06/11/09. Cultura. Situada en un suave y ancho valle del llamado Arroyo de las Dueñas, que va a dar en el Henares, Málaga del Fresno se encuentra a sólo 24 kilómetros de Guadalajara, en Castilla-La Mancha. Este pequeño municipio que el EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com...
Como los de la provincia andaluza, los vecinos de este pequeño pueblo castellano de sólo 223 habitantes reciben el gentilicio de malagueños. GALERÍA DE IMÁGENES
06/11/09. Cultura. Situada en un suave y ancho valle del llamado Arroyo
de las Dueñas, que va a dar en el Henares, Málaga del Fresno se
encuentra a sólo 24 kilómetros de Guadalajara, en Castilla-La Mancha. Este pequeño
municipio que el EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com le acerca en la segunda entrega de
la serie Las Málaga del Mundo tiene 223
habitantes aunque durante los fines de semana y en verano, dada su cercanía con
la capital, llega a triplicar su población.
EL nombre del pueblo, que puede conocer
en esta GALERÍA DE IMÁGENES, como el
de su vecino Malaguilla, parece provenir de la voz ‘lugar
salobre’ en árabe,
aunque hoy no se conoce manantial ni yacimiento que pudiera ser causa del
apelativo. De la historia de la Málaga castellana cabe reseñar que perteneció
al Alfoz o tierra de Guadalajara desde que ésta se
constituyó tras la reconquista de la zona en el siglo XI, usando el Fuero asignado a la ciudad por los monarcas
castellanos. En dicha jurisdicción permaneció hasta finales del siglo
XVI, en que se eximió de la misma, momento en el que obtuvo el título
de Villa.
DEDICADA casi en exclusiva a la agricultura,
principalmente al cultivo del cereal y el espárrago verde, Málaga del Fresno
cuenta entre sus principales valores arquitectónicos con su parroquia, una
interesante obra del siglo XVI. La iglesia de los Santos Niños Justo y Pastor
destaca por la monumentalidad de su crucero y capilla mayor.
EN este municipio, como en la mayor
parte de los pueblos de la campiña, predominan las
viviendas de una o dos plantas y las calles son rectas. Al otro lado de la
iglesia encontramos el campo de
fútbol, el arroyo, los huertos y las choperas de la Perala, el Callejón y los
Arbillares, que se mantienen al amparo de las aguas del arroyo.
Por la calle de San Isidro y su barriada es frecuente en los muros de las
viviendas el ladrillo cocido del siglo XVI, el adobe, y las casas se adornan con balcones
floridos a medida que se aproximan a la Plaza Mayor.
“EL 75 por ciento de los vecinos del pueblo son gente mayor, pero los fines de semana y en verano se llena, porque está muy cerca de la capital”, explica a EL OBSERVADOR el alcalde de Málaga del Fresno, Luis Camino. Aunque es en octubre cuando la localidad celebra sus fiestas patronales, con sus característicos encierros, el regidor destaca la procesión del hornazgo y la fiesta de la botarga y danzantes como las más singulares de las que se disfrutan en la localidad.
LA primera tiene lugar el sábado anterior al Domingo de Ramos y en ella salen en procesión todos los niños del pueblo adornados con lazos y caramelos. “Los padres elaboran una masa parecida a la de las magdalenas que luego se rellena y se disfruta en familia”, asegura Camino. En la fiesta de la botarga y danzantes un vecino vestido con un traje acolchado de rombos provisto de un palo y acompañado de varios danzarines sigue a los menores del pueblo azuzándoles con el bastón hasta la hora de la misa. Según indica el alcalde, esta fiesta rememora una antigua tradición en la que este pintoresco personaje se colocaba en la puerta de la parroquia y apaleaba a quienes no daban dinero para el cepillo.
UNA antigua tradición en esta Málaga es la fabricación de ladrillos y tejas. También todo lo relacionado con la alfarería tuvo un gran auge en la antigüedad. Se producían, hasta la fecha reciente, un buen número de objetos de alfar, como baldosas (utilizadas sobre todo para construir hornos de pan), barreños, bebederos, botijos y botijas, huchas, cántaros, cazuelas para asar, encellas (para hacer el requesón), fuentes, jarros, macetas con borde decorado ‘a pellizcos’, ollas, medidas de vino, platos tortilleras, queseras, pucheros, tarros de ordeño, tinajas de hasta cuatro arrobas, tubos y vinagreras.
EN la gastronomía de la localidad destacan, por un lado, los derivados del cerdo elaborados de forma tradicional como lomos o chorizos y los asados de cochinillo y cordero. También tienen fama los guisos de cuchara, como la caldereta, las migas o el gazpacho. En el apartado de la repostería, siempre realizados con ingredientes naturales, destacan las flores, roscos blancos y perrunillas. Para disfrutar de alguna de estas especialidades, el visitante puede acudir a alguno de los dos restaurantes del pueblo. “Los fines de semana viene mucha gente para tomar nuestras especialidades de asados”, detalla a EL OBSERVADOR Juan Carlos Pulgarón, responsable de uno de estos dos establecimientos, el Bar Casa Víctor.
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