EMPYRIA 14/01/14. Carlos Vivar. El vicepresidente de Empyria explica en el suplemento de mismo nombre, EMPYRIA /EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com, qué es la homeopatía, una palabra que cada vez se aprecia más en las farmacias malagueñas. “Existen varias consecuencias perjudiciales de apoyar este tipo de prácticas. El placebo tiene su límite y se han dado casos en los que pacientes han decidido prescindir de la medicina convencional”.

La homeopatía, ¿la verdadera panacea?

BASTA con darse una vuelta por las farmacias malagueñas para darse cuenta de la aparición de un anuncio en la gran mayoría de éstas, un cartel que reza HOMEOPATÍA. Actualmente el 40% de la población española usa estos medicamentos exclamando un sonoro y decidido “a mí me funciona”. Sin embargo, solo una pequeña parte conoce qué son exactamente y cómo funcionan, confundiéndose este tipo de remedios con la medicina natural. Por otro lado, esta citada gran incidencia de uso ha hecho que el gobierno haya accedido a realizar un borrador de orden ministerial para regular su venta como medicamentos homeopáticos. La respuesta de la comunidad científica no se ha hecho esperar poniendo el grito en el cielo, argumentando la falta de evidencia de este tipo de práctica y denunciando la calificación de medicamento la cual le aportaría una seriedad similar a los medicamentos convencionales.

LA homeopatía es una práctica que tiene su inicio en el siglo XVIII de la mano de Hahnemann, un médico alemán que frente a las pocas herramientas de que disponía la medicina en aquellos tiempos (sangrías, purgas, etc.) decidió investigar otro tipo de ataques contra las enfermedades. La conclusión a la que llegó, en todo un alarde de investigación mental, fue que “Lo afín cura lo afín”. Es decir, aquello que provoca la enfermedad o reproduce sus síntomas es capaz de curarla, esto se convertiría en el primer pilar de la homeopatía. Él mismo quiso comprobar en sus carnes la eficacia de esta afirmación tomando grandes dosis de  cinchona, una planta rica en quinina que le hizo sentir aturdimiento, un aumento del pulso, sed descontrolada y una serie de síntomas que él mismo relacionó con la malaria. Posteriormente se ha comprobado que efectivamente la quinina que contenía esta planta era efectiva como tratamiento contra la malaria. Tras esta última afirmación podríamos pensar que Hahnemann estaba en lo correcto, sin embargo un caso no confirma la regla y esta feliz casualidad se vio empañada por sus siguientes conclusiones.

LA ingesta de sustancias químicas e hierbas si no se controla adecuadamente puede desembocar en efectos nocivos para el organismo, así que tras más cavilaciones y sin ningún tipo de respaldo empírico Hahnemann postuló lo siguiente: “la disolución del elemento que causa los síntomas potencia la capacidad curativa del compuesto reduciendo los efectos secundarios”. Siguiendo esta línea de pensamiento podríamos perfectamente argumentar que cuanto más agüemos nuestro whisky favorito más potenciaremos la capacidad analgésica del alcohol sin tener los efectos secundarios de la resaca. Lógicamente esta no es la realidad y este segundo pilar homeopático es uno de los más controvertidos. De hecho, las disoluciones que normalmente se utilizan en estos medicamentos hacen que no se pueda hablar de una cantidad determinada de principio activo por dosis, sino de la probabilidad que existe de encontrarse una sola molécula de principio activo. Para que nos hagamos una idea, una disolución de 5CH querría decir que en una piscina de 1 m de profundidad y, de una extensión un poco mayor que la plaza de toros de Málaga, habría únicamente un sólo miligramo de principio activo. Con la intención de darle una explicación a esto se ha recurrido a la llamada hipótesis de la memoria del agua.

LOS homeópatas defienden que el agua en la cual es diluida la sustancia mantiene el “recuerdo” de haber estado en contacto con el principio activo y de esta forma mantiene sus propiedades. Esta afirmación no ha podido ser comprobada y entra en conflicto con lo que hoy en día se conoce sobre química y, ¡menos mal! pues si el agua guardase las propiedades de todo aquello con lo que entra en contacto nos podríamos estar bebiendo agua con propiedades tóxicas, simplemente porque estas moléculas en algún momento de su existencia estuvieron en presencia de residuos fecales, por poner un ejemplo.


