Por Raúl Aguilar Heras
Profesor de Psicología de la Motivación y de la Emoción de la UMA


raul_aguilar02/03/11. Opinión. El contacto directo con las crías durante la ‘infancia’ tiene efectos neuropsicológicos que influyen en su motivación para el juego. El profesor de Psicología de la Motivación y de la Emoción de la Universidad de Málaga (UMA) Raúl Aguilar Heras lo ha demostrado con ratas, pero también...

Por Raúl Aguilar Heras
Profesor de Psicología de la Motivación y de la Emoción de la UMA

raul_aguilar02/03/11. Opinión. El contacto directo con las crías durante la ‘infancia’ tiene efectos neuropsicológicos que influyen en su motivación para el juego. El profesor de Psicología de la Motivación y de la Emoción de la Universidad de Málaga (UMA) Raúl Aguilar Heras lo ha demostrado con ratas, pero también podría aplicarse a los seres humanos. “Teniendo en cuenta que los mamíferos, humanos incluidos, compartimos las bases cerebrales de la afectividad y que la terapia de masaje en bebés tiene efectos antiestrés similares a los observados en ratas estimuladas, es tentador especular que quizá podríamos programar los mecanismos de la motivación de juego en nuestros propios hijos por medio de la estimulación táctil en la infancia”, argumenta Aguilar en este artículo, que protagoniza este mes la sección de EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com dedicada a la investigación, el desarrollo y la innovación, que se hace en colaboración con la universidad malagueña.

Experiencia infantil y motivación de juego

AUNQUE hay muchos tipos de juego, quizá el más fundamental de todos sea el juego físico y vigoroso llamado por los investigadores rough-and-tumble play (R&T), en el que los niños, y en realidad la mayoría de animales jóvenes, se divierten muchísimo, se persiguen corriendo, se dan revolcones y chillan escandalosamente. Cuando en el laboratorio dos ratas adolescentes están jugando, una persigue a la otra a toda velocidad hasta que consigue abalanzarse sobre pinsu espalda. Entonces la que ha sido embestida hace una rotación completa para desembarazarse de la compañera, y tumbada panza arriba la empuja pataleando. Esta actividad cuerpo a cuerpo se llama pin (véase el dibujo), probablemente el aspecto más gratificante de la conducta de juego. Durante el R&T las ratas están absortas en una actividad frenética en la que deben predecir la posición que ocupará la compañera un instante más tarde así como la respuesta que dará cuando intente lanzarse encima y teniendo en cuenta estas predicciones planificará y secuenciará sus movimientos rápidamente. Que las ratas se involucren en una actividad que consume mucha energía, sin prestar atención a estímulos irrelevantes, indica que se trata de una actividad que se hace por el gusto de hacerla. De hecho, algunos autores consideran que podría ser una variante animal de la absorción mental que acompaña la experiencia de flujo en humanos, es decir, cuando estamos tan involucrados en una actividad agradable y significativa que perdemos la conciencia del paso del tiempo y de los estímulos externos. 

JAAK Panksepp, un veterano investigador en el campo de la psicología de la motivación y emoción, piensa que el juego, la risa y la alegría social surgieron a lo largo de la evolución de regiones cerebrales que son similares en todos los mamíferos. Una prueba de que están basados genéticamente es que se pueden seleccionar y cruzar ratas a partir de las vocalizaciones ultrasónicas, de 50-kHz, que emiten en respuesta a las cosquillas (estimulación táctil de su nuca y barriga), un modelo animal de la risa y la alegría humana que Panksepp y su equipo llevan investigando desde hace años. Este procedimiento de crianza psicogenética muestra que en pocas generaciones se pueden obtener estirpes de ratas que durante su adolescencia son diferentes en propensión a la risa y en el vigor de su conducta de juego (unas muy juguetonas, otras reticentes), lo que sugiere claramente que existe una motivación innata hacia la conducta amigable y las emociones positivas.

EN el último monográfico especial de la revista Social Neuroscience, un estudiocria_raton que se hizo en la Universidad de Málaga muestra que la estimulación táctil que las madres proporcionan a sus crías en la infancia, más un breve masaje “extra” que a diario le da el propio investigador (véase foto de cría), aumenta durante la adolescencia la cantidad de R&T que las ratas son capaces de exhibir. Además, aprovechando que el R&T se sabe que alcanza su pico máximo en plena adolescencia (30-45 días) y desaparece prácticamente al terminar el periodo juvenil (60 días), se comprobó si este efecto positivo podía seguir presente cuando el R&T ya se había desvanecido en las ratas normales; y lo que se observó fue que efectivamente parece prevenir la disminución del juego que se observa habitualmente al final de la adolescencia (véase gráfica).

numero_pins

Como se puede ver en la parte izquierda de esta gráfica, en el periodo en que el R&T está en pleno auge (30 días de edad), las ratas estimuladas (barra negra) triplican en número de pins a las controles (barra blanca); y en la parte derecha se puede ver también que a los 60 días, cuando en las ratas control la conducta de juego prácticamente ha desaparecido, las ratas estimuladas en cambio siguen todavía jugando.

ESTOS resultados son importantes porque sugieren que existen periodos sensibles durante el desarrollo, justo después del nacimiento, en los cuales las regiones del cerebro implicadas en la motivación de juego y las emociones positivas serían especialmente maleables. Teniendo en cuenta que los mamíferos, humanos incluidos, compartimos las bases cerebrales de la afectividad y que la terapia de masaje en bebés tiene efectos antiestrés similares a los observados en ratas estimuladas, es tentador especular que quizá podríamos programar los mecanismos de la motivación de juego en nuestros propios hijos por medio de la estimulación táctil en la infancia. Quizá de mayores podrían ser adultos más proclives a experimentar emociones positivas y, por qué no, igual hasta más felices. Los efectos de este tratamiento sobre los aspectos más gratificantes del R&T sugieren que esto es posible, al menos en animales.

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