puede marcar la diferencia entre vivir o no tener donde vivir.
Es posible que el rewilding mejore nuestro bienestar, nuestra salud, nuestra felicidad, nuestro medioambiente… pero «hay que trascender ese interés personal y tomar responsabilidades (…) de justicia social, de justicia interespecies y de justicia ecológica». Es decir, mirar menos por nosotros y más por todo lo demás.
Puede ver aquí anteriores artículos de Pepe Galindo