AÚN con estos principios desmontados por la ciencia actual, el 40% de población utiliza homeopatía porque defienden que les funciona y no debemos dudar, al menos en primera instancia, de la veracidad de esta afirmación. Estar en un estado patológico no es algo tan agradable como para defender el uso de un remedio que no te funciona. Entonces, ¿cómo podemos encajar la efectividad de estos tratamientos con la falta de un fundamento científicamente establecido? La respuesta la encontramos en un fenómeno conocido como placebo.  

EL cerebro es uno de los órganos más impresionantes y una de las múltiples funciones que tiene es la de preparar al cuerpo para las situaciones que están a punto de llegar. Cuando nosotros nos tomamos un medicamento, por ejemplo una aspirina, tenemos ciertas expectativas con respectos a ésta, generalmente expectativas positivas de que nos va a curar o como mínimo, paliar los síntomas. El cerebro reconoce esta expectativa y se adelanta con un mecanismo no muy bien conocido aún pero que ocasiona una mejoría con respecto al estado patológico, incluso si la aspirina que creemos tomarnos es una pastilla de azúcar. Esto es lo que se conoce como efecto placebo y es capaz de explicar esa mejoría que tienen aquellas personas que toman productos homeopáticos. Esto ha sido demostrado en reiteradas ocasiones mediante estudios de doble ciego. Estudios en los que se hacen dos grupos, a uno de ellos se les da el remedio homeopático y al otro se les da una pastilla de azúcar. El truco está en que ni los pacientes ni los experimentadores saben en qué grupo está cada persona. Con este tipo de estudios se ve que el beneficio de la pastilla de azúcar es similar al de la homeopatía, con lo que se concluye que es puro efecto placebo.

NO obstante, también es cierto que hay estudios, pagados en muchas ocasiones por los propios fabricantes, que dan pruebas de la eficacia de la homeopatía con respecto al placebo. Algunos de estos estudios presentan problemas metodológicos como el de no ser realizados bajo doble ciego, pudiendo haber una sugestión por parte del investigador. Aun así ¿cómo poder sacar una conclusión certera si hay estudios que apuntan en ambas direcciones? Por suerte, existen otro tipo de estudios conocidos como Meta-Análisis que consisten en agrupar muchísimos estudios con diferente resultado, ponderarlos y sacar una conclusión sobre estos. Esto hace que las personas implicadas en estos análisis alcancen cifras muy altas y por tanto sus conclusiones tengan mayor peso. Uno de los más importantes es el publicado por Shang et al. en el 2005. Tras analizar 89 estudios concluyeron que la homeopatía no ofrecía mejores resultados que los placebos.

MUCHOS podrían pensar que si realmente tiene un beneficio, aunque sea el de placebo, su uso debería estar legitimado. Desde un punto de vista completamente funcional esto debería cerrar los debates. Sin embargo, no siempre el fin justifica los medios y existen varias consecuencias perjudiciales de apoyar este tipo de prácticas. La principal que asalta a la mente es que el placebo tiene su límite y se han dado casos en los que pacientes han decidido prescindir de la medicina convencional por completo. Un desgraciado ejemplo de esto lo tenemos en la historia de Ryan Alexander Lovitt un niño que murió el año pasado a causa de una infección que se trató únicamente con homeopatía. Por otro lado, el uso actual de la homeopatía encaja a la perfección en la definición de fraude como “el engaño o aprovechamiento de la ignorancia de alguien para obtener un beneficio en cualquier forma traducible”. La ciencia y el sentido común se han encargado de desmontar los pilares sobre los que se fundamenta. Además, no nos dejemos engañar bajo una imagen de terapia alternativa progresista, hay muchos intereses económicos en la homeopatía. Su irrisorio gasto en investigación y producción hace que los beneficios sean enormes. Y estos beneficios están sustentados sobre el abuso a la inteligencia y a la desesperación de aquellas personas que sufren enfermedades y dolencias.

